Néstor Melani Orozco
…»Pínteme unas trinitarias rojas para regalárselas a Alí Primera»… me dijo hace 45 años Jesús Sevillano, allá en la Clínica «Caurimare», cuando el ilustrado médico y cantor me vendía cuadros, mis pinturas entre sus amigos, y yo muchachón le llevaba a Caracas mis lienzos de paisajes e imágenes de mis raíces andinas.
Muchos años han pasado. Sabores hermosos sobre un ideario que se vistió de ecos al dolor del pueblo. Entre necesidades que fueron muy grandes en mis tantos recuerdos.
Así entendí «Marinero de Amor», «Los pies de mi niña», y un día, viajando a Barquisineto con el fotógrafo Luis Domínguez, conocimos al «Gordo” Páez y me pareció, desde la luna latente, saber del canto de Alí Primera.
Entre la sangre del pueblo y de la verdad social de ser camaradas, humanos con el mundo, desde las semillas del camino, hasta sus «Ranchos de Cartón»…
Canción hermosa e ideario de quien la agrupación española «Mocedades» le dio la vuelta al mundo…
¡Cómo olvidarlo!
En los caminos de la patria, en las voces de América, en los sueños de un Bolívar consagrado a los eternos gritos de los pobres, desde ciudades capitalistas avasallando sueños, hasta de la alborada de ser hermanos y, un día, camaradas.
¡Lo entendí y lo viví!
Una noche de Maracay hablé del Mural y describí multitudes cantando el nombre de mi patria y desde el canto de Alí nacieron violetas del amor para la rosa roja. Para los ríos, las montañas, desde eco eterno.
Tiempo después estudiando en la Llotja de Barcelona, en Catalunya, en el milenario barrio Gótico encontré a Ricardo Arjona, quien decía versos y cantaba de ambulante trovador (aun cuando no había sido convertido o absorbido a la sociedad de consumo), muy cerca de aquella catedral donde se guardaba el Cristo de Lepanto del Quijote de Cervantes. Allí, Arjona, aún humilde, me habló de Alí Primera y me afirmó de su apreciación de decirme del «Más grande cantor del continente nuestro»…
Porque muy de mis tiempos dibujando murales gigantescos, me enorgullecen las memorias, cuando escuchando de Alí el «Despertar de la Historia» y de irme en su sueño con «Reverón Titiritero» o de hablar de los caminos junto a Macario verdadero, para describir en mil nombres el retrato de Alí Primera.
El día que por voluntad de mi alumno, Tareck El Aissami, el presidente Chávez me invitó a realizar el escudo para la bandera que abrigaria la inmortalidad del Libertador en el Panteón Nacional, en los actos de aquel 24 de julio conocí allí al guitarrista compañero de Alí Primera, en los hechos de la «Canción Comprometida» y en los sentidos de la alborada, el fino guitarrista me describió la pureza humana del hombre que le cantó a la patria e idealizó el amor por la verdad humana y de decir que por nada del mundo, como verdadero, deberíamos negarnos a las necesidades del pueblo.
¡Grito que canta de amor a otra esencia de la verdadera esperanza!
Una tarde paraguanera, hermosa, donde el cielo pintaba los mechurios de la refinería petrolera más grande del planeta, y desde las guitarras, el cuatro y la eternidad de «Mamá Pancha”, fui con mi hijo, ingeniero Pepe Melani, a visitar la tumba del inmenso cantor de toda Venezuela, entonces las trinitarias para Jesús Sevillano se tornaron en recuerdos y los recuerdos en lágrimas.
Pasando los años, allí en mi Grita bendita, fui a la calle «Negro Primero», y en la casa de Ramón Vivas, el hijo del «Andarín», donde todo el pueblo asistía a lavar sus autos; mientras una camionetica «Impala» estaba afuera y el muchacho Ramón, mi amigo, me dijo: «esa camioneta fue de Alí Primera «.
¿Dudé?
Y mostrándome las propiedades y documentos, allí estaba el nombre del poeta, valiente, cantor de una patria entre el sudor de los barrios y las lágrimas del campesino.
Después se lo narré a José Montecano, en Caracas, y desde las fuerzas del fuego me aprendí de Alí Primera los manifiestos humanos y el amor por la esencia de mi tierra.
Por la defensa de la escuela humilde. Del médico humano, del sudor del obrero y de la madre pobre, esperando de los desamparados y de los que siempre bendicen las esperanzas…
Donde entendí la promesa por los pobres de la tierra y sentí que los revolucionarios verdaderos «nunca deberán negar a los humanos: los humildes, y mucho menos, llegar ser traidores»…
Entonces, del alma un día, desde el verdadero amor, siempre su canto será el canto sagrado de la verdad de la patria…
Mientras por siempre una bandera, junto a Alí Primera, se consagrará a un cielo, eternamente… mas desde su poesía, como una carta de amor eterna…
31 de octubre de 1941…
80 años después…
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