Carlos Casanova Leal
La actividad gubernamental está sometida al escrutinio público. De ordinario la actividad de la sociedad debe ser normal, pero cuando se suceden eventos que perturban esa normalidad y tiene impacto en la sociedad, los funcionarios deben dar cuenta de lo que sucede.
Si no lo hacen y esa ausencia de explicaciones se convierte en práctica habitual, se produce el irrespeto al ciudadano, por la falta de aprecio del gobernante sobre el ciudadano violando su derecho a estar informado. El Gobierno tiene una obligación y el ciudadano un derecho.
En democracia la pésima actuación, la mala y la regular la castigaba el ciudadano con su voto. Hoy la revolución sabe que su permanencia no depende del voto y se producen las actuaciones como normas irrespetuosas.
Venezuela con la segunda refinería más grande del mundo vende previo racionamiento al mejor estilo cubano una gasolina que casi no es gasolina, produciendo daños en los vehículos, desde incendios hasta desperfectos mayores.
¿Explica el Gobierno lo que sucede? No ¿Se hace cargo de la reparación del daño que causa al ciudadano? No ¿Se acuerdan de aquellas oficinas de protección al consumidor? Frente al producto malo que ofrece el Gobierno, ¿quién responde? Nadie. El ciudadano a su propia suerte.
La revolución socialista ortodoxa, la cubana, es una maquinaria de eliminación, de liquidación de derechos ciudadanos. Con frecuencia señalo que estamos en presencia de una monarquía comunista, todos los derechos son del gobernante y el pueblo ya sin derechos somos eso, pueblo, ya no somos ciudadanos titulares de derechos.
No obstante el Gobierno se victimiza siempre; por ejemplo, el presidente de la Asamblea nacional señala: “No vamos al diálogo si antes la Corte Penal Internacional no deja de investigar a Maduro y a los otros de la línea de mando”. Bueno, ellos creen que la investigación es un capricho político: “Levántenme la investigación pero mantengo los presos políticos encerrados”, olvidando que la CPI los investiga por conductas calificadas como delitos.
¿Ha explicado el Gobierno dónde está el presidente saqueador de PDVSA? No. ¿Cuánto es lo robado? Tampoco. ¿Políticas para evitarlo? Ninguna. ¿Alguna averiguación en la AN? Menos.
Éste es el problema adicional, cuando los factores opuestos al régimen comienzan a guardar silencio por el habituamiento a lo anormal.
De la cumbre de Colombia convocada por Petro, hay que rescatar aparte del fracaso, lo dicho por el representante de la Unión Europea, Borrell: “La UE solo revisará sanciones contra el régimen de Maduro si se realizan elecciones libres”. Importante destacarles a los dirigentes de los partidos, que elecciones libres no son elecciones con condiciones mínimas. Y al salir el mismo Borrell señaló: “Nicolás Maduro no puede escoger a su oposición”.
No podemos normalizar lo anormal; por la sociedad opositora no puede hablar el que quiera sino el que tenga legitimidad para ello, y los hablantes no la tienen, es tan así que no son actores principales de la política.
Si caemos en el juego perverso de la representación sin legitimidad seguirá profundizándose la crisis de contenido del debate y organización política.
La crisis de Venezuela no es por las sanciones, es por el saqueo, por el robo, frente al cual las causas que lo permiten no han sido bloqueadas.
La revolución y sus funcionarios irrespetan al ciudadano de forma permanente, por un lado el funcionario cuando ve al ciudadano ve es un “resuelve” (un dinero), cuando ven como en el caso de San Cristóbal, a un estafador inmobiliario que tiene juicios pendientes, ven una oportunidad para aprovecharse protegiéndolo, el recaudador de impuestos en los municipios ven al ciudadano es para que paguen sin contraprestación.
Frente a la corrupción requerimos un movimiento político moral incorruptible, con legitimidad; y el único que lo puede garantizar es el ciudadano, que debe elegir quién debe ser su representación de oposición en toda la estructura territorial.
Necesitamos construir una organización desde la base.
Con elecciones ciertamente libres y comprobables, la revolución pierde.
Pero para que salga, se requiere organización de base que supere la multiplicación de partidos.
El Futuro es nuestro. Dios con nosotros.