Opinión

Este presente

24 de febrero de 2023

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Porfirio Parada

Porfirio Parada

Sí, este es mi presente, el que registra a la señora que se queda parada mirando entre las rejas del Viaducto viejo. Mediodía. Vestida con ropa de una pieza, y con una bolsa en la mano. Ella que divide el cielo, tráfico, transeúntes, Barrio 8 de Diciembre. Un señor caminando al igual que otros la ven pero siguen su camino, otro que parece sereno pero mientras se acerca la ve ya algo sorprendido, la reconoce y la saluda. Los dos se quedan casi en la mitad del viaducto mientras lo demás pasa. Este presente de los detalles que guarda la rutina de los días sin cuidado, de los rostros desconocidos, secos como la memoria del instante a la hora pico, obstinados como las fachadas sin pintura, llenas de humo, enfrentadas al olvido urbano. Sonreír algunas veces es un maquillaje.

Presente que sirve como catalizador de las buenas intenciones para mi cuerpo. Aunque algunas veces insisto en tratarlo mal, busco acuerdos con la mente y la madre naturaleza para corregir la piel y su organismo, haciendo ejercicio. Camino parte de la avenida 19 de Abril hasta llegar a la avenida Rotaria, comienzo a subir la caminería que conecta con el exótico Parque Nacional Chorro El Indio. Me escapo de la ciudad estando dentro de ella. Pero ahora con bosques preciosos, animales que vuelan o se escuchan entre las hojas, el viento que parece agua, el frío concentrado en una esquina del trayecto, subiendo arriba entre túneles florales y rocas húmedas. Llego hasta “El Nevada” donde está un hotel y restaurante y sigo caminando hacia la próxima curva, pasando una cruz enorme, empieza el choque de los vientos, las otras montañas ya con ganado visible, el olor a bosta y a tierra. Loma del Viento. Me bajo cansado viendo la ciudad desde las montañas, disfrutando el paisaje.

Mi monólogo interior con la historia, mi estar en una sala de exposiciones vacía, con obras de arte en las paredes. Sin personas. Transitar por el patrimonio cultural y por la ignorancia del mismo, descubrirlo desde su ausencia. Recurrir a los impulsos esenciales del creer para mejor comunicar. Ir a las documentaciones, probar de nuevo con la poesía, encontrar la lucha de los demás, en su trinchera, en la acera del frente. Este presente comunicador, buscando canciones que son la banda sonora de mi vida para incluirlas en mi programa de radio. Escoger las mejores palabras para que mi voz sea entendible aunque padezco de muletillas y algunas veces me da por tartamudear. Conversar con buenos invitados, trabajar en la producción. Escribir para el diario, para esta columna, para muchos y para nadie como lo estoy haciendo en este momento, ha sido un ejercicio crudo y sincero, no tan ligero. Me sigo encontrando (o perdiendo) mientras escribo.

En los partidos de fútbol en Pueblo Nuevo. Ver los mejores atardeceres desde las gradas, deleitar lo que esconde los pinos detrás del estadio, luz de la neblina con la que se filtra entre los arbustos, entre verdes y amarillos por el sol, desenvolviéndose lo floral mientras jugadores y afición buscan el gol. El retrato que muestra a los hinchas saliendo con su familia del estadio, con su grupo, escuchar a narradores y comentaristas, verse aurinegro de nuevo, presente igual que cuando era niño, posiblemente parecido cuando uno sea ya mucho mayor. Escuchar a mi padre opinar sobre las jugadas. Vivir el fervor cuando se juega un partido, juego tan legítimo como cuando vence el que decían perdedor. Las banderas, los tequeños, los cánticos, la pasión desbordada entre los habitantes.

El presente de las tertulias constantes, nuevas, que renuevan, viejas y repetidas, superficiales hasta ridículas. Estando perdido poder encontrarme con nuevos rostros, nuevos movimientos y miradas ya antiguas que inspiran, influyen y transforman este día. Me he nutrido de mentes brillantes, también he consumido basura que viene de otras mentes cuando escucho. Me he alejado de personas por cuestiones de integridad, debo acercarme con seres familiares que me he distanciado. El orgullo puede ser un cáncer si no se buscan entendimientos con uno mismo y con los demás. Este presente de los silencios, callar ante la necesidad de callar, las voces que insisten en hablar cada rato distorsionan realidades y relaciones. Mientras camino, vuelvo a mirar otro paisaje, ya no es el viaducto, son raperos que le improvisan a los pasajeros de un transporte público con una pequeña corneta. Le improvisan de cómo están vestidos, sobre sus días, y le hacen preguntas mientras cantan, algunos se ríen, al final los artistas se despiden diciendo “¿Quién dice amén?” Muchos responden: Amén.

*Lic. Comunicación Social

*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio

*Locutor de La Nación Radio

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