Néstor Melani
Aquella mañana, después de la inauguración de mi exposición en el Colegio de Médicos de Mérida, donde entre tantos personajes estuvieron las figuras del notable César Rengifo, el médico José Humberto Ocariz, D. Ramón Vicente Casanova, Mons. Miguel A. Salas, Fulgencio Hernández, el guerrillero Freddy Yépez y el escritor y político Ramon J. Velásquez, y que por invitación del Dr. Héctor Febres-Cordero fui a su casa.
Aún la recuerdo, muy cercana al aeropuerto.
Me acompañó la hermosa Dra. Victoria de Vicuña.
Era mayo de 1975.
Y entre tantas presencias del ilustre jurista y académico, apareció de «Las Hojas Sueltas» de don Tulio Febres Cordero, la Leyenda del “Perro Nevado de Bolívar en 1813», la esencia de la originaria raza del terranova consagrada de imágenes a san Bernardo y convertida en los dichosos ejemplares puros de Mucuchíes.
Visión de amor del cronista eterno de la ciudad, de las montañas, a la lealtad bolivariana.
Habló don Héctor Febres. Y después de enseñarme el Reverón de su colección me abrió los apuntes originales del insigne historiador, describiendo la presencia del viejo hacendado del Páramo, Vicente Pino, y los misterios de la luna cuando de una cría nacía un «perro negro», más la forma del indio incrustado en la sierra y viajero del sol de los Motilones y no de los Cuicas, quien llevó el precioso y gigante can. En su ladrar como un eco y la respiración como los truenos que de siglos desvelaron en el imponente Catatumbo…
Bolívar, el Libertador, al contemplar el ejemplar de color negro, porque los perros Mucuchíes son generalmente originales, puros y blancos. Y cuando nace uno de color, dicen que es de las lunaciones. Y el Libertador, al contemplar al hermoso guardián de la eternidad de la sierra que era totalmente negro; solo sus orejas, el lomo y el rabo blancos. Como si hubiese cruzado un helado invierno. Al verlo, el guerrero Libertador lo bautizó como «Mi Perro Nevado»…
Fue encargado al originario Tinjaka su cuidado y custodia, por 18 pesos de plata -lo dice el texto desde las anotaciones y letras de don Tulio. Y ocho años después, en el campo de Carabobo, como una dimensión de los siglos, el precioso «Perro Nevado» ladró con la fuerza de un volcán y Tinjaka, llevando una lanza motilona, lo arreó entre las siluetas de los gigantes llaneros del general Páez…
La historia se consagró desde don Tulio Febres Cordero, de tanto amor por el Libertador y más de las raíces mitológicas del «Delirio sobre el Chimborazo»… Esa mañana sagrada, en el estudio del ilustrado mentor y profesor de la Universidad de los Andes, estaba viendo más desde mi corazón, en la inmensa biblioteca del descendiente del sueño de «Las Cinco Águilas Blancas», en aquellos testimonios benditos de la originalidad literaria y mística del más grande cronista andino.
Además, de aquel momento, entendí y aprendí que el viejo Vicente Pino, dueño de rebaños de Mucuchíes, fue el «nono»-abuelo del arquitecto Rafael Pino, el creador un siglo después del escudo del estado Táchira y a quien monseñor Jáuregui contrató para que le construyera el Colegio Seminario del Sagrado Corazón de Jesús de La Grita, bajo unos planos que san Juan Bosco le donó en Turín-Italia, a través del reverendo Murialdo, en 1886. Más la reconstrucción de la catedral del Espíritu Santo.
Pasaron los años de aquel despertar en la casa del ilustre Dr. D. Héctor Febres Cordero. Y entre tantas cosas hermosas logré pintar en lo alto del cielorraso del gran salón de la gobernación merideña al indio Tinjaka y al negro perro Nevado e la raza gloriosa de Mucuchíes. Entre azules eternos, los dos violinistas que acompañaron al maestro Francisco del Castillo en la iglesia de Tabay. Allí, entre una gloria mujer envuelta en las Calas, «los lirios del agua» de las cimas andinas. Más cerca del cielo…
Quedan las eternidades de una leyenda descrita en la virtud humana e histórica de un perro negro llamado «Nevado» y su cuidador, el indio Tinjaka, quienes murieron en Carabobo por amor a la patria…
Ladrarán los perros Nevados y el viento hará que las nubes dibujen la figura de Bolívar atravesando los siglos…
Cantan los andinos en nombre de la libertad.
De mi libro:
“VIAJEROS DEL TIEMPO”
Néstor Melani Orozco *