Opinión

En la búsqueda de la huella de carbono en Venezuela

28 de octubre de 2024

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Hogan Vega y Dorli Silva

Vivir en armonía con la naturaleza, es un dicho de un tachirense que disfruta de una ciudad como San Cristóbal y sale de lunes a viernes a trabajar; al atardecer se moviliza hacia el Parque Metropolitano, para caminar y disfrutar del ambiente bajo la sombra de los árboles. En ese transcurso del día a día, vigoriza su cuerpo con unos buenos desayuno, almuerzo y cena. Además, durante el fin de semana sale a disfrutar de una caminata, a la montaña o va en vehículo, al Chorro del Indio o a poblaciones como Peribeca, San Pedro del Río, Pregonero, Delicias, en Venezuela, o Cúcuta, Chinácota, entre otras, en la vecina república de Colombia.

No deja de agradecer a la vida, por tener una vivienda con todos los servicios básicos de electricidad, agua, televisión, internet, telefonía fija y móvil, servicio de recolección de basura, entre otros. De ahí que tiene un trabajo que le permite cubrir los gastos básicos de los servicios y alimentación, y puede disfrutar de la naturaleza, tanto dentro y fuera de la ciudad que le acoge como ciudadano que interactúa en una sociedad organizada, con una gran vinculación con su entorno.

Al mismo tiempo, contempla durante el día los rayos del sol, ve las nubes o un día lluvioso, observa las gotas de agua, y mira un atardecer con un sol rojizo espectacular llamado por los llaneros, como el sol de los venados. Asimismo, disfruta de una noche de luna llena con muchas estrellas, todo eso gracias a la vida, que permite el movimiento de rotación de 24 horas del planeta azul y su movimiento de traslación de 365 días alrededor de la órbita del sol, para celebrar un año más de vida. Sin embargo, hay un indicador complejo, pero de fácil comprensión que tiene la potencialidad de hacerlo más consciente acerca del impacto que la actividad cotidiana genera en el ambiente, llamada la huella de carbono.

El Diccionario de la Lengua Española, DLE (2024), de la Real Academia Española (RAE), define a la huella de carbono, como la: Medida de la cantidad de gases de efecto invernadero producidos por las diversas actividades realizadas por un individuo, una comunidad o una organización.

En consecuencia, los gases que se indican en el Protocolo de Kioto como máximos responsables del efecto invernadero y que contribuyen con el calentamiento global, los denominados Gases de Efecto Invernadero (GEI) son: el Dióxido de Carbono (CO2), que se produce de forma natural por la respiración de los animales y la descomposición de la biomasa. También puede entrar en la atmósfera por la quema de combustibles fósiles y reacciones químicas; el Metano (CH4) es un gas incoloro que es el principal componente del gas natural; el Óxido de Nitrógeno (N2O) se produce por la acción microbiana en el suelo, el uso de fertilizantes con nitrógeno, la quema de madera y la producción química; los Hidrofluorocarbonos (HFCs), los Perfluorocarbonos (PFCs), el Hexafluoruro de Azufre (SF6) y, desde que se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más conocida como COP 181 en Doha (2012), se agregó el Trifluoruro de Nitrógeno (NF3).

Los GEI atrapan el calor del sol y lo mantienen cerca de la superficie de la Tierra, en lugar de dejarlo escapar al espacio. La actividad humana ha sido crucial para el desarrollo de los GEI; por consiguiente, si se logran hacer tales actividades de forma consciente y se mejoran los hábitos, se puede reducir la huella de carbono. Si se utiliza menos la secadora de ropa, se reduce la cantidad de CO2 que emite dicho aparato, así como la electricidad que consume. No se debe dejar conectado el cargador del celular; un cargador de corriente consume energía, aunque no esté conectado al teléfono; asimismo, cualquier aparato que permanezca enchufado, aunque esté apagado. Se debe revisar el refrigerador, limpiarlo, quitar el exceso de bolsas y empaques que ya no se necesite; ello implica que dicho electrodoméstico consuma menos energía eléctrica para enfriar. Por otra parte, se debe reducir el consumo de carne, pues la actividad ganadera es una de las grandes emisoras de GEI. Por supuesto, existen otras medidas que puedes tomar; dependen del estilo de vida, tales como el uso eficiente del aire acondicionado, la movilización en automóviles al buscar alternativas de transporte, la reducción de los vuelos en avión y la plantación de árboles endémicos.

Son ejemplos, para una persona, pero la realidad indica que la huella de carbono es la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto por un individuo, organización, evento o producto. De allí que, la huella de carbono de una organización mide la totalidad de GEI emitidos por efecto directo o indirecto, provenientes del desarrollo de la actividad de dicho organismo. La huella de carbono de producto mide los GEI emitidos durante todo el ciclo de vida de un producto, desde la extracción de las materias primas, el paso por los procesos de fabricación y distribución, hasta la etapa de uso y final de la vida útil (depósito, reutilización o reciclado).

En resumen, no se pretende eliminar el consumismo; se requiere tomar consciencia y raciocinio de que todo lo que se consume se debe producir. Se generan GEI que provocan el fenómeno del calentamiento global, generado por efecto directo o indirecto por un individuo, organización, evento o producto. Por ello, se hace necesario explicar, de forma muy general, cómo calcular la huella de carbono; se ejemplificará con el caso de una organización.

En primer lugar, cabe indicar que las emisiones asociadas con las operaciones de una organización se pueden clasificar como emisiones directas o indirectas, de acuerdo con las normativas y leyes internacionales. Emisiones directas de GEI son emisiones de fuentes que son propiedad de o están controladas por la organización; de una manera muy simplificada, pueden entender como las emisiones liberadas in situ, en el lugar donde se produce la actividad. Un ejemplo de lo anterior serían las emisiones debidas al sistema de producción de vapor si éste se basa en la quema de combustibles fósiles. Las emisiones indirectas de GEI son la consecuencia de las actividades de la organización, pero que ocurren en fuentes que son propiedad de o están controladas por otra organización. Un ejemplo de emisión indirecta es el servicio de la electricidad consumida por una organización, cuyas emisiones han sido producidas en el lugar en el que se generó dicha electricidad.

Una vez definidas cuáles son las emisiones directas e indirectas de GEI y para determinar la localización de todas ellas, se pueden clasificar por alcances. Alcance 1: emisiones directas de GEI; por ejemplo, emisiones provenientes de la combustión en calderas, hornos, vehículos, u otros, que son propiedad de o están controladas por la entidad en cuestión. También incluye las emisiones fugitivas (fugas de aire acondicionado, fugas de CH4 de conductos, etc.). Alcance 2: emisiones indirectas de GEI asociadas con la generación de electricidad adquirida y consumida por la organización. Alcance 3: otras emisiones indirectas.  Algunos ejemplos de actividades de alcance 3 son la extracción y producción de materiales que adquiere la organización, los viajes de trabajo a través de medios externos, el transporte de materias primas, de combustibles y de productos (por ejemplo, actividades logísticas) realizados por terceros o la utilización de productos o servicios ofrecidos por otros.

De acuerdo con los alcances e identificadas sus localizaciones, se debe definir el término CO2 equivalente (CO2 eq), unidad utilizada para exponer los resultados, en cuanto a emisiones de GEI. Sin embargo, el CO2 es el GEI que influye en mayor medida con el calentamiento del planeta; es por ello que las emisiones de GEI se miden en función de este gas. La terminología CO2 eq es la unidad universal de medida, que indica el potencial de calentamiento atmosférico o potencial de calentamiento global (PCG) de cada uno de estos GEI, expresada en términos del PCG de una unidad de CO2.

El cálculo de la huella de carbono de una organización supone un análisis detallado de la actividad que lleva a cabo; su complejidad varía con base en la cantidad de fuentes emisoras de GEI consideradas para el cálculo. Por tal razón, bastará con identificar cuáles de las fuentes emisoras que se detallan, forman parte de las operaciones que realiza la organización para, posteriormente, recopilar la información necesaria sobre los datos de actividad que la definen (principalmente, consumos de combustibles y electricidad).  Sin duda alguna, el cálculo de la huella de carbono es una herramienta con una doble finalidad: reducir los costos que implica el consumo de energía para iluminación, climatización, y transporte y, por otro lado, contribuir a la reducción de las emisiones de GEI y a una mayor concienciación medioambiental.

Por eso es urgente que se emprendan acciones más allá de las personales, para alcanzar impactos nacionales, regionales y globales, con el objetivo de reducir de manera importante la huella de carbono en el mundo. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) alertó que solo si cada año se disminuyeran 7,6 % de las emisiones de GEI, entre 2020 y 2030 sería posible alcanzar la meta del Acuerdo de París, sobre la limitación del calentamiento global a 1,5º C. Si este calentamiento alcanza los 2º C, se estima que, prácticamente, todos los arrecifes de coral desaparecerán, habrá una afectación grave a los insectos que polinizan y es probable que se pierdan de forma masiva varios hábitats.

Asimismo, se advierte en el programa ya indicado, que se afectarán ecosistemas como los que existen en el estado Táchira, y en Venezuela, como país megadiverso que alberga una gran riqueza natural que debe ser conservada y valorada, debido a su condición geográfica por ser al mismo tiempo amazónico, andino, atlántico, caribeño y llanero. A este respecto, los ecosistemas se caracterizan por tener factores bióticos (organismos vivos) y abióticos (elementos físicos y químicos) que determinan las condiciones ambientales y la biodiversidad de cada zona. En todo caso, los ecosistemas son sistemas naturales formados por un conjunto de seres vivos y un lugar físico donde se relacionan entre sí y con el ambiente. En tal sentido, Albert Einstein pronunció lo siguiente: Si me dieran una hora para salvar el planeta, consumiría 59 minutos averiguando el problema y tan solo uno resolviéndolo.

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