Pedro A. Parra *
En este ex país se vive hoy una de las tragedias más profundas de la historia. Una crisis que resalta el pasado y atraso de esta sociedad en un tiempo que cada vez se llena más de actos concluidos, de actos terminados. Surge entonces la interrogante en relación a cómo salir de este presente envejecido. ¿Cómo construir nuevos tiempos, otros amaneceres, otras condiciones de existencia material y espiritual? ¿Cómo superar el obstáculo de los años viejos y agotados para dar paso a años de novedad, perspectiva y trascendencia? ¿Acaso el problema del hombre está constreñido al tiempo? La dimensión histórica reporta la trilogía mayor que comienza con el hombre que se desenvuelve en el espacio durante un tiempo determinado.
¿Pero, quién hace esa especificación? El hombre apuntala su tiempo-espacio desde que aprehendió su finitud. Y construyó relojes para que le digan no el tiempo que pasó sin vivir sino el tiempo que le queda para intentar vivir. Desde entonces, explica Antonio Machado a través de su maestro Juan de Mairena, y sin retórica, que el hombre mide el tiempo para saber algo de su tiempo transcurrido y para pensar en el tiempo que le queda sobre la faz de la Tierra. ¿Pero, qué pasa si lo ponemos al revés?¿Mide el hombre el tiempo para saber a qué tiempo está unido y cuál el tiempo que aguanta sin dejar de ser? ¿Es el hombre un simple sujeto del tiempo? ¿Y cuántos hombres necesita el tiempo para sentirse pleno y realizado? Porque, ¿quién fue primero, el tiempo o el hombre? Con el hombre nacen los relojes para medir el tiempo. ¿Pero el tiempo es tal desde que se puede medir porque hay quién lo mida? Es el hombre quien se junta al dúo para armar la trilogía de la dimensión histórica.
Entre los políticos de este tiempo-espacio hay una especie de constante leitmotiv: nuestro mal tiene que ver con la falta de un Proyecto de País. Es gente que siente y entiende que esto no llena los requisitos-condiciones mínimas de lo que tendría que ser un país en lo económico, social, cultural, político, militar, ético-moral, educacional. No existen verdaderas instituciones que conduzcan estos frentes. De allí que se apele a la improvisación, con el cual se construye un país-república sin vínculos ni sentido orgánico con la realidad y donde cada miembro de la comunidad puede interpretar las situaciones de su organización-institución geopolítica, y actuar frente a ella con base a su libre voluntad y espíritu-deseo de construcción. La conducta de quienes se consideran “ciudadanos”, los líderes-dirigentes y el plano de la burocracia estatal chocan entre sí y rompen al paso toda posibilidad de armonía, capaz de proyectarse hacia una real conformación de país. Cuando eso ocurra estaremos en vía hacia la adquisición de un tiempo diferente establecido por los invasores.
¿Pero, se puede afirmar a esta hora que “la revolución bolivariana” de las tres raíces y ahora socialista del siglo XXI es portadora de ese proyecto de país que todos los demás andan buscando? A lo largo de estos años no se había podido establecer con precisión los propósitos de la autonombrada revolución. Nadie sabía qué significaba una transformación bolivariana en el plano de las clases sociales, la propiedad, el Estado, el manejo de la economía, las FAN, la sociedad en general. Tampoco se sabía qué significaba el llamado nuevo socialismo, más allá de una repetición-continuación de un tiempo de fracasos-derrotas.
¿Pero, es que lo que hoy se llama revolución, fracaso tras fracaso a lo largo del mundo, es la salvación de una sociedad hundida en la más pesada crisis de estos tiempos de siembra y resiembras de pasado terminado y gastado que se vende como presente y hasta como provisor y rentable futuro? ¿Quedó aplastada y borrada la invasión? ¿Logramos un tiempo de esplendor, sosiego, justicia y equidad? ¿Se consiguió la vida productiva, decente, compartida? ¿Avanzó esta sociedad hacia los años del auténtico bienestar?
Para erigir un tiempo nuevo, de años nuevos y plenos de felicidad, se impone constituir los tiempos del hombre-humanidad que ponga a un lado a los héroes-caudillos de la destrucción. Y en este propósito debe ocupar puesto preponderante la juventud, obligada a cumplir la tarea de constructora de nuevos tiempos-espacios. Los nuevos tiempos los impondrá quién actúe con el Código de la libertad, la belleza-amor, el combate contra toda injusticia y el mayor empeño por la construcción de los tiempos de la realidad del auténtico hombre. Muchas gracias a este venezolano de excepción Agustín Blanco Muñoz por haberme prestado estas ideas. ¡Vamos a hacer realidad este sueño! * Profesor