Néstor Melani-Orozco *
Las contrariedades de Colombia creaban heridas en los pueblos. Bolívar era convertido en un cadáver político, traiciones y el dolor después de la guerra de Independencia. El General Juan José Flores organizaba cambios, se apoderaba del Ecuador. Santander dictaba destinos y Páez como un «taita» se hacía dueño de haciendas y las «Minas de Aroa» mientras aprendía a leer música y desde las huellas de Juan Pedro López quería convertirse en pintor, para dibujar batallas.
La Gran Colombia desvanecía, traiciones y nuevas asechanzas hacían guerras civiles, y la misión de los tiempos contemplaba al Libertador en un letargo y de un mundo conspiraban sus traidores.
Desde allí, patriotas, defensores de la independencia crearon la «Misión Admirable», pues más de amor la gran nación del sur, nuevamente empezaba a sufrir de los intereses mundanos y de los señalamientos quien otro imperio acechaba.
El Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre es nombrado presidente de la misión. Y fue comisionado de ir desde Bogotá hasta Valencia para mediar con el General José Antonio Páez, en defensa de aquel sueño de la Gran Colombia. Y partiendo desde la ciudad antigua del Virreinato de la Nueva Granada, Sucre, general de los ejércitos del Sur, el político Rodrigo Aranda y el arzobispo José María Esteves, un contingente de soldados, capitanes, su mayordomo Joaquín Caicedo y su edecán, coronel José Escolástico Andrade. Surcando los Andes colombianos hasta llegar a San José de Cúcuta, entre las fuentes de la dignidad y el verdadero y leal sentimiento por Bolívar.
Y un día de los inviernos de aquel marzo 14, de 1830, llegan a la Ciudad del Espíritu Santo de La Grita, aún capital política, como de inmensas montañas que fueron en siglos el escenario de un glacial, y escenario ecológico del Cóndor y de calles de piedra, un convento franciscano en agonías, el de “Santa Clara de 1580″ donde en su iglesia colonial de los ángeles se albergaba una talla del Barroco, en un Cristo. Sentido originario de las escuelas del Cuzco, y a quien 17 años atrás Simón Bolívar prometió en su fe, a sus pies, la emancipación del sur, un 17 de abril de 1813.
Entonces el Mariscal de Ayacucho descansa del largo jornal viajero junto a sus acompañantes en la «Quinta del Padre Manuel de la Rosa i Andrade» entre un pueblo lejano, pero camino de Mérida. Son trece días en la ciudad llamada del Espíritu Santo, de casas blancas por la cal y dos calles de piedra. Un mundo de españoles y nativos originarios, mezclados judíos, y una heredad sefardita, más de canarios agricultores y devotos a las leyes católicas.
«La Quinta de Aguadías» aún existe, en la herencia a sus hijos de Antonio Zambrano, hoy se deberá por sentimiento nombrar patrimonio histórico y cultural de la nación y convertirla en un cenáculo del último viaje de Sucre a su patria sagrada, Venezuela de 1830. Aún vive el patio de caballos, los aposentos y el trapiche, en un grande rancho que, al adquirirlo la nación, hacer de allí, desde su histórica presencia un testimonio de ideas y un gran teatro para una verdadera escuela de nuestra historiografía, como de la cultura nacional.
Es muy importante para nuestra gesta gloriosa de la independencia, afirmar que la última visita del Mariscal de Ayacucho fue hasta La Grita, del Estado Táchira. Porque ya camino de Mérida, en la ruta hacia Valencia, al remontar el lugar de «Las Porqueras” un emisario les anunció que si entraban en territorio merideño iban a ser fusilados. Sucre retorna a La Grita. Y de allí se dirige a Táriba, luego San Cristóbal y San José de Cúcuta. En Táriba del río rojo, «El Torbes» le escribe la última carta al Libertador. Siendo retado a un duelo en Cúcuta por Santiago Mariño. José María Estévez, el arzobispo, impide el compromiso de muerte. Prosigue Sucre a Bogotá, en la idea de verse con Bolívar. Ya el Libertador se había marchado. Urdaneta era presidente de Colombia, acechado de adulantes y traidores.
El General Sucre continúa camino del Ecuador. Por la vía de Pasto. Quería unirse a su hija y a la Marquesa de Solanda, su mujer.
Pero, un 4 de junio, los asesinos dirigidos por Obando, entre un intercambio de disparos matan al «Abel de Colombia»… en la selva de Berruecos.
Se desmiembra un sueño, y de los Gritos de América, como el destello del Catatumbo, aún la tierra reclama por el defensor y fundador de Bolivia, héroe de Pichincha y gloria de Ayacucho…
Hace años encontramos en el archivo de La Grita una sentencia a un chino, por ladrón de gallinas, este desertor de la comisión admirable de 1830, era el cocinero del Gran Mariscal de Ayacucho… Han pasado los tiempos y en aquel pueblo andino, aún existe la casa donde pernoctó el ingeniero y Mariscal de América.
¡Para que viva con honor la verdad!
Mientras aquella casona, donde pernotó el más grande General de los ejércitos del sur, vive la esperanza de su declaración patrimonial…
*Artista Nacional.
*Miembro Fundador de la Sociedad Bolivariana de La Grita 1987.
*Premio Internacional de Dibujo Joan Miró. 1987. *Miembro Honorario de la Sociedad Bolivariana de New York. 1993.-
* Maestro Honorario. 2011.
*Cronista de la Grita. 2003. *Doctor en Arte. 2019.
*Premio Nacional del libro 2021.
*Honrado con su nombre en el Palacio de la Gobernación del Táchira. 2022.