Deportivo Táchira, un campeón con autoridad y goles
25 de noviembre de 2024
Néstor Melani Orozco
A la memoria de Aníbal Dennis, actor, escenógrafo, y neofovista, quien enseñó testimonios verdaderos para una escuela de arte moderno para San Cristóbal…
Estaban allí las riberas mediterráneas y la Costa Brava divisaba encantos de arrecifes, túneles y pueblitos blancos catalanes. El tren demostraba sus olores y las delicias de los años, como si de amor perpetuo se consagraran los misterios de Tarragona con su ciudadela romana y Girona de poetas y forasteros intelectuales.
Por fin, la bahía azul y allí, atrás, la ciudad de Figueras, población catalana en las fronteras de Francia, donde había nacido Salvador Dalí.
Era 1986. Entre mantos y dibujos fantásticos venidos del teatro lírico. De las propuestas de René Magritte y de los hermosos tratados del canario Óscar Domínguez. Del venir de los venezolanos Héctor Poleo y la poderosa esencia de Mauro Mejías. Para flotar en los ritmos del chileno Roberto Mata y asistir a los paisajes metafísicos de Iván Tanguy y del griego Giorgio di Chirico. O venir con las sílabas del tiempo para escuchar en la casa azul a Frida Kahlo llorando por Diego Rivera.
Cuán de hermosos apuntes logra contemplar en Raúl Sánchez. Tiempos de la huella del maravilloso “Rostro del Amor”. Que en los viajes afirmamos de un venezolano mundial… y de hechos sus transformaciones plásticas.
Entendiendo las palabras y sobre todo las meditaciones poéticas, irreverentes y fantásticas, entre un arte catalán después de Gaudí, hasta las expresiones del verdadero surrealismo.
El poderoso pintor, más el escritor, de quien hoy los franceses describen como un verdadero literato y el onírico personaje de las leyes esotéricas…
Con la divinidad de un universo.
En los trenes de Francia arribamos a Figueras, entre aquel lenguaje catalán nasal y la ceremonia de su museo dedicado a Gala. “Elena Ivanovno Diakonova”, su rusa mujer, entre piedras gigantescas y la medida lógica y arquitectónica de José María Sert.
Íbamos por las clases de arte en la Llotja, en las pertenencias de los credos oníricos y las soluciones de la metáfora antigua, muy después de Gerónimo El Bosch. O de William Blake visto en las puertas del teatro, como si el delirio de las nubes dejara adentrar en su vientre al carruaje de los griegos para escuchar las cornetas del apocalipsis, entre el rubor de un elefante azul y las alas del cisne en Leda mitológica.
Con Gala adornándose en el espejo y Michael, el francés amante, intentando hablar a través del negro piano, mientras en las luces de las arañas de bronce se dejaron escribir las figuras en los delirios del artista.
Señor del Onirismo. Entre la filosofía de André Bretón y los espejos donde Moisés despertaba de la tumba secreta de Miguel Ángel. Para desdibujar la burla de Giuseppe Archibaldo y decirle a la humanidad sobre la pureza de los escapularios…
Cuánta presencia entre la voz de Salvador Dalí decir que pintaba más grande que Rafael Sancio (?) El divino de Urbino.
Cuánta admiración presenciar el Museo de Dalí en Figueras, como si nos adentráramos en el depósito de un gran escenógrafo, con el báculo del Papa llevando un Cristo retorcido o el abrigo de las moscas entre la imagen del «Perro Andaluz» de Buñuel y los pezones desnudos de una mujer de cera, para dormir entre las piedras rojas de la Costa Brava. Como de cinco siglos atrás en La Gioconda, Leonardo describiera los delirios de una madre esclava.
Entre el país catalán intentando irse de España, con 500 años escritos en su bandera, derramando en dolor en gotas de sangre…
Muchas veces. Muchas emociones. Cuántas lágrimas entre los vinos y los testimonios de la idea plástica, artística, armoniosa, desde un teatro mágico y extravagante.
Volvimos cada semana. Íbamos a decir los secretos y a pintar, porque el maestro y genio se aparecía todos los días del mes cuando llenaba la Luna. Y ofrecía recomendaciones a los jóvenes artistas, a los estudiantes de arte venidos de todo el mundo.
Fue inmenso escuchar la voz del pintor de los «relojes blandos», como venida de ultratumba. Puesto se moría en las llamas del Castillo de Pubol y de rosas se colocaba una corona de espinos. Para parafrasear al Cristo del Cabo de Creus. Entre mariposas negras y la azucena con la macarena en marfil llorando.
Siendo hoy el único pintor de la Tierra que está en una urna de cristal, embalsamado como un Dios perdido en las criptas de algún faraón egipcio, en el corazón de Figueras con Cataluña, descrita en los viajeros fenicios, griegos, italianos, africanos y por la eternidad venidos de las estrellas, en un azul francés recubierto de los colores de Bizantino.
Entre el rumor de una paloma prisionera; como la rosa azul, esperando el viaje a las columnatas de Bernini y sobre los arquitrabes del museo del surrealismo describir la pureza de las épocas detrás del escenario con las claves del código mayor de las artes…
Con la bendita esperanza de resucitar un día del alba en las golondrinas volando al viaje sideral de las transparencias el manto de los inviernos y las escaleras al cielo…
Así entendimos el Museo de Salvador Dalí en nuestras emociones dibujadas de España republicana entre artistas y museos…
Con la solemnidad de las barcas, de aquellas formas de imaginarias gestaciones del dibujante de Figueras.
Para hablar con la Luna en el esplendor de los poetas…
Y volver un día para caminar en el escenario de las rosas blancas y del encanto que llevan los recuerdos…
Y pintar entre metáforas con azul eterno.
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(*) Narrador. Cronista de La Grita.
Artista Plástico.
Miembro Cronista de la Academia de la Historia del Táchira.
Honorario Sociedad Bolivariana de New York.
Sociedad Catalana de Las Artes.
Premio Internacional de Dibujo «Joan Miró»1987. Barcelona. España.
Maestro Honorario.
Doctor en Arte.
Néstor Melani-Orozco (*)
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