Néstor Melani-Orozco
Leía en voz alta en la plaza del pueblo y con su cabello largo parecía un rebelde sin causa de los años sesenta. Mientras caminaba con su traje de levita y los collares que le regaló su hermana Auxiliadora entre los secretos de la madre dentista y el papá maestro de capilla con huellas venidas de la escuela La Salle y de las evocaciones de la India. En los dolores morados de las sacristías entre histolas y aguas benditas. Mientras detrás de los espejuelos como lupas miraba al mundo. Y se consagraba al «Lobo Estepario» de irse en los versos de Tagore y de dibujar con el anima de Arciles Gorky. Derribando formas más adentro de las vanguardias. Frente a una copa de vino y desde las letras: su poesía. Fue cuando la guitarra describió una canción argentina y lo dijo entre los espejos vestido de gitano, en las letras de Borges y los poemarios. Con la cruz del dolor por su padre en las infidelidades del panadero y el portal de los grillos con la luz de la luna en las hojas del tampoco. Amigo de Gallardo Vega en las voces de Alone y el misterioso canto de Pablo Neruda. Para venerar a Becker y caminar en la tarde con la muerte de Ignacio Sánchez Mejías al más allá del claustro del francés Seminario. Y mirar por la ventana a la plaza del convento donde vivía la poetisa Hildamar Escalante de Tesser. Así vimos a José Laurencio Zambrano, el maravilloso poeta de la calle del hospital, la calle cuarta de la vieja ciudad de La Grita. El mismo de los encuentros con Salvador Garmendia entre los viajes y el clamor de las ideas guerrilleras entre los árboles de las montañas y los inviernos del sur. De viajar en «El Papá Verde» de Miguel Ángel Asturias y creer en el teatro de Orlando Cárdenas. De escribir en el»Impacto» de Macario Sandoval y vestir la levita guardada en aquellas cucarachas del museo de Morelani. Hablando con los árboles, un día se desapareció de La Grita el honorable hippie, se fue con su guitarra al hombro y el morral de poemas, porque la Universidad de Chile abría las cátedras de Filosofía. Y estando en Santiago se alistó a la campaña política de Salvador Allende.
Como aquellos gritos del viaje austral y los llantos de los pueblos, para conocer a Víctor Jara y leerse los testamentos de Scarmenta. Hablar en los símbolos de Violeta Parra. Cantar en la ruta roja de Chile y elevar las banderas de América. Un día mataron al médico presidente y el esbirro de Pinochet fusilando a los poetas. Matando a los labriegos y torturando a los estudiantes. Nuestro griteño se asiló en la embajada de Argelia y logrando salir de Valparaíso aterriza en Colonia, de la Alemania de Calvino, donde Gunter Glas hablaba de los derechos humanos. Y comienza en un circo el viaje por Europa, para cantar y vestir las vidas y hacer los panes de Bavaria. Pisar la tierra. Llorar por su pueblo de cal entre el vuelo del pájaro azul. Haciéndose dueño de las culturas y de llorar por América. Volvió después a su Barinas, luego a Maracaibo, para unirse a la revolución del poeta comandante Chávez. Fue de cuarenta años para regresar a su Grita. De ver su agonía y de morir de amor entre las arpas llaneras y sus libros inmensos. Así, conocimos al poeta José Laurencio Zambrano. Junto a mil golondrinas viajando… y La Grita sin dinteles desconociendo a sus hacedores del tiempo…
*Artista Nacional. *Cronista de La Grita. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró 1986. Barcelona. España. *Miembro Honorario de la Sociedad Bolivariana de New York. *Premio Nacional del Libro 2019. 2024. *Honrado con un Salón en su honor en la Gobernación del Táchira. 2022. *La Feria Internacional del Libro 2023 fue en su homenaje. *Por decreto del Gobernador del Táchira se erigió la Estampilla Fiscal con sus obras bolivarianas. 2024