Opinión

El nono

6 de abril de 2021

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 Alberto López Núñez


Alberto López Cárdenas (19-02-1921- 09-10-2007) nacido en Táriba, en la casa paterna que todavía existe, es el ser que más quise en mi vida y creo no equivocarme en decir que fui uno de los seres que más amó, por lo menos el reconocía que era su nieto preferido. Este recuerdo no es ni histórico ni objetivo, es solo un homenaje salido desde el fondo del corazón a un hombre excepcional.

En la época de su nacimiento, Táriba era una apacible y próspera población, sus principales fuentes económicas eran la agricultura y la ganadería. El Nono vivió el auge y la decadencia de esa población del régimen gomecista (“la dictadura liberal” Manuel Caballero dixit) a la oprobiosa tiranía socialista de Chávez. Felizmente no llegó a ver el estado de postración actual de Venezuela en general y del Táchira en particular.

No hay característica que distinga más al Nono que su devoción a la Virgen de la Consolación de Táriba, desde su infancia hasta su muerte fue su gran devoto, rezándole varias veces al día, yendo asiduamente a misa en la Basílica y fomentando su veneración por doquier constantemente, su recuerdo más bello que conservo es la medalla de la patrona que regaló a familiares y amigos.

El Nono fue un hombre familiar por excelencia, hijo, padre, esposo y abuelo ejemplar. Casado con Yolanda Oliver ( Nande) procreó tres hijos: Filomena( Malena), Alberto ( Cocó) y Yolimar. No he conocido padre más insigne que el Nono, toda su vida estuvo signada por su dedicación total a la crianza y protección de sus vástagos. Hizo hasta lo indecible por mimarlos y complacerles, haciendo incluso cosas descabelladas, como endeudarse para hacer una de las fiestas más memorables del Táriba de la época para festejarle los 15 años a Malena. Su dedicación a la educación de sus hijos fue total, viéndose fructificada en las exitosas carreras de ellos.

Su esmero por la casa de Táriba fue una constante, cada detalle de su mantenimiento lo realizaba con deleite. Por décadas se consagró a su reforma y embellecimiento, lo único malo que recuerdo (asesorado por arquitectos modernistas sin ninguna inclinación por la conservación del patrimonio histórico) fue la eliminación del bellísimo patio de piedras por un jardín insípido. El mobiliario heredado de sus padres se conservó intacto hasta su muerte. La casa de Táriba es una mansión sin igual, bella como ninguna, acogedora sin par, única en estilo y elegancia. Sin duda mis recuerdos más bellos de mi vida están ligados a los días vividos en ella. Que pena que la familia no la haya podido conservar.

Su bonhomía familiar la demostraba en los eventos que en la casa celebraba, especialmente las fiestas religiosas. La celebración del 15 de agosto día de la Virgen, no tiene paralelo, con las puertas abiertas recibía a prácticamente todo el pueblo, sin distinción alguna.

Otro aspecto resaltante del Nono fue ser un amigo insigne. Desde sus íntimos ( el “ Capitán “ Cárdenas López, Peñita, Gregorio Guerrero, Dimas, entre decenas que se podrían citar) hasta los ex compañeros de estudio y colegas, los parientes , los funcionarios municipales, los amigos de sus hijos y nietos; pero qué duda cabe toda persona hasta cualquier conocido recibía su cálida simpatía, cómo no recordar el ir caminando con él, una cuadra duraba un tiempo eterno pues a todos saludaba y dialogaba con ellos, por algo se le conocía con el apodo de “ Papito”, es que su afecto y simpatía eran infinitos.

Su integridad, honestidad y rectitud son intachables. Fue un hombre con grandes valores (religiosos, familiares, patrióticos, profesionales, etcétera) y jamás flaqueó en el ejercicio de ellos durante toda su vida. Basten dos ejemplos: abandonó una promisoria carrera como juez militar, por defender la memoria paterna en un pleito en el que Don Pausa el bisabuelo, fue abusado en su buena fe. Como Cónsul en Cúcuta ejerció una labor que ningún Cónsul de ningún país en toda su historia haya hecho en el mundo, sin apropiarse de un solo Bolívar, cuando la costumbre de esos funcionarios fue que se dedican a robar el erario público.

Su extraordinario apego al terruño taribense era total, hasta llegar a ser incomprensible, no aceptó altísimos cargos en Caracas y en el exterior por no apartarse de él. Táriba era su pasión y a él dedicó toda su vida con entrega sublime. Dudo que haya alguien que haya hecho más por su pueblo que Nono. Lamentablemente ese fervor no fue correspondido, no hay un busto, una placa un parque o algo por el estilo en su honor.

Políticamente fue de derecha, desde joven admirador de Juan Vicente Gómez, colaboró con el gobierno de Pérez Jiménez y en democracia fue un gran admirador de Caldera, afecto no bien disimulado cuando este traicionó al país acabando con COPEI y la democracia por respeto a las actuaciones de mi papá y mías, contra su segundo gobierno. Caldera le condecoró con la más elevada medalla, y siendo el Nono amante de la ostentación y la publicidad de hechos destacados de su vida, calló esa distinción por creer que mi papá se disgustaría, él vino a enterarse cuando después de muerto Nono, la encontró entre sus recuerdos.

Hombre culto, amante de la Historia, su biblioteca creo que era la mejor del pueblo, lector diario de varios periódicos nacionales y locales, asiduo de los programas de opinión en los medios, gran orador, sus discursos los daba en cuanta ocasión podía, con un sentimiento y prosa gigantes.

Elegante, fino, vestido siempre muy formal, perfumado, cortés, galante, simpático, amigable, su donaire y gentileza eran constante en él, si se busca el arquetipo del caballero no hay mejor figura que la del Nono. Aunque esa jovialidad se acababa en sus frecuentes ataques de mal genio, de los cuales la pobre Nande era la sufriente principal.

No se puede negar que la fama de Don Juan del Nono era muy bien merecida. Fue mujeriego hasta sus últimos días, no hay nada que admirase más que la belleza femenina y sus amoríos desde los más casuales de un rato, hasta amantes de años, fueron una constante de su historia sentimental. Confieso que ciego por la idolatría que le tenía fui su cómplice en no pocas de sus aventuras amorosas.

En fin, el Nono fue el faro de mi vida, le seguí e imité durante toda la vida, nuestra relación fue de total camaradería, fuimos más que abuelo-nieto, camaradas fraternales, cómplices, amigos íntimos. No me cabe duda que a pesar de sus errores su legado para mí fue el inculcarme los valores religiosos, familiares, cívicos que brillaban en su vida y que trato de conservar en su memoria.

Sigo en un enlace espiritual con su alma, le ruego me guíe, me proteja, me ayude, me siga acompañando todo el tiempo, intercediendo ante su adorada Virgen de la Consolación por mí, Dios te guarde en el cielo mi adorado Nonito, que falta me haces.

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