Cesar Pérez Vivas
Con ocasión de la convocatoria a la celebración de la Consulta Popular como respuesta de la sociedad democrática al fraude organizado por el régimen para instalar una nueva Asamblea Nacional, se ha producido un debate en diversos sectores de la sociedad respecto a su naturaleza, efectos, pertinencia y objetivos.
Los análisis y las posturas tienen diversas perspectivas y causas. Hay quienes angustiados por la tragedia humanitaria quieren recibir una información u orientación contentiva de una solución inmediata y global de la situación. Casi que una estrategia llave en mano, con todos los pasos definidos y garantizados, para dar por terminada esta amarga experiencia del socialismo bolivariano. Ingenuamente consideran que en política, y más en un cuadro de autoritarismo mafioso, es posible tener una estrategia clara, segura e inmodificable, como el que va a construir un edificio, en una situación de paz y en una economía sana.
Se deja de lado la realidad y entran a funcionar los deseos, que inevitablemente se estrellan con la conducta perniciosa y criminal de los grupos humanos enquistados en el poder, para garantizarse sus privilegios, al margen de todo principio y legalidad.
Hay otros que entran a examinar el asunto cargados de buena fe, y buscan explicaciones relativas a su naturaleza y desarrollo. Se plantean razonables inquietudes respecto a su tramitación, a las ventajas y a los riegos de la iniciativa y de la estrategia. Y terminan aportando soluciones y cooperando en su desarrollo.
Hay otros que de entrada no examinan ventajas o desventajas, tampoco su pertinencia política o su naturaleza jurídica. Saltan a destruirla porque ella proviene de un actor al que desean eliminar, o simplemente porque les desagradan sus proponentes o voceros. Su postura no atiende a verdaderas razones, sino a pasiones, aunque se revistan de cierta racionalidad y hasta recurran a hechos o situaciones efectivas, manipuladas para servir de justificación a la verdadera razón motivadora.
Todas esas facetas las hemos venido observando en estos días en los que el régimen se desboca con su multimillonaria campaña, en medio de un país que muere de mengua, y en las que desde la sociedad democrática se le hace frente con la convocatoria a la citada consulta.
Un amigo sacerdote, siguiendo las orientaciones de su Obispo, a propósito de esas preocupaciones nos sacude con una interrogante:
¿Para qué es esa consulta? ¿Para saber algo que ya sabemos?.
Con la mayor consideración y respeto le respondí: Para ratificar nuestro rechazo a la dictadura. Para recordar al mundo nuestra tragedia. Para ejercer la ciudadanía. Para renovar pacíficamente nuestra exigencia de democracia y libertad.
¿Para saber algo que ya sabemos? No, para reiterar algo que sabemos y padecemos. No por saberlo nosotros, el mundo lo sabe o lo recuerda. Vivimos un momento singular en el mundo. La pandemia del COVID19 ha cambiado las prioridades de todos los gobiernos del mundo. Sus efectos humanos y económicos han hecho volcar a su interior la agenda de las diversas naciones, y nuestra tragedia pasa a un segundo plano.
Si consideramos innecesaria la misma terminaremos considerando innecesaria otras manifestaciones, como la protesta de calle, las alocuciones, lo mensajes escritos y otras formas de protesta, porque ya todo eso se sabe. La consulta permitirá recordarla, recordarles lo que ciertamente nosotros ya sabemos.
Es una forma de manifestar nuestra angustia, nuestro dolor, nuestro anhelo de cambio, libertad, bienestar y justicia. Las cosas por sabidas, se callan, y por callarlas se olvidan. Pensamos que ya por sabidas no debemos repetirlas. Es una forma de ejercer la ciudadanía, de ratificar nuestro derecho a expresar nuestro rechazo a un modelo político y a exigir un cambio del mismo.
Le expresé a mi amigo, el clérigo, que ese ejercicio de ciudadanía es un equivalente en el campo religioso a un ejercicio de fe. Fe y ciudadanía, son dones maravillosos que toda persona debe fortalecer y acrecentar, para poder lograr una más elevada dignidad de su naturaleza humana.
Considerar inútil la consulta porque ya conocemos la respuesta es renunciar a un ejercicio de ciudadanía, equivalente a renunciar a un ejercicio religioso para fortalecer la fe, porque ya conocemos las oraciones, los ritos y los textos bíblicos. Sería como decir para que asistir a la misa si ya he ido N números de veces. Para que orar, si ya lo he hecho muchas veces.
De acuerdo con el catecismo de la iglesia católica el don espiritual de la Fe es uno de los dones del Espíritu Santo. De él se habla en la Biblia en reiteradas ocasiones, desde él Génesis hasta La Apocalipsis. No obstante es en la Carta a los Hebreos que encontramos una definición de la misma: “es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”(Hebreos 11.1). La fe es entonces una convicción presente, actuante en la persona. Es ahora o no es fe. Se diferencia de La esperanza porque esta es futura. La fe es creer antes de ver para dar sustancia a lo que hemos creído. Hay una fe natural y otra sobre natural. La natural es la derivada de nuestra experiencia. La sobrenatural viene de Dios.
Es un Don que debe afirmarse de forma permanente, para que pueda tener la fortaleza suficiente de orientar la vida de cada persona. Fe que no se fortalece en el ejercicio espiritual es una fe que se desvanece, pudiendo llegar a desaparecer y llevar a la persona al ateísmo o al gnosticismo.
El ejercicio de la ciudadanía es un Don también derivado de Dios, porque él nos dio la racionalidad y el libre albedrío del cual nace nuestro derecho a la libertad. Para reafirmar esa libertad el hombre es además de persona, ciudadano, y como tal tiene derecho a manifestarse, a expresarse. Ciudadanía que no se ejerce se pierde y convierte al hombre en esclavo y hace anómica a la sociedad.
Y esa es precisamente la naturaleza de la consulta popular convocada para el 12 de diciembre de 2020. Es ejercicio de fe en un Dios que nos dio la libertad y es ejercicio de la ciudadanía que nos corresponde con miembros de la gran nación venezolana.