Opinión

Gloria Niño de Cortés

30 de agosto de 2021

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Leonor Peña

Señora de serena y paciente fortaleza, ante su adiós comienzan a girar en la memoria sus lecciones de disciplinada constancia para administrar con armonía, conciliando el difícil balance de ser al tiempo esposa, madre, abuela, hermana, amiga, gerente, socia y, sobre todo, solidaria compañera del inolvidable señor y empresario tachirense, José Rafael Cortés Arvelo.

A Gloria Niño de Cortés la llevaremos siempre en el recuerdo con su mejor legado, su ejemplo de ponderación al saber ejercer el fino arte diplomático de la discreción en el actuar, de la prudencia en sus palabras y el ser singularmente cortés y de Cortés.  En la cátedra eterna que será su enseñanza nos dictó, como señora y gerente, el eficiente comandar con educadas maneras a favor de la unión familiar y empresarial, dando muestra de intuitiva fuerza femenina, que ejerció con la misma entrenada puntería de la gran campeona que en su adolescencia batió récord nacional con sus puntos a favor del Táchira, en el tablero del básquet venezolano.

De Gloria, doña Gloria, se puede decir en justicia que fue muy tachirense en su modo de ser, escuchando atenta, aceptando o persuadiendo para hilar estrategias a favor de una solución oportuna en tiempos de dificultades económicas, laborales o políticas, para así lograr la concordia y con ello respaldar propuestas innovadoras y sagaces del empresario, que ella supo comprender como socia.

Su adiós nos convoca a repasar enseñanzas. A apreciar, aún más en estos tiempos borrascosos, su precavida acción y su inquebrantable constancia. A admirar desde la estética y la ética femenina que amalgama el mundo tachirense su presencia de sencilla elegancia.  Su esmero como anfitriona que sabía mantener con pluralidad la puerta abierta a quienes buscaban una guía, un enlace para acceder a un favor, a una instancia de su entorno empresarial, o al despacho del señor Cortés, tan respetado y temido por su impaciente acción de gran emprendedor que ejercía el poder con brío, con riguroso mando, con impredecible genio y fuerte carácter.

De la baraja de anécdotas que guardo en su nombre, rescato en la memoria mi primer día en Diario La Nación, en 1969, cuando fui a su oficina a recibir el premio del concurso para el Suplemento Infantil. La veo sonreír al decirme:  pero, usted es menor de edad…  Enseguida me invitó a conocer al director del periódico, el respetado periodista Mardonio González, y con él me dio la bienvenida como redactora y productora del Suplemento Infantil.  Luego me llevo a conocer a don José Rafael.  Antes me advirtió:  Salude y espere que él le hable.  Desde ese día, Diario La Nación ha sido mi casa. Gloria, el consejo a tiempo y su fortaleza constante el mejor ejemplo. Los Cortés Moncada y Cortés Niño, el afectuoso aprecio. Rocío Cortés Moncada, Maximiliano Vásquez Ayesterán, Fernando Belandria Rodríguez, mis hermanos elegidos. Mireya Vivas, la maestra. Don José Rafael Cortés, como lo definí en mi columna del dos de enero del año dos mil: Alguna vez también fue mi padre.

Por Gloria, doña Gloria, en homenaje de respeto van palabras bíblicas que bien la definen:

                                  Una mujer fuerte…

                                  Vale más que las perlas

                                   En ella confía el corazón de su marido

                                   y no le faltará ganancia.

                                   Una mujer fuerte

                                   procura el bien todos los días de su vida

Gloria, doña Gloria, la señora de la serena fortaleza nos dejó en la prédica de su ejemplo la femenina lección que es toda una cultura de paciente silencio, constelando con su energía el universo tachirense.   

Un día, don José Rafael, al responder mi pregunta sobre la fortaleza de Gloria, su esposa, y de doña Juanita Arvelo de Cortés, su progenitora, las comparó con el agua, al decir con aprecio de ellas:  mujeres fuertes como el agua. Gran verdad…

Para Gloria, doña Gloria Niño de Cortés, estas líneas que la honran

                                            Nada es tan fuerte como la suavidad del agua

                                            Nada es tan suave como la fuerza real

  

   

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