Opinión

El fantasma del caballero de Andrade i Garzia del Parral

23 de septiembre de 2020

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Néstor Melani Orozco

Hace varios años, cuando de viajes a la ciudad de Mérida me detenía en la casona del médico Luis Barillas en Bailadores, allí encontré este novelesco personaje…de 1579. En la invasión de España,  con los dolores de la colonización.

Quien llevó los trastes. Tantos, metales; desde una espada vieja, hasta un escudo de caballero, la alabarda que fue del gobernador y un cándido caballo muy viejo y desdentado.

 Eloy venía de llevar los secretos apuntados en aquel libro de gobierno de Cáceres, refundador de la ciudadela militar de La Grita del Espíritu Santo, porque de martirios habían crucificado a muchos indios de la tierra ancestral humogría y en hogueras quemados vivos (lo dicen los documentos) y con las cruces hechas de sauces tiernos, allí nacieron ocho árboles y más de sentimientos en el lugar de la cruz se llamó porque desde la refundación fue lugar de suplicios. Hecho doloroso, que cien años después los misioneros trajeron a este lugar un crucifijo barroco de los encargos para suplicar el perdón.

Eloy se convirtió en justiciero contra aquellos esbirros de España, cruzando montañas y defendiendo pueblos. Con su dolor, llanto de nativos e inocentes.

 Lo dejó escrito el capitán Luis Martí en el testimonio desde Bailadores y enviado al Virreinato de Bogotá. Donde va describiendo que: un anciano caballero del Espíritu Santo, gobernación de Castilla i Aragón, Virreinato de Nueva Granada, quien luchaba en favor de los desamparados, de esclavos indios y de mujeres, con su caballo agonizante y la espada del capitán del rey, un escudo y armadura. Y, gritando casi entre llamas se aparecía en los vecindarios para romper cadenas de esclavos originarios y rezar las cuaresmas cuando los beatos misioneros hacían llorar a  inocentes, mostrando suplicios y castigos de un Dios.

Por el camino de Osorio quedaron sus instrumentos de guerra, posesión de los García. Entre la loza del misionero de la morena y la carta de amor a Briseida. Con los distintivos y la misma capa que le robó a Xuan Rodríguez i Suárez después de la noche larga en Nanjar, donde se veneraba a un Dios rupestre grabado en las piedras.

Eloy de Andrade i Garzia del Parral.  Llevó del convento de Santa Clara la figura pintada en temple en un cuero de caballo, la imagen de un «San Judas Tadeo» a los  cimientos  de Umuquena para que protegiera a las mujeres de los invasores motilones, quienes venían de la laguna del Coquivakoa para encontrar las montañas y surcaron después a Pueblo Hondo. Más las riberas del río Carira.

Hablaba el vasco. -continúa describiendo el documento- Y decía palabras mayas venidas del cuica. Y pronunciaba  en un castellano muy viejo venido de las evocaciones latinas… lo dice el manuscrito, versión que leyó en 1930 Pablo González Briceño para inspirarse a escribir sobre «Francisco de Cáceres». ..

Este personaje misterioso del Andrade i Garzia con raíces del apellido Parra. Convirtiéndose en un defensor sin leyes y un justiciero sin soldados…

Casi maldito. Poético. Fantasmal…

Murió en lo alto de Pueblo Hondo, reza la escritura; después de cabalgar días en su moribundo corcel.

 En los siglos se anotó su historia, casi fantástica en el libro de los rebeldes enemigos de la corona real. Y se dijo: Que en el nombre de Jesucristo. Eloy lloró por los desamparados, los que eran sacados de los ranchos. Los humillados y los sin pan.

Él enseñaba a los indios las lecturas del alfabeto y los credos que vinieron en la maldita invasión.

Francisco de Cáceres siendo gobernador de La Grita, en 1579. le nombró albacea de la casa de las monedas y en su administración le regalaba monedas a los nativos, por ello lo declararon traidor. Y perseguido se convirtió en un fantasma que aparecía para proteger a los desnudos y a los sin linajes.

De Eloy de Andrade i Garzia del Parral,  un  día de 1987, el médico Luis Barillas me mostró aquella historia que conservaba en manuscritos de la colonia en su colección.

Casi más que un cualquiera, herido, con su hambrienta figura y su caballo esquelético de llamas azules y gritos rompiendo la silenciosa presencia que adormecía los cerros…

En mis viajes a Mérida pregunté sobre aquel quijotesco soldado, desertor del rey. Nadie sabía aquella memoria que conservó el doctor Barillas.

Mientras después, en las anotaciones de D. Tulio Febres Cordero, quien me mostró su descendiente, Héctor Febres Cordero, allí estaban los significados de aquel misterioso personaje, enemigo de las crueldades que trajeron de Castilla y desmembraron brazos, crucificaron seres y quemaron cuerpos de indios inocentes. Testimonios de aquellas «Hojas Sueltas» que Don Tulio fue narrando a estos encantos; una leyenda desde 1892. En sus libros de Cronista de los Andes. Y hoy,  sin afirmarlo, pareciera lo qué inspiró a Mario Briceño Iragorry para la versión del «Caballero de Ledezma» con estas puntualidades de quijotescos perdidos en leyendas que ocultaron después los colonizadores invasores. Más adentro del tirano Aguirre, siendo capitán, es también el primer legionario del rey en rebelarse contra los castigos que trajo la corona de España.

Y Eloy, fantasmal, se convirtió en defensor de pueblos originarios nacidos de mezclas y  de etnias. Aún, quizás sobre las piedras del río de Aguadías o las esquinas de La Grita, se deja en las noches cruzar su caballo y se escucha el arrastre de su alabarda para gritar alguna consigna de aquel soldado viejo, defensor de los humildes y sobre la Plaza del Convento, «hoy lugar de la iglesia neogótica de los Ángeles», en las noches de luna, se escuchan sus lamentos, porque los perros anuncian aquel delirio. Y llegaron a decir los viejos antepasados de ver  a Briseida, con su manto de novia, esperando a su amado guerrero de cuatro siglos perdidos en las nieblas.

Olor a rosas, malvas y crisantemos, mientras la luna hace desdibujar los tiempos…

Y un jinete se deja sentir en las siluetas que conceden los cerros.

Con olor a incienso para la eternidad que dibujó el libro Becerro…

* Narrador, Cronista, Pintor. Artista Plástico. Escritor. Dramaturgo. Muralista Nacional. Premio Internacional de Dibujo «Joan Miró» 1987. Barcelona-España. Maestro Honorario. Doctor en Arte.

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