Porfirio Parada
Los escucho por su rudeza y su persistencia con los ritmos. Por su mito, por la historia que hicieron y que el mundo actualiza cuando se lo proponen. Por el escape que me produce escucharlos en tiempos de incertidumbre y conflictos, por estimular la condena o la supuesta salvación entre los acordes. Su rebeldía no tiene edad, cada generación llegará a un punto de encontrarse con Los Stones y posiblemente conectarse con su rebeldía, escucharlos con o sin excesos, en esta vida transitoria. Su álbum doble “Exile on Main St.”, con la ausencia de Brian Jones, supone el antes y después del legendario grupo y no es para menos, es un repertorio fascinante en melodías, diverso en ritmos y en estructuras, salvaje e intenso, algunas veces es lento hasta sentir su desnudez, hay riqueza en la lista de las canciones, combina tantos géneros que puede ser una gran maqueta para la música de todos los tiempos.
Escucho un silbido y algunas motos arrancan desenfrenadas, me asomo (¿acaso estoy renunciando a mi idea de desconectarme de esta realidad conflictiva?) y con resignación observo y a la vez empiezo a detallar, mi postura cambia, se acomoda o incomoda, busca definir el ángulo, mi observación se hace más precisa, buscando ahora la imagen como si estuviera enfocando con una cámara fotográfica, y es así que diviso una bandera y debajo un lazo, en otra ventana, la reconozco, la piel cambia y me traicionan los nervios. Respiro. Hay protestas en la calle. El pueblo ha convertido sus casas en un búnker. Mi hermana se vuelve asomar más nerviosa que yo a la ventana, me pregunta cosas, no le doy respuestas, escucho el mismo silbido, salgo y converso con un vecino que poco he hablado con él, me dice que está totalmente perdido sobre los días de la semana, no sabe qué día es hoy, también me comenta que hoy caminó como 30 cuadras, y que vio dos atracos a mano armada, casi consecutivos. Se escucha el estallido de un mortero, otro vecino nos advierte peligro con una mirada seca. Un perro ladra y se queja. Tiene los ojos tristes, y llenos de fuego.
El Rock and Roll proveniente del Country, Blues, Rhythm and Blues, Rockabilly, Boogie-Woogie, Jazz y Gospel. El Rock and Roll con las presentaciones de las mujeres, el sexo y la distribución y consumo de drogas marcó la agenda de este mítico álbum hecho en 1972. Su guitarrista principal, Keith Richards, creó un ejército, una gran familia, elementos y lugares que no hizo sino mejorar su arsenal musical, su destreza con el instrumento y su fuente creativa en la composición del álbum, mientras las líneas de cocaína se esfumaban con el humo de la marihuana y de cigarros. El guitarrista alquiló una mansión al sur de Francia para evadir el fisco que sobrellevaban Los Rolling Stones en Inglaterra, llegan exiliados, rabiosos, pero con la garantía absoluta de libertad que supieron administrar por medio de la música, ellos venían de haber experimentado viejos y nuevos ritmos, los más recientes, psicodélicos, venían de desafiar por cuestiones mediáticas o por competitividad a The Beatles siendo estos últimos, quienes lograban posicionarse primeros en las carteleras. Las dos bandas detrás de las cámaras y de los periódicos, eran grandes compañeros en los diferentes set de grabación que realizaban, colaborando y fusionando ideas y voces. Era mentira de la primicia y de los titulares, cuando afirmaban que existían diferencias y rivalidades entre ellos.
No quiero que esto le pase un día a mis hijos, a mis sobrinos, a los niños que vienen y a los recién nacidos. No quiero que escuchen el maltrato del lenguaje interesado, no quiero que vean la incapacidad de la convivencia, el egoísmo de los políticos y aspirantes a políticos por remediar una situación cruel y ajena para ellos, no quiero que conozcan a esta sociedad dividida y vulgarmente enferma, afligida, mortificada, violada por ideologías, engañada por discursos y acusaciones, por disimular fracasos y atropellos, por permitir desgracias, por ser ellos, y ellos, y después de ellos, conformarse con ser ellos y después de todo, decir que ellos nos representan. Por maltratar al oído, por decapitar las buenas intenciones, por aplaudir a embusteros, por engañar y sentirse honestos por engañar, para así poder fusilar lo bueno, el sentimiento más noble. No quiero que conozcan esta historia estrecha, malintencionada y confrontada por otra supuesta historia, la que ellos sustentan, la que ellos se creen dueños y voz, con esa historia que hacen sus panfletos copiados de otros panfletos y después de tantas palabras terminan repitiendo sobre esa historia única y la más verdaderas de todas las historias. No quiero que vean los mismos señalamientos, la culpa que es del otro, los demás, los acusados, en las redes sociales y en la vida real, los miserables. No quiero que vean las balas insertadas en los cráneos ya caídos, no quiero que vean encapuchados en las esquinas de las calles, no quiero que vean lo agobiante y ridículo que es escoger a un líder, y luego las muertes, y luego los discursos, y luego la división, y luego la historia.
En esa casa-mansión que alquiló Richards al sur de Francia, grabaron la mayoría del álbum, había más de 40 personas deambulando por sus pasillos, salas, y cocina, ensayaban en el sótano, en los cuartos, en el jardín, en la sala, mientras desayunaban, y volvían a ensayar en la madrugada, al mediodía, al anochecer, entre el cansancio y el capricho, sin horarios, con arreglos inesperados, con situaciones improvisadas. Hubo muchos trasnochos, sin tiempo. En ese lugar estaban las novias de los integrantes, otras mujeres, niños, los músicos invitados, las celebridades que asistían y visitaban para ver a Los Stones, aprobando de esta manera sus fiestas, sus grabaciones, sus acordes y sus vidas desprendidas, elocuentes, sumergidas entre el whisky Jack Daniel’s y los diferentes tipos de drogas que el mismo Richards se encargaba de distribuir.
El bajista del grupo Bill Wyman, desistió a estar en las sesiones de grabación por el caos, el desorden y el descontrol, y se fue casi huyendo de la mansión. Su vocalista Mick Jagger, se le puede escuchar afónico en algunas de las canciones del álbum, por los excesos, trasnochos y cambios que tuvo su cuerpo y mente durante la temporada, hubo una gran cantidad de ensayos, repetidos, perdidos, descartados, cancelados por la resaca o porque los músicos se ausentaban. Los cables de los micrófonos se desprendían por las escaleras, los amplificadores cambiaban de sitio. Se partían las botellas, se perdían cosas, las cenizas con los ceniceros en el piso, la suciedad presentaba su faceta más pura. Y si había mucha oscuridad y pesadez en los pasillos de la mansión, ellos recompensaban su aislamiento con el brillo y visita a la exótica playa de Villefranche-sur-Mer. Entre los colaboradores de este icónico álbum, estuvo Nicky Hopkins, un músico extraordinario por su talento y ordinario en sus amistades; muchos lo conocían: The Beatles, The Who, The Kinks, Donovan y para sellar su historia, convivió, grabó y bailó con Los Rolling Stones. Fueron 18 canciones en total. Se fueron de Francia con el exilio en sus cabezas.
Hace varios años atrás, antes que empezara el caos (escribo mientras escucho con los audífonos la canción “Sweet Virginia” de Exile on Main St.), fui al cine-foro de Bordes que en ese entonces era en la Librería Sin Límite en Barrio Obrero, y vi un documental sobre la vida y obra del escritor colombiano Andrés Caicedo. En una parte del documental menciona a Los Stones, algo fugaz. La tendencia de la producción recae en la salsa, el guaguancó, pero sobre todo en la música, y en la corta vida del escritor. Caicedo era cinéfilo pero también melómano. En su libro “Qué viva la música” quizás su obra más conocida, da testimonio de la realidad colombiana de los años 70, la salsa, las mujeres, los jóvenes marxistas, Cali en las noches, entre otros temas. Hay un pasaje inolvidable del libro y es cuando él escribe acerca de Los Rolling Stones, con un romanticismo hasta ese entonces inédito para mí. Escribe sobre su fundador Brian Jones como el gran artífice de la banda y uno de los grandes músicos de la historia del rock. Simpatizo con Caicedo sobre el legado de Los Stones. Por cuestiones inexplicables o predecibles, Brian Jones muere a los 27 años ahogado en una piscina, corta vida tanto de él como de Caicedo que se suicidó a los 25. En fin, la historia violenta. Dicen que seguirán trancando las avenidas. Me acuerdo que se hablaba de otras guarimbas.“Rocks off”. Canción número uno.
*Lic. Comunicación Social
*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio
*Locutor de La Nación Radio