Porfirio Parada*
Debajo del cielo, donde se guindan las palomas, en el techo del Ateneo del Táchira, las palomas cerca de los cables de electricidad, vuelven a bajar por la comida que le tira la gente, en la Plaza Bolívar. Por debajo de ese techo hay un puesto donde venden hamburguesas, al lado venden almuerzos ejecutivos, venden relojes, en la calle hay una parada de taxi. Más arriba en la esquina, cerca de una panadería conocida, venden camisetas de básquet. Pasando la calle como yendo al Centro Cívico, en la esquina, motorizados identificados como moto taxi, hablan mientras cambia la luz del semáforo, una y otra vez. Cerca venden mango, los zapateros ya trabajan, unos esperan, otros se acomodan.
Caminando bajando, vía Casa Steinvorth y bulevar Chucho Corrales, hay una cantidad de jugadores de ajedrez, dominó y cartas. Muchos de sus días y de sus vivencias reposan allí. Hay partidas simples, pasajeras, verdaderamente anónimas. Pero hay otras que crean tumulto, pequeños grupos de personas se reúnen alrededor de los jugadores, y otras personas que caminan se quedan mirando, o ya saben que quizás se esté jugando una buena partida. Pasan mujeres vendiendo café, cigarros. Mientras la jornada continúa, carros y motos llegan, se estacionan y luego se van, vigilantes con chalecos, cuidando con conos, esperan la propina bajo el sol.
Siguiendo, se encuentra una exhibición de negocios y vendedores, formales e informales, de camisas, franelas, ropa femenina y masculina de varios colores, sostenidas por rejillas, en filas, varios puestos parecidos pero no lo son ofrecen la mercancía, algunos con músicas y cornetas, con altavoces y un animador, o sin música pero buscando vender. En ese sector, por las paredes y distancia que hay entre Multiservicios Atenas y la Casa Steinvorth existen pequeños centros comerciales. Locales donde venden más ropa y otros accesorios para vestir, regalos y más. Hay una venta de libros usados, nuevos, Best Seller. El jubilado, el comerciante, los músicos, los trabajadores, los estudiantes, los militares, policías, las encargadas de locales, los ancianos, las parejas, el padre de familia, el vicioso, los emprendedores, caminan, transitan por esos espacios.
Entrando al Bulevar Chucho Corrales, donde se muestran dos pasillos con diferentes direcciones, un pasillo más angosto que otro, seguidos de locales donde venden correas, carteras, artesanía, creaciones textiles, donde pasan personas con carretillas vendiendo verduras, se puede ver otro mini centro comercial entre el pasillo, con luces y ofertas. Hay viejas casas antiguas, hay música y silbidos, hay chistes y silencios, olor a comida, olor a incienso, a café, una señora en una de las esquinas vende morcillas. Venden instrumentos musicales, repuestos, pilas y baterías, lentes colgados sobre anime, al salir del bulevar, pasa la calle, entre motos, puestos, vendedores ambulantes, se encuentra otra señora que lleva años vendiendo periódico. El otro camino y dirección del bulevar sale a la quinta avenida, donde vende más ropa y hay gran variedad de calzados.
Donde está la señora es una esquina muy concurrida y transitada. Allí se concentran varios locales, venta de verduras y alimentos. Alrededor de la señora se ven varios ejemplares de Diario La Nación y La Prensa Táchira, antes ella también vendía El Nacional, El Universal y Últimas Noticias. Algunas veces ofrecen diferentes hierbas y plantas. Pastillas, remedios, cerca venden ropa interior, sobre todo pantaletas. Sobre su espalda hay una farmacia, frente de ella hay una mujer tatuada ofreciendo tomates. Por ahí se concentran otros moto taxi, los conductores de la Línea 23 de Enero conversan y esperan a los pasajeros que suban y se ubiquen en sus asientos. Si hay un lugar para descansar, tomar una pausa, o hacer una parada por el trajín, es en Panificadora y Pastelería Atenas, panadería que queda diagonal a la señora que vende periódicos. Luego, se llega a la siguiente esquina donde hay otro puesto de hamburguesas, con cajas de refrescos en el piso y gente alrededor esperando para comer. Venden perfumes, hay locales “donde los chinos”, El Castillo con sus telas y en frente una edificación azul con la marca Ovejita y adentro venden sus reconocidas y suaves franelillas de colores.
En ese espacio había unas escaleras mecánicas muy famosas. También cerca de ahí hubo una tienda como de antigüedades, vendía marcas buenas y reconocidas mundialmente. Productos de lujo. Uno subía unas escaleras en la entrada. Las líneas de transporte público, Barrio Obrero y Trans Romera están en sus sitios, la gente pasa con frecuencia por esos lugares, en la esquina venden almuerzos ejecutivos, y subiendo está el Centro del Libro, negocio que por años sigue vendiendo útiles escolares y todo lo relacionado con papelería, queda al lado de un estacionamiento; en ese pasillo hacen copias de llaves, saliendo la cara del mago, en frente más negocios y mini centros comerciales escondidos. Y siguiendo por la carrera 6, zapaterías y más ventas de frutas y alimentos. Se escucha la música de Héctor Lavoe por la parada de la Barrio Sucre, más ropa y en frente una panadería. Al lado otro local de los chinos. Y si uno sube hasta la esquina, llegará a la séptima Avenida por el Banco Banesco, posiblemente haya otros motorizados hablando mientras cambia la luz el semáforo, y un señor de cabello largo con una pancarta, con un mensaje alusivo a la religión. Un texto que dice algo sobre el día del Juicio final.
*Lic. Comunicación Social
*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio
*Locutor de La Nación Radio