Opinión

El último taller del pintor Alirio Palacios

7 de julio de 2021

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Néstor Melani Orozco *

Fueron días muy amenos. Maturín recibía mis obras de este «Bolívar Pueblo», más de testimonios, y la voluntad de Marco Tulio Arellano, director de Asuntos Públicos de PDVSA, me apoyaron para realizar tres grandes murales. Mas, desde aquellos encuentros, Ana Anka me llevó a visitar en Tucupita la casa de Alirio Palacios. El venezolano maestro del Delta, quien tuvo la dicha de ir a las escuelas de arte de la poderosa China.

La noche se hizo amena…

Hablaron los tiempos y Alirio Palacios se llevó su corcel azul en la fuerza gigantesca del Caballo de Pekín.

Hablaron las voces del gigante dragón amarillo que visionó un siglo atrás Napoleón. Mientras de fuerza, la espada de la última dinastía se elevaba en los misterios del templo de Confucio.

Y el Arte de la Guerra devenido del breviario de Sun Tzu, donde se describió esa noche en los aromas inmensos del Delta del Orinoco.

Y la Luna permitió abrir los cielos como cuellos de milenios grabados en los jeroglíficos rupestres…

El negro sonrió y preguntó por el Museo Vial, desde Cúcuta a San Antonio.

Era el Alirio Palacios bondadoso. Artista. Dueño de las modernidades.  Nos recibía en su casa de mantas blancas y entre el retrato de Mao y de Bolívar se describieron los secretos.

Vino la fuerza de las dos lunas y el recuerdo del cocinero de la marcha hacia la ciudad de los espadachines abriendo el fuego de Buda con las flores amarillas del viaje, como si un samurái se adentrara en las hogueras para crear aromas de gigantes de la China milenaria y almacenar los pétalos de rosas del pintor, para mostrarnos los aguafuertes venidos en la clandestinidad de la universidad de China. Porque en esa gran nación las obras de arte son intocables y, siendo de su autoría, no podía sacarlas. Mas tuvo que camuflarlas dentro de sus abrigos para traerlas a Venezuela…obras pintadas en las pieles del papel de arroz…

Con las medidas de la muralla y los puntales de las bisagras de la puerta roja…al templo de los emperadores…

Y donde un nipón había cultivado trigo entre el arroz de los italianos y las harinas rojas de Cantón.  Donde suenan las voces de la lealtad más gigantescas de la Tierra…

Esa noche, el maestro dibujó en largas hojas de arroz y se embebió de mosto de las rosas. «Vino de flores» que invitó para que saboreáramos debajo del cielo majestuoso del Delta.

Nos acompañó para hablarnos del arte moderno y decirnos los signos de la otra escuela de Caracas …

Como del devenir de su amigo Alejandro Obregón y las visiones de las «Casas Muertas» de Otero Silva, como el grito bolivariano de Hugo Chávez…

El pintor diplomático en New York. El del delirio expresionista y hacedor de las puntualidades esotéricas de la pintura latinoamericana.

Ana Anka describió los sonidos de la flauta y la comparó con las ‘kenas´ de su Perú legendario.

Volvió a las imágenes y pintó hasta el amanecer, mientras su última mujer preparó ajenjos calientes y pan de arroz…

Las horas se convirtieron en solemnes presencias…

Muy de la hora matutina, el pintor desapareció entre las paredes de papel  y nosotros, con el amoroso respeto, regresamos a la ciudad del río Guarapiche…

Pasé más de seis meses pintando los murales. E inauguré una de mis exposiciones, donde Bolívar hablaba con sus originarios del fuego de las fumarolas de la tierra del gas…

Y desde los sentidos aprendimos las ceremonias del maestro negro venido de las fuentes de China. Donde un mar amarillo debe despertar al gigantesco dragón que predijo Napoleón y «estremecería al mundo»…

A Ana Anka, la psicóloga peruana que fue guía en el Liceo Militar Jáuregui de La Grita, la volví a encontrar junto a su compañero gestor cultural…era el 2004.

Ya seis años después, en mi viaje a La Habana para la reinauguración de la «Casa Bolívar», logré apreciar los encantos pictóricos de Alirio Palacios…

Mientras de mis «Gritos de América» me había iniciado más entre las escrituras y mis gigantescos murales…

Ayer, entre mis recuerdos, vi de nuevo al Negro sabio del Delta del Orinoco con sus estrellas y los mitos, con su peregrinación a la China y el sabor de las aguas en los rituales que solo conceden las verdades…

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