Nairoby Rondón
Una vez dejé Venezuela, sí, fue verdaderamente triste. Tomé una mochila de diez kilos, una maleta de treinta y cinco y a mi niño de tres años, era el 2016. Partí teniendo una casa propia y recursos para lo básico pero, necesitaba algo mejor, necesitaba calidad de vida. Mis padres nos despidieron desgarrados, aún recuerdo sus lágrimas, mi esposo tenía tres meses fuera, íbamos a su encuentro. En varias ocasiones había cruzado el puente binacional ¿Qué era distinto esta vez? La desolación, la angustia, la orfandad, esa sensación de sentirte desplazado sin querer del sitio que amas; se siente hueco…hondo.
Según un estudio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cifraba para el 2020 en 6,5 millones las salidas de venezolanos en los últimos años. Para el 2018, Venezuela ocupaba el cuarto lugar de países nuevos en busca de asilo en el mundo, solo por detrás de Afganistán, Siria e Irak (países en conflicto bélico). Son 7 años de crisis migratoria, convertida en una de las más grandes del mundo. Años de crisis institucional, política, social y económica que han generado casi un millón de niños en situación de abandono (cifras de CECODAP), a veces de manera involuntaria por parte de sus padres y otras veces no; niños, niñas y adolescentes bajo el cuidado de familiares, amigos, vecinos y otros con menor suerte, solos.
¿Cuál es el costo emocional de la separación a tan temprana edad? ¿Cuál es el efecto psicosocial de este fenómeno? ¿Qué consecuencias trae el desvincularse de la madre siendo tan pequeño? ¿Se puede progresar, concentrarse, sostener un aprendizaje real cuando se está en un estado de constante tristeza y desolación? ¿Cómo manejan los hijos e hijas ese tema de la ausencia de sus padres?
El éxodo provocado por la crisis venezolana nos ha arrastrado al trauma de la migración, el cual ha creado desequilibrios profundos en la identidad y en la salud mental de nuestros niños; los cambios en su desarrollo, desamparo y condiciones desfavorables, los han conducido a situaciones realmente alarmantes, siendo víctimas de la delincuencia, abusos sexuales, maltratos físicos y psicológicos, trabajo forzado, deserción escolar, entre otras aberraciones que violan sus derechos fundamentales de tener una vida digna y una familia ( título ll, capítulo ll, artículos 15 y 26 LOPNA).
El vacío y colapso del Estado venezolano y sus instituciones genera de manera vil la violación de los derechos humanos por parte de abusadores que venden y trafican de manera impune a los hijos e hijas de esta patria, reconfigurando el concepto propio de la niñez, algo que cambiará el rostro de nuestra sociedad para siempre.
Efectos internos
En el mejor de los casos, el envío de dinero desde el exterior por parte de sus padres contribuye a satisfacer sus necesidades materiales básicas, pero ¿Y las otras? Esta agravante realidad refleja el deterioro de nuestra sociedad. Entonces ¿Es solo sentarse aquí a escribir y juzgar a todo aquél que se vio en la penosa necesidad de dejar atrás a sus hijos para intentar de darle una mejor vida? Por supuesto que no, cada quien tiene una vivencia personal, todos conocemos las razones por la cual muchos han tenido que dejar sus hogares de manera forzada y el tema en cuestión es sumamente complejo.
¿Qué le espera a Venezuela y a sus queridos hijos e hijas en los próximos 10 o 15 años? ¿Existe ya una visión futura para atender esta problemática? Los diversos actores políticos e instituciones ¿contarán ya con proyectos y programas efectivos para cubrir este estado de necesidad por el que pasan los niños y adolescentes? ¿Están preparados los diversos sectores y gremios de la sociedad para contribuir? ¿Estamos nosotros todos preparados y dispuestos? ¿Se podrá actuar a tiempo? Muchas preguntas, lo sé.
A los meses regresé a Venezuela, mi experiencia en el exterior no fue negativa, llamémosla neutral pero, no logro imaginar el dolor de una madre al dejar a sus hijos sin saber si volverá a verlos, creo que todos estamos rotos de una u otra manera; no es fácil curar un alma rota. Ojalá la mayoría regrese pronto a su país, ojalá se den pronto los reencuentros y comiencen a parchar esos corazones con amor, porque a fin de cuentas eso es lo que nos llena, el Amor.
Agradecimiento sincero a todas las organizaciones que trabajan a favor de nuestros niños y adolescentes, así como a todos los ciudadanos anónimos que contribuyen incansables y abogan por ellos. Bendiciones.