Opinión

En defensa de la Iglesia católica

18 de enero de 2020

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El mal busca la destrucción de todas las instituciones, la Iglesia no es la excepción, sabiendo que el bien triunfará sobre el mal; no obstante, el mal existe, toma muchas formas en la sociedad, para expandirse y tratar de lograr su objetivo.

Los comunistas atacan a la Iglesia de forma permanente, en razón de que el cristianismo ha sido fundamental en la caída del comunismo en el mundo; para esta izquierda, la Iglesia es una institución barrera entre el individuo y el Estado, los comunistas quieren a un individuo dependiente, ponderando al Estado como el dador que satisface sus necesidades, personas débiles, sin fe, temerosas de la vida y sin futuro.

Destruir la familia es parte de un propósito logrado en Venezuela y en los países donde se han instalado, la dividen, fracturan y la destierran; de esa manera va encontrando en la sociedad al individuo en solitario, sin apoyo, presa más fácil para que el Estado lo adoctrine.

Los mensajes comunistas del paraíso en la tierra, del odio y su práctica como política de Estado para dividir a la sociedad, la negación de Dios, el discurso igualitario, contrario a la desigualdad natural, el combate a la propiedad privada, apreciada por el catolicismo como necesaria para lograr la libertad, y el derecho al trabajo, son parte de las razones concretas para adversar conceptualmente a la Iglesia.

El católico solo se arrodilla ante Dios, nada lo doblega, menos frente a lo que consideramos el lado oscuro. Por ello, promueve el ateísmo, y viola la libertad de las personas para decidir en atención de su libre albedrío.

El papa Benedicto XVI dijo: “La Iglesia siempre es el jugador débil, siempre está bajo el ataque. Pero la Iglesia siempre sobrevive, porque no es solo humana, sino una entidad divina. La buena noticia es que el amor de Dios triunfa sobre el mal. El diablo nunca triunfará sobre el bien”.

El clero venezolano habla sintiendo el sufrimiento de un pueblo, la palabra de los obispos y sacerdotes revela el sentir ciudadano y el coraje para levantar la voz, asistidos de la razón, en claro mensaje de que no hay que tener miedo y así se ponen al frente de la feligresía, dejando a los laicos la responsabilidad de ponernos a su lado y seguir.

Vendrán más ataques desde el alto gobierno socialista, tratarán de dividir, desprestigiar, descalificar; pero deben encontrarnos con la fuerza y la dureza como la piedra sobre la cual Pedro edificó la Iglesia.

Concluyo con un llamado a los laicos que formulara J. Eduardo Moronta: “formarnos de manera permanente, de tal forma que no nos puedan convencer argumentos sin fundamento y, en segundo lugar, defender a nuestra Iglesia, a la vez que cristianizamos al mundo, a Venezuela, sin miedo, porque de lo contrario, el falso profeta, desde el púlpito nacional, confundirá a muchos, que luego podrían abandonar nuestra casa por ignorancia o miedo”.

Dios Bendiga a los venezolanos.

Carlos Casanova Leal

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