Opinión

Entretenimiento políticamente correcto

28 de febrero de 2021

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Francisco Corsica


¿Quién no ha visto dibujos animados alguna vez? Seguramente muchos dirían que sí y me comentarían con entusiasmo una de esas series o películas que los marcaron de por vida. Es una de las fuentes de entretenimiento preferidas por niños y adultos. Todos tenemos algunas que atesoramos en el baúl de los recuerdos y que esperamos ver con nuestros hijos. Son fantásticas.

A mí me encantaban muchas. Aunque cuesta describirlas todas, puedo enumerar las principales. Una de ellas trataba sobre un perro miedoso que cuidaba a sus amos granjeros de peligros sobrenaturales. También veía una sobre unos bebés que hablaban entre ellos. Otra mostraba los viajes de unos amigos con su perro para resolver misterios sobre monstruos falsos. Eso sin contar las historias de una familia cavernícola, un felino rosado, un ratoncito negro y un conejo hiperactivo. Son demasiadas. Es difícil saber cuál es mejor.

Los clásicos nunca mueren, sin duda. Esto aplica a todos los géneros del entretenimiento. Son historias cautivadoras. Bueno, para algunos. Pareciera que otros ya no disfrutan del cine y la televisión como los de la vieja escuela solíamos hacerlo. Como se afirmará luego, en los últimos años el mundo ha sido testigo de varios cambios en las formas de pensar. Muchos, en nombre de reivindicaciones sociales, aseguran que los clásicos deben ser revisados y actualizados.

Ese es el caso de una serie que marcó a generaciones enteras. Seguramente la conocen: Tom y Jerry. Hablo de los cortometrajes originales, no de las nuevas versiones. De las más hilarantes que hay. Fueron muchas las noches que me quedé dormido viéndolos. Adivinen: esos episodios están siendo catalogados de violencia extrema y racismo. Las plataformas que los ofrecen ya no los consideran “aptos para niños” y nos colocan un aviso antes de comenzar el vídeo sobre el tipo de contenido que veremos para tomar previsiones.

Sí se puede decir que era violenta. Recuerdo cómo los personajes se aventaban objetos grandes y pesados, cómo reventaban explosivos en sus caras, cómo emitían gritos chistosos, etc. Aún así, parecían muñecos de plástico: siempre salían ilesos. La violencia era parte de su ocurrencia y no parecía invitar a los niños a actuar así. Más bien aprovechaban una enemistad natural entre animales para divertir a la gente. Y no creo que se pueda hablar de maltrato animal porque ningún humano los agrede: son ellos mismos, gato y ratón.

Qué curioso: la vi infinidad de veces y sin embargo no soy racista. La pólvora de dinamita en la cara de un felino o un roedor no es racismo. Parece más bien comedia. Busca que la gente se ría de las triquiñuelas que estos dos personajes se hacen mutuamente. Nada parecen tener que ver con burlas a determinados orígenes raciales.

La moda en Hollywood es reinventar todos esos éxitos del pasado para adaptarlos a las tendencias modernas. Esto aplica para todo tipo de series y películas. Sí es interesante ver de nuevo las grandes producciones del pasado con mejores efectos especiales, en alta definición y protagonizadas por los artistas de renombre del momento. Como dije antes, los clásicos no mueren.

Pero ahora los adaptan con ese toque inclusivo. Esta tendencia es llamada “políticamente correcta” porque se supone que son una serie de conductas que procuran no ofender o menospreciar a determinados grupos sociales. En ese intento por no molestar a varios, han cambiado parte de la esencia del entretenimiento. Inclusive podríamos decir que la comedia cada vez es menos graciosa.

Jamás insinuaría que esos movimientos no tienen motivos para luchar por algo. Cada quien debe saber qué necesita y qué le es negado por la sociedad o las autoridades. Aceptémoslo: el mundo alberga muchas injusticias. Lo que no parece justo es que las bellas artes paguen los platos rotos de sus exigencias. Es más: las culpan de incitar esas conductas aunque su público no necesariamente incurra en ellas luego de verlas. La comedia, por ejemplo, debe ser irreverente y arriesgada para divertir.

No es por defender los posibles excesos de la industria del entretenimiento, ya que ellos mismos con su contenido pueden hacerlo por su cuenta. Pero creo que han exagerado su juicio hacia todas ellas. En nombre de la tolerancia no toleran los mensajes que no les gustan. Y Tom y Jerry no es la única que podría mencionar en esa situación. De hecho, fue de las primeras en resultar vetada, habiendo muchas más en la lista. Todos esos íconos de la cultura popular ahora resultan ofensivos para alguien.

A pesar de todo, me contenta saber que todas esas joyas de antaño no han sido del todo censuradas. Solamente nos avisan que algo “políticamente incorrecto” contienen: machismo, homofobia o racismo. Aunque no sean tales en muchos casos. No obstante, prefieren vendernos las nuevas versiones aunque no brillen como las anteriores. Ponen difícil al espectador conseguir esos grandes del pasado. Si quieren rehacerlas, está bien. Solo no impidan que veamos las de toda la vida. Esas mismas que cautivaron a millones en su momento. Es lo más plural y tolerante que pueden hacer.

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