Francisco Corsica
Palabras como las que vienen, singulares y llenas de perspectiva, abren una ventana a reflexiones poco comunes sobre el complejo escenario político que ha marcado nuestras últimas décadas, todo desde una realidad paralela, inventada por quienes conversan, para dar cuenta de los cambios ocurridos desde entonces.
Un par de almas sabias, con piel arrugada y cabellera blanca, se desplazan en un vagón solitario del metro. Al no movilizarse en una hora de alta afluencia, iba vacío y sin aire acondicionado. Sus risas y conversaciones resuenan en la quietud del tren, mientras evocan días pasados y tejen sus recuerdos.
La escena cobra vida cuando uno de ellos, como si desatara un hilo de la historia, menciona el reciente referéndum sobre Guayana Esequiba. Uno de ellos dice: “ya es diciembre… Hace unos días se hizo el referéndum, y compadre, estaba recordando que si siguiéramos bajo la Constitución de 1961, estuviéramos en los días de elegir al presidente y a los miembros del congreso”.
¡Qué contraste, qué conexión con un pasado constitucional que, de ser vigente, nos tendría inmersos en la efervescencia de la elección de líderes y representantes en estos días de diciembre! Literalmente, hizo un viaje en el tiempo y trajo a colación algo que mucha gente no tiene presente. En otra época, las elecciones olían a hallacas y se celebraban al son de las gaitas y los aguinaldos.
Una sonrisa pícara se dibujó en el rostro de uno de ellos, al mencionar cómo en los años que terminan en 3 y 8, los nombres de los dirigentes políticos resonaban con fuerza entre la opinión pública. Luego dijo: “¿Te imaginas, compadre, si Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera aún estuvieran en la contienda? Estarían mascando el agua, pero Acción Democrática y Copei seguirían ganando elecciones”.
Sin embargo, la realidad resurge con un matiz melancólico cuando el otro señor, con un dejo de reflexión, menciona que esos líderes ya no están entre nosotros. “En su lugar, estarían buscando la reelección políticos como Antonio Ledezma o Irene Sáez”, dijo en tono pensativo. “¿Sabe? Los que estaban de relevo generacional y que nunca llegaron”, acotó.
Una risa cómplice resuena en el vagón, como si invitaran a todos a sumarse a su ejercicio de imaginación y paralelismos políticos. Pero el otro veterano toma la palabra y continúa con fuerza: “¿Qué habría sido si otros partidos hubieran emergido con fuerza, desplazando a los tradicionales? ¿En qué trinchera estaría María Corina Machado, si la historia hubiera sido otra?”.
Allí se comenzaron a trazar escenarios. Todos ficticios, naturalmente. “Oye, no sé. ¿La Causa R, el MAS y Proyecto Venezuela serían los más votados hoy? Si es así, la reelección sería para Andrés Velásquez o Salas Römer”, continuó. “Viendo todo, unos cuantos se quedaron sin ser presidentes”, dijo pensativo.
La melancolía se apodera temporalmente de ambos, al mencionar cómo algunos líderes se quedaron a las puertas del poder más alto. “Sí, compadre. Muchos. Los últimos presidentes de la democracia eran muy viejitos y murieron a los pocos años de haber salido. El poder debe tener algo, que cuando se obtiene, cuesta soltarlo. Igual pasa ahora. ¿Usted se imagina que en el 88 hubiera ganado El Tigre y en el 93 Andrés Velásquez? Tendríamos dos ex presidentes vivos en vez de ninguno”.
Sin embargo, uno de ellos, con una sonrisa, pone pausa a estas divagaciones. Reconoce que lo que no sucedió simplemente no tuvo lugar. “Compadre, ¡usted y su nostalgia contagiosa!”, dijo riéndose. “¿Sabe qué? Lo que no fue, no fue. En vez de presidenciales tuvimos un referéndum, y ahora las presidenciales tardan 6 años. Así toca”.
De golpe, los dos volvieron a pisar tierra y cerraron el tema. Aceptaron que en la danza de la política, las jugadas y tiempos son impredecibles. Las oportunidades se desvanecen en un juego donde el pasado se funde con el presente. Por supuesto, su mayor aporte fue recordar algo que, por las mismas circunstancias, nadie tiene muy presente en estos momentos.
De verdad, aquello fue como asomarse a un espejo de posibilidades. Meditaron sobre lo que quizá pudo ser y no fue. Plasmaron sus ideas sobre un lienzo donde la política se pinta con colores alternativos. Y sí, muchas caras que en su momento fueron jóvenes, alternativas interesantes y con ideas frescas se quedaron en «el aparato», como suele decirse.
¿Qué aporta esta conversación entre dos personas que vivieron y conocieron las dos épocas? Más allá de la evidente especulación, tal vez la respuesta sea otro ejercicio imaginativo similar. Si el problema del Esequibo se le hubiera presentado a un gobierno actual bajo la Constitución de 1961, quizá no habría referéndum sino acciones de Estado directamente, exitosas o fallidas, orientadas a defender la soberanía territorial.
Y sí, es la época en la cual se solían designar las autoridades nacionales por votación universal, directa y secreta. Resulta divertido especular sobre quién estaría ganando y si se trataría de un nuevo presidente o de una reelección en mandatos separados, como contemplaba aquella carta magna. ¿Cuántas candidaturas se habrían presentado a la contienda? Preguntas que, definitivamente, no podrán ser contestadas.
En todo caso, las elecciones presidenciales no fueron en 2023, pero sí el año que viene. Asimismo, es importantísima la defensa del Esequibo, ya que hay suficiente evidencia histórica y jurídica de que ese territorio le pertenece a Venezuela. Es fundamental ejercer la soberanía plena sobre él, mientras esperamos renovar en los próximos dos años a las autoridades políticas por elección popular.