Es la tarea ciudadana a la que estamos invitados para poder reconstruir el país sobre bases sólidas; sepultar el populismo y el culto a la personalidad, junto al clientelismo, son quehaceres impostergables.
El dirigente político es aquel que tiene la capacidad de conducir a la sociedad, a donde ella por sí misma no llegaría. Lo cual nos enseña, en consecuencia, que el dirigente fija la opinión, el derrotero a seguir, enseña y predica con su ejemplo.
Hoy la auténtica política se ve desplazada por la acción populista, que es una forma de hacer política basada en la propaganda, en el carisma del dirigente y en la consideración de que todo se hace por el bien del pueblo. En otras palabras, es decirle al pueblo lo que quiere oír. Aquí se invierte la polaridad, ese dirigente populista dice y hace lo que el pueblo quiere escuchar.
El populista y el demagogo afirman que algo va a ser gratuito para el pueblo, pero no dice que no existe nada gratis, que lo que se ofrece gratis, antes alguien tuvo que pagarlo. El populismo presenta al líder rodeado de gente que le aclama y así favorecer su imagen pública. Se trasmite la idea de que aquellos que no apoyan al líder son antipatriotas. Atribuye la pésima situación social a conspiraciones internas o a los intereses de fuerzas extranjeras.
El populista es un demagogo que apela a los sentimientos y emociones del ciudadano para conseguir su voto y su respaldo. El populismo y el culto a la personalidad no son exclusivos del oficialismo, también existe en la oposición. Se trata entonces de enterrar el populismo, el culto a la personalidad y el clientelismo; para darnos una oportunidad diferente como sociedad.
El populismo está vinculado al líder carismático, a quienes sus seguidores lo consideran predestinado, salvador, mesías; con historias creadas para lo mítico; y así el caudillismo militar y civil se van formando, y así se consolidan.
El clientelismo, cambia por votos (nada de soluciones a los problemas), el líder clientelar logra la lealtad de sus adeptos por los favores que se reciben desde el gobierno; así los primeros llamados serán su clientela y serán los primeros favorecidos; es un Estado que trabaja primero para la clientela y luego para el ciudadano, quien no tiene las mismas oportunidades.
Este tema es vital tenerlo claro si apostamos a un cambio real, toda vez que esta forma de ejercer la política degrada la democracia; y se enrumba por el camino del autoritarismo (que no es exclusivo del oficialismo) para establecer la premisa de que gobiernan los hombres sobre el gobierno de la ley.
Actualmente los partidos políticos están representados por liderazgos únicos, de hecho, respóndase usted esta pregunta: ¿Cuántos dirigentes nacionales de partido conoce?, las encuestas acompañan su respuesta, se conocen muy pocos. Por tanto existe una orfandad de dirigentes. ¿Cuál es la razón? La ausencia de mecanismos de participación, de legitimidad de elección de los que están.
La tarea democrática pasa por fortalecer, de cara al futuro, los instrumentos de la democracia, sin los cuales podemos salir de Maduro, pero no del populismo, el culto a la personalidad, del clientelismo y con ello, no saldríamos de la vocación autoritaria.
Si no enterramos como sociedad estos hechos, estaremos luego en la misma competencia entre populistas clientelares y caudillos, peleándose al pueblo con lo que quiera escuchar, cuando la tarea es hablar claro para emprender el camino de encontrar la modernidad y la calidad de vida.
Dios los Bendiga.
Los tachirenses tenemos trabajo sepultando antivalores.
Carlos Casanova Leal