Opinión

El negocio educativo en la pandemia

9 de agosto de 2020

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Gustavo Villamizar Durán


La organización conocida como Internacional de la Educación (IE) ordenó, a principios de la pandemia del Covid-19, la realización de una investigación amplia acerca de la influencia de actores privados en la educación desde el inicio de la calamidad planetaria, como parte de la campaña mundial de la IE “Educar no lucrar”. Los encargados de dar a conocer los resultados de tal pesquisa, dirigidos a los sindicatos de la educación de todo el mundo, fueron los investigadores Ben Williamson (Universidad de Edimburgo, Escocia) y Anna Hogan (Universidad de Queensland, Australia), en un texto titulado “La comercialización y la privatización en y de la educación en el contexto de la Covid-19”, presentado en julio recién pasado.

Una de las más importantes conclusiones muestra como desde el cierre de los centros educativos, se produjo un incremento significativo en la actividad lucrativa de las empresas de tecnología educativa (Edtech, en inglés). Distintas compañías han aumentado su implicación en la educación pública. Además, se trata de una  participación múltiple, incluida la de empresas de educación tecnológica, inmensas corporaciones transnacionales, organizaciones internacionales como la UNESCO, la OCDE y el Banco Mundial, gobiernos nacionales, entre otras. Ahora bien, no se piense que esta implicación de factores de cercanía reciente a la educación responde a la emergencia producida por la pandemia, por el contrario, la circunstancia ha sido vista como una oportunidad para coaliciones futuras en torno a la necesidad de una educación de calidad en el futuro próximo.

De hecho, la educación se ha venido observando desde hace años, como un jugoso negocio estimado en cifras que oscilan en torno a los 8 mil billones de dólares en su primera fase. Hoy, resulta completamente clara la penetración de grandes consorcios multinacionales en el ámbito educativo, no solo como productores de tecnologías, sino fundamentalmente de softwear, materiales e insumos educativos, de tal suerte que su acción tiende a ser envolvente, abarcando todos los ámbitos de la educación ubicándolos fuera del control y dirección de los estados y la sociedad, regidos únicamente por esos grandes conglomerados y el mercado. A este respecto, es bueno recordar la insistencia de algunos gobiernos y países en la necesaria educación on line como solución a la problemática presentada y otras que pudieran producirse más adelante.

Para la muestra de lo que se pretende, la Secretaria de Educación del gobierno de EEUU Betsy DeVos, ha sido por muchos años promotora de la “educación en casa” dependiente de la tecnología y partidaria de la eliminación de la escuela y el maestro. Aún más, ofrece a las familias un aporte debitado de sus impuestos para adquirir todo lo necesario y que sea la familia la que decida qué y cómo deben aprender sus hijos. Para otra muestra, la fundación Gates –estandarte filantrópico de los super ricos Bill y Melinda- donará una multimillonaria suma para adelantar junto con la gobernación de Nueva York, un plan de automatización de la salud y la educación como vía de hacer una convivencia de distancia social, fuera del peligro de contagios y otros males.

¿Y eso es malo? Lo es,  1) porque básicamente los humanos somos seres sociales, que necesitamos a los congéneres para vivir a plenitud y eso no lo deparan las máquinas por muy eficientes que sean. 2) La escuela es un espacio importantísimo de socialización, en ella no sólo se aprende sino se trenzan grandes amistades y afectos. De hecho, durante la pandemia lo que más extrañan niños y jóvenes son la escuela, los amigos y los maestros. 3) los padres son eso, padres, no propietarios de la vida de niños y jóvenes, de manera que no pueden imponer lo que les venga en gana, sin respetar los derechos de los infantes. 4) No corresponde a los padres establecer por su cuenta lo que deben o no aprender sus hijos, aun cuando deben contribuir junto con la escuela y otras instituciones a su educación. 5) El estado tiene la responsabilidad de garantizar la educación de los ciudadanos y por tanto, establecer los modelos educativos, administrar el sistema e incorporar a la tarea docente a los mejores profesionales y procurar los insumos requeridos para asegurar su calidad. 6) si el estado se desprende de esa responsabilidad para entregarla a manos particulares, lo más seguro es que se abrirá una intromisión de adultos, empresas, iglesias y cualquier tipo de sectas para sojuzgar a niños y jóvenes. Eso sí, disfrutando de un negocio altamente rentable. Ahora y siempre es prioritaria la defensa de la educación pública.

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