Alfredo Monsalve López
En el mundo hay y ha habido, cualquier cantidad de grupos que se reúnen, supuestamente, para abogar por la derechos que tienen los pueblos más sufridos. Digo “supuestamente”, porque yo no he estado en ninguna de esos mentados círculos. Enumere o cuente usted, amigo mío, la cantidad de “Grupos”. Yo perdí la cuenta. Y si mal no recuerdo, Venezuela pienso que es el país que más reuniones ha realizado en los últimos 20 años. Y seguimos llevando la carga a cuestas que pesa toneladas de problemas. Esto me lleva a recordar una expresión de mi padre Andrés: “palo con la Baba y la Baba ahí” (Baba, un tipo de caimán). Bien. Volvamos a lo que nos trae con los “Grupos” de expertos en suavizar las relaciones entre países y sus gentes. Relaciones algunas veces congeladas, otras pasables y sin mayores conflictos. Pero, cuando se trata de poderes entre hombres que quieren imponer sus pensamientos o ideas, la cosa se hace mucho más compleja. Porque no hay cosa de mayor peso en cualquier comunidad mundial, que tratar de doblegar al contrario.
Máxime, cuando se trata, como mencione antes, de tener el poder. El gobernar. El que se cree ser el único capaz de solventar los problemas del otro. Allí cambian las cosas. Como por ejemplo, cuando se le exige al que tiene el poder que abandone su cargo. O por el contrario, se le pide a la otra parte que ya no más “saboteo” porque recogemos los platos, los vidrios, el mantel y nos levantamos de la mesa. Claro, todo es diplomático. Saludos, abrazos y chistes. Y hasta las mentiras vuelan por los aires. Nadie las atrapa. Todo queda entre cuatro paredes. Las críticas y amenazas les resbalan. Aaaahhh. Pero ya va. Allí están lo que llamamos las TICs. En palabras menos técnicas: las redes sociales. No se les escapa ningún movimiento por muy bueno o malo que éste sea. Y si el movimiento que se realiza en la mesa o sus adyacencias es estridente, entonces las redes inundan a la audiencia más apartada del lugar, mostrando el evento ocurrido. Allí tenemos un caso muy reciente. Fresco pues. Cuando llamaron a Maduro, a voz en cuello y casi en coro, “dictador”. Hasta allí.
Sin embargo, cuando regresó a nuestra amada y querida Venezuela, éste dijo que “todo fue un éxito… un triunfo…”. Vaya usted a saber. Porque seguimos pasando, como dicen por allí: “las de Caín”. Y el régimen argumenta que es culpa del “imperio norteamericano”. Apropósito de imperio. Miren, esto como que es un ensueño, una fantasía o una travesura pues. Porque escuchamos, por ejemplo, uno de los eslóganes (si cabe el término) de señores del alto mando militar decir, por ejemplo: “somos antiimperialistas”. Pero hay buenas y excelentes relaciones con dos imperios: China y Rusia. No entiendo nada. Creo salirme del tema. A ver. Ya he sostenido que las reuniones entre las naciones y sobre todo, entre los políticos, tienen que ver con el poder por el poder. Punto. Mientras que los de a pie, están expectante ante lo que pudiera ocurrir en la mesa. Que, en el caso Venezuela, silencio.
Y finalizo mis comentarios con una cita de Calicles dirigida a Sócrates: “…soy de la opinión que es justo que el mejor se haga con el peor y el más poderoso con el menos. Y está claro que esto está así dispuesto por doquier, tanto en el resto de los animales como entre todas las ciudades y razas humanas…”. (Fuente: https://www.culturamas.es/2014/08/17/). Pero, de acuerdo a lo que observamos, ocurre lo contrario: el poderoso siempre quiere más poder. Y escuchamos, como para sentirnos satisfecho: “…le damos poder al pueblo…”. Pero la verdad verdadera, es que en las sociedades los que estamos jodidos, jodidos pereceremos. Pareciera una máxima. Pareciera estar escrito en alguna tabla de los antiguos romanos. Concluyo, expresando que ni con un Grupo de los 100 mejores especialistas en resolución de conflictos, Venezuela volverá a ser lo que fue, al menos, hace unos 20 años atrás. Porque los intereses particulares privan sobre los colectivos. Punto. Queda abierto el debate.
@monsalvel