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Inicio/Opinión/El último mojigato

Opinión
El último mojigato

jueves 5 abril, 2018

Desde hace rato el mundo se desestabiliza. Las culturas en muchos pueblos del planeta Tierra empiezan a desgastarse. A perder su tejido. Los síndromes, en todos los órdenes, acompañan a los ciudadanos. El cuadro clínico de los hombres y mujeres se complica con mayor efervescencia, en los países que buscan desesperadamente salir del llamado subdesarrollo. Los medios de comunicación, ahora más que nunca, son testigos de las circunstancias que se atraviesan. Si revisamos la historia reciente de los sucesos que volatizan las ciudades que aspiran a la estabilidad social, política y económica, encontraríamos que sus ciudadanos se tornan temerarios ante las decadencias de sus instituciones. Las cuales muchas veces son tomadas por hombres enjutos y mojigatos que, más tarde, se convierten en poderosos distribuidores de miseria. Aquí sacan a flote el misticismo, la furia, el arrebato, ante la imposibilidad de lograr lo que se proponen por la vía del consenso.

Los casos de mojigatería en el mundo de hombres atrincherados en el poder de mando, abundan. Estimado lector, dos conceptos de persona mojigata y saque sus conclusiones: 1) “Que finge timidez y humildad”; y 2) “Que tiene o finge un recato exagerado y se escandaliza fácilmente” (http://www.wordreference.com/definicion/mojigato). En ambos casos, la persona mojigata disfraza, aparenta, simula una circunstancia. Ahora, vayamos a la realidad. A la práctica. Al día a día de lo que sucede en las sociedades. Revisemos las actitudes (con c) de cada uno de los gobernantes.

Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que el grado de mojigatería (tomando una escala) es altamente significativo. Venezuela no es la excepción. Todos sabemos cómo ha sido el comportamiento de los mandatarios que hemos tenido. Las “villas y castillos” que han ofrecido, antes de situarse en el poder, no existen. Jamás han existido. Andan por los pueblos ofreciendo, dóciles y bajo engaño, propiedades a los más necesitados. Para la masa no hay otra salida sino acceder a las peticiones del mandatario. Son resignados seguidores del hombre que les ofrece sacarlos de los subterráneos. Bajo estas circunstancias, se posesionan en el “trono”, hasta que ocurra algo inesperado. Hasta que claudique o finalice su mandato La alegría de muchos es inmediata. Y le tocará a otro con las mismas características o peor que el anterior mandatario. Es decir, el ciclo de la supervivencia no desampara al necesitado. Que, en el caso de Latinoamérica, son decenas de millones.

He aquí algunas interrogantes: ¿Quién puede negar que en Venezuela, en este siglo XXI, la pobreza se ha multiplicado? ¿Quién, con mediana inteligencia, no saca en conclusión que las políticas dirigidas a los ciudadanos son “pan y circo”? ¿O acaso no es una gran verdad que cada día hay más ranchos en las orillas de los ríos? ¿O es mentira que en nuestro país crece, a pasos agigantados, la miseria humana? Ahora mismo tenemos en puerta unas elecciones. No hay forma ni manera de hacer entender al Presidente y sus acólitos enganchados al régimen, que esas elecciones propuestas por Nicolás no se ajustan a lo que muchos consideran una verdadera transparencia y ecuanimidad. Un gran porcentaje de ciudadanos venezolanos  (y extranjeros residentes en nuestro terruño), y muchas naciones democráticas de los continentes, piden que la elección para elegir al presidente, sea suspendida tal como está planteada. La obsesión continúa. A todas estas, cabe entonces la pregunta: ¿La actitud del Presidente lo hace un ser mojigato? Se abre el debate pues. (Alfredo Monsalve López) /

[email protected]

@monsalvel

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