Eduardo Marapacuto
En los repliegues del alma busquemos las fuerzas indómitas de nuestro espíritu y con la convicción revolucionaria limpiemos cualquier herida para que sanen los rencores, las inconformidades, las incomprensiones, las quejas y las frustraciones. Vamos pues, a enaltecer la lucha, a escribir juntos la historia de la Tercera Independencia, porque eso, nada más y nada menos, es lo que nos vamos a jugar en el 2024, donde debemos vencer a los traidores, a esa derecha fascista que se viste de arrogancia y que, además, sienten un profundo desprecio por este pueblo y por la Patria.
La derecha fascista venezolana ama la traición, que viene siendo como la puerta trasera por donde ellos se conducen hacia los abismos de la nada y donde realmente sucumben ante sus propias debilidades, que los arrastra hacia los fracasos y las seguras derrotas de siempre. Las revolucionarias y los revolucionarios aman a su Patria, siempre se mueven con la motivación auténtica de la lucha, convocando siempre al heroísmo. A través del tiempo van reafirmando su fe y sus ideales, que son como dos llamas encendidas que le alumbran el pensamiento para abrirse paso ante los retos y la gloria de la Victoria.
Asumamos ese compromiso, tal como lo asumió Simón Bolívar con el Juramento de Monte Sacro, un 15 de agosto de 1805, cuando en un destello de su pensamiento lanzó un rayo de luz que alumbró, desde allá, la independencia en los cielos de América para lograr la Libertad. Sabemos que la batalla que hoy estamos librando como fuerza revolucionaria es difícil y complicada, por ello toda la energía y toda la esperanza en cada uno de nosotros para no desmayar en el compromiso político, intelectual, moral y espiritual.
Nada de sentir el cansancio del caminante, que impidan cruzar los valles, las llanuras y sus montes de color de Patria, sino apurar el paso y pisando firmes para dejar marcadas las huellas de la Victoria. Cuando el sol decline ya nuestro andar debe ir lejos; cuando aparezca la luna llena será para alumbrar el camino de la tierra fértil; cuando llegue el silencio de la media noche, bañado con el esplendor nocturno, debe ser para nutrir el alma revolucionaria.
Hay que despertar cada día con la convicción de la Victoria y la mirada puesta en el horizonte de la verdad, para llegar hasta allá, hasta las fronteras de la Tercera Independencia. Hay que dejar atrás el viento seco que ahoga y quema los pulmones y los sueños. No hay tiempo para vacilar ni para esperar la tempestad, porque a lo largo de este trajinar de la Patria, han pasado muchas tempestades, y hemos resistido, hemos luchado hasta obtener la victoria y logrado la calma, la sobriedad y la experiencia y agudeza del pensamiento, cualidades del legado heredado de Bolívar y Chávez, que hoy están en el recuerdo y al servicio de la vida y la defensa de la Patria.
La actual dinámica política muestra abiertamente el nivel de conciencia del pueblo venezolano. Por ello el discurso revolucionario tiene que seguir el legado de la coherencia para fortalecer ese campo revolucionario que comprende todos los espacios políticos, sociales, culturales, económicos y militares. La dirigencia revolucionaria, en todos sus niveles, tiene que articular con la militancia y ésta, a su vez, con todas las estructuras del Poder Popular, para que la revolución se mantenga viva y tenga voz en cada espacio, en cada rincón de la Patria.
Politólogo, MSc. en Ciencias Políticas.
Investigador RISDI-Táchira