*Rocío Márquez
En una era donde los textos ya no se escriben únicamente desde el alma humana, sino también desde algoritmos que predicen la próxima palabra, la pregunta no es si la inteligencia artificial (IA) puede escribir, sino cómo lo hace y qué tipo de escritura estamos promoviendo. Steven Pinker, reconocido psicólogo y lingüista de Harvard, ha sido claro: los modelos de lenguaje como ChatGPT escriben con corrección, pero sin carácter.
La belleza está en los detalles
La escritura, como acto humano, ha sido siempre un intento por traducir el pensamiento al papel. Sin embargo, tal como señala Pinker, no basta con hilvanar frases gramaticalmente correctas. La buena escritura es visual, concreta, rítmica; busca tocar una fibra del lector y, en ocasiones, hacerle sonreír. Pero la IA, por diseño, busca el promedio: “un mashup”, dice Pinker, de miles de ejemplos ya existentes. Lo que obtenemos no es prosa defectuosa, sino prosa tibia.
El riesgo de la tibieza automática
Esta tibieza tiene implicaciones profundas. En el afán de parecer eficiente y neutral, los textos generados por IA corren el riesgo de perpetuar una escritura sin identidad, sin riesgo y sin metáforas que incomoden o conmuevan. Y, sin embargo, cada generación necesita su dosis de incomodidad poética para pensar más allá del cliché.
Conocer demasiado, explicar poco
Pinker también alerta sobre la “maldición del conocimiento”, ese defecto humano que nos impide darnos cuenta de cuánto sabemos y qué tanto damos por sentado. El problema no es nuevo, pero la IA lo agrava: un modelo entrenado en la superficie de todo corre el riesgo de decir mucho sin decir nada. Como un conferencista que usa jerga técnica frente a un público lego, solo que ahora ese conferencista escribe mil ensayos por minuto.
No temer, pero tampoco ceder
¿Quiere decir esto que debemos temerle a la IA? No. Pero sí debemos aprender a convivir con ella sin entregar lo más humano de nuestra escritura: la voz propia. La IA puede ayudarnos a corregir, resumir o incluso inspirar, pero el verdadero reto está en resistir la tentación de escribir como ella: genéricamente.
Escribir como acto de resistencia
Como en otros momentos de la historia, el futuro de la escritura no será decidido solo por la tecnología, sino por nuestras decisiones culturales. Podemos elegir una escritura que sea simple sin ser superficial; breve sin ser trivial; clara sin ser vacía. Como recuerda Pinker: “Omitir palabras innecesarias no es solo una regla de estilo; es un acto de respeto al lector”.
Y tal vez, en tiempos donde la prosa automática amenaza con abarcarlo todo, escribir con autenticidad se convierta en el acto más revolucionario de todos.
*Comunicadora Social. Doctora en Ciencias Humanas. Profesora en la Escuela de Comunicación Social, Universidad de Los Andes Táchira.