Hogan Vega y Dorli Silva
Es evidente que la Inteligencia Artificial (IA), en pleno siglo XXI, es considerada una especie no biológica; por tanto, no tiene conciencia, solo depende de los datos y su evolución se originó con la llegada de internet y de los teléfonos inteligentes, entre otras herramientas. Todo ello conforma la fuerza del conocimiento en el mundo; han transformado la vida humana y enriquecido los estilos tradicionales de enseñanza, al facilitar el acceso a la educación, al desarrollo de las tecnologías emergentes y a la formación de metaprofesionales.
Por tanto, es necesario definir a las tecnologías emergentes, que son innovaciones que están en las etapas iniciales de desarrollo y que tienen el potencial para transformar industrias y sociedades, así como la forma en que se vive y trabaja actualmente. Estas tecnologías suelen ser el resultado de avances científicos y técnicos que, aunque todavía están en proceso de maduración, prometen ofrecer soluciones novedosas a problemas existentes o crear oportunidades nuevas. Algunos ejemplos de tecnologías emergentes son la IA, la biotecnología, la computación cuántica, la realidad aumentada y virtual, así como la internet de las cosas (IoT, por sus siglas en el idioma inglés). Estas tecnologías no solo impactan a sectores específicos, sino que también generan cambios en la economía global y en la interacción social.
El desarrollo de tecnologías emergentes está impulsado por la interconexión creciente y la disponibilidad de datos a gran escala, lo que permite a los investigadores e ingenieros experimentar y crear aplicaciones que antes eran impensables. Actualmente, en la medida en que estas tecnologías avancen, se integran en aspectos diferentes de la vida cotidiana, desde la atención médica hasta la educación y la manufactura. Por ejemplo, la IA está revolucionando al sector de la salud, mediante diagnósticos más precisos y tratamientos personalizados, mientras que la IoT está transformando la manera en que se interactúa en los hogares y ciudades, al permitir una conectividad y automatización sin precedentes.
Sin embargo, el surgimiento de estas tecnologías también plantea desafíos significativos, como cuestiones éticas, de privacidad y de seguridad, ya que a medida que las tecnologías emergentes se implementan, es crucial que se desarrollen marcos regulatorios y éticos que guíen su uso y minimicen los riesgos asociados. La sociedad debe estar preparada para adaptarse a estos cambios, lo que incluye la educación y la formación en nuevas habilidades para la fuerza laboral del futuro. Las tecnologías emergentes representan tanto una oportunidad como un desafío, y su evolución tendrá un impacto duradero en la forma en que se vive y trabaja actualmente, en relación con las décadas próximas.
Asimismo, el metaprofesional del siglo XXI es un individuo que no solo posee habilidades técnicas en su campo específico, sino que también demuestra una capacidad excepcional para adaptarse y aprender, de manera continua, en un entorno laboral en cambio constante. Este tipo de profesional integra conocimientos de disciplinas diversas (interdisciplinario), lo que le permite abordar problemas complejos desde perspectivas múltiples. La interconexión de áreas tales como la tecnología, la ciencia, el arte y la sociología se convierte en una ventaja competitiva, ya que un metaprofesional puede innovar y encontrar soluciones creativas, que trasciendan los límites tradicionales de su especialidad.
Al mismo tiempo, un metaprofesional del siglo XXI destaca por su habilidad para colaborar en equipos multidisciplinarios, lo que involucra el conocimiento de varias disciplinas, donde cada una aporta desde su espacio, al tema en cuestión. En un mundo en el que la comunicación y la cooperación son esenciales, este profesional es capaz de trabajar con personas de diferentes culturas y antecedentes, lo que fomenta un ambiente inclusivo y diverso. Es así como la empatía y la inteligencia emocional son competencias claves que les permiten gestionar relaciones interpersonales efectivas y contribuir a la creación de un entorno de trabajo positivo. Esta capacidad de colaboración no solo mejora la productividad, sino que también impulsa la innovación, ya que se generan ideas frescas y se combinan enfoques diferentes, que resuelven desafíos.
Sin embargo, el metaprofesional del siglo XXI es también un defensor del aprendizaje continuo y la automejora, ya que reconoce que el conocimiento y las habilidades se vuelven obsoletos, muy rápidamente, en la era digital. En razón de ello se compromete a actualizarse, constantemente, a través de la educación formal, cursos en línea, conferencias y experiencias prácticas. Esta mentalidad de crecimiento no solo le permite mantenerse relevante en sus campos de acción, sino que también le capacita para anticipar y adaptarse a las tendencias emergentes. En esencia, el metaprofesional del siglo XXI es un agente de cambio que se adapta a un mundo dinámico, al contribuir de manera significativa a la evolución de las industrias y a la sociedad en su conjunto.
En otras palabras, la búsqueda de la productividad basada en la innovación, no se puede descuidar en las universidades, los pénsum de las carreras de ciencias y humanidades se deben adecuar al cambio producido por las tecnologías emergentes, desde lo interdisciplinario hasta lo multidisciplinario. Por ejemplo, se pueden mencionar las carreras de informática o de sistemas, ya que las mismas juegan un rol fundamental en el desarrollo y avance de la IA y la robótica, dentro del ámbito de las tecnologías emergentes. En primer lugar, proporcionan las bases teóricas y las prácticas necesarias para la creación de algoritmos complejos, que permiten a las máquinas aprender de datos, reconocer patrones y tomar decisiones autónomas. Esto es esencial en la IA, ya que el procesamiento de volúmenes grandes de información es crucial para entrenar modelos que puedan interactuar, de manera efectiva, con el entorno. Además, la capacidad de diseñar y optimizar sistemas informáticos permite la implementación eficiente de estos algoritmos en el hardware, lo que resulta en un rendimiento superior en aplicaciones robóticas.
Por otro lado, la ingeniería de sistemas con el apoyo de otras disciplinas contribuye al diseño de arquitecturas que integran diversas tecnologías y componentes, lo que es vital para la robótica. Los ingenieros de sistemas y de las otras carreras involucradas son responsables de asegurar que los diferentes elementos de un robot, tales como sensores, actuadores y sistemas de control, funcionen de manera cohesiva. Esta integración no solo mejora la funcionalidad del robot, sino que también permite la creación de sistemas más adaptativos y autónomos. La colaboración entre la IA y la robótica se ve fortalecida por esta capacidad de diseño, lo que lleva a la creación de máquinas que pueden realizar tareas complejas en entornos cambiantes, desde la manufactura hasta la asistencia personal.
Ahora bien, la ingeniería informática y la de sistemas junto con otras disciplinas también impulsan la investigación en áreas emergentes, tales como la computación cuántica y la inteligencia artificial explicativa. Estas áreas están comenzando a ofrecer oportunidades nuevas para mejorar la eficiencia y la transparencia de los sistemas de IA y robótica. La computación cuántica, por ejemplo, tiene el potencial de resolver problemas que son intratables para las computadoras clásicas, lo que podría revolucionar el aprendizaje automático y la optimización en robótica. Al mismo tiempo, la investigación en IA explicativa busca hacer que los sistemas de IA sean más comprensibles para los humanos, lo que es esencial para su aceptación y uso en aplicaciones críticas. En conjunto, estas contribuciones multidisciplinarias configuran el futuro de la inteligencia artificial y la robótica, en un mundo cada vez más tecnológico.
Desde esta perspectiva, multidisciplinaria, la robótica educativa abre nuevas ventanas y oportunidades para favorecer el factor motivacional del ser humano, así como la estimulación de sus funciones cognitivas. Según Pérez (2018), la robótica tiene un impacto en el desarrollo y fortalecimiento de las funciones ejecutivas (memoria, planificación, flexibilidad cognitiva, fluidez verbal, inhibición y control atencional); en las etapas del desarrollo temprano, ello puede ser significativo para estimular el desarrollo neurofisiológico sano.
La robótica educativa actúa como un elemento que promueve el aprendizaje activo, mediante procesos cognitivos tales como percepción, representación, imaginación, pensamiento, memoria y habla. También desarrolla cualidades como motivación, iniciativa, responsabilidad, sociabilidad, tolerancia, perseverancia, necesidad de autorrealización y habilidad de comunicación. Es un medio, no un fin en sí misma, que permite promover el aprendizaje. Con esta herramienta se pueden entrenar el control atencional y el control ejecutivo, impactar la impulsividad y la agresividad, las funciones ejecutivas, y el desarrollo del pensamiento lógico-matemático.
La importancia de la robótica educativa para el desarrollo del pensamiento crítico, radica en su capacidad de involucrar el uso de computadoras y el diseño, construcción y operación de robots, mediante controles, sensores y procesadores de información. Ello facilita un aprendizaje valioso, al pasar de conceptos abstractos a objetos tangibles; es decir, tratar de comprender y concientizar a las personas acerca del uso correcto y las limitaciones de estas herramientas. Es una herramienta que fomenta el pensamiento crítico y la resolución de problemas, donde las actividades de construcción y programación de robots requieren identificar problemas, idear soluciones y superar obstáculos, lo que contribuye con el desarrollo de competencias clave para el siglo XXI. Se alinea con el modelo STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas); fortalece estas áreas al fomentar el ingenio, la innovación y el uso de la tecnología, para dar soluciones a través del aprendizaje activo, significativo y duradero. Los estudiantes construyen su conocimiento propio, a través de la interacción con el mundo físico y la creación de productos tangibles (como robots), al interiorizar mejor los conceptos.
En resumen, la robótica educativa es una herramienta lúdica y pedagógica que enriquece el aprendizaje y resulta motivante y de gran interés para los estudiantes, ya que estos interactúan con un objeto físico. Se enganchan, de forma concreta, con el proceso, y se fomenta el trabajo colaborativo, la comunicación, la autonomía, el liderazgo y la sociabilidad. Los proyectos de robótica fomentan, en los estudiantes, el trabajo en equipo para alcanzar un objetivo común; a la vez, los alumnos pasan de conceptos abstractos a objetos tangibles, lo que hace al aprendizaje más concreto y comprensible.