Porfirio Parada
He vuelto a leer a Hemingway. He vuelto leer y conocer sobre su vida y estilo narrativo. Leo textos que parecen ensayos, párrafos que describen parte de lo que él fue, análisis interpretativos, líneas de admiraciones. Su vida real y la posible. Escriben sobre sus libros que se convirtieron en clásicos de la literatura, describen su vida salvaje, aventurera y bohemia. Una vida que al parecer en su mayor tiempo, estuvo en movimiento, salvo cuando descansaba, o cuando duraba horas y horas escribiendo, moviendo solos las manos y ojos. He vuelto a leer a Hemingway y es como viajar al pasado y encontrarse con personas conocidas convertidas en novelas, cuentos y sobre todo, en buenas narraciones.
Y viajo muchos años atrás, en los primeros días que uno se empieza interesar por la literatura. Esos años que uno no sabe nada, o muy poco pero quiere leer y saber de todo. En una de esas primeras reuniones con poetas y escritores de la ciudad, un día el escritor David Colina me presta la novela Fiesta de Ernest Hemingway (libro que sin intención mojé) bueno no solo disfruté de la lectura, como describe la vida y ritmo de los días en España, algunas tradiciones como las corridas de toros, la gente deambulando en las calles, historias de amor, diálogos fascinantes, descripciones que solo invitan al lector a seguir leyendo, sino que luego, por distintas razones, me seguía acercando a este reconocido escritor a nivel mundial. Fiesta también relata los días en Francia, París.
Descubrí su increíble, agitada, intranquila vida personal, su paso, trabajando dentro de una ambulancia en la Primera Guerra Mundial, no luchando por la paz mundial, sino deseando estar en el epicentro del conflicto, vivir el caos humano. Hemingway fue de los primeros grandes periodistas sin ser periodistas (cuando no había una carrera ni carga académica) reportero de Kansas City Star, y luego corresponsal extranjero en París. Este escritor realizó durante su vida muchos viajes de pesca, y fue cazador, matando animales en Estados Unidos y en África. Su propia personalidad y su talento hizo que se convirtiera en figura pública, es decir, fue un escritor célebre que la gente, sus lectores, gente de poder y por supuesto otros escritores querían conocer. Tuvo barcos. Tuvo roces y cercanía con F. Scott Fitzgerald, escritor importante estadounidense de la época. William Faulkner otro maestro de la escritura, Premio Nobel de Literatura, incluso le adaptó algún cuento al cine.
Luego de leer Fiesta, muchos años después, leí dos libros de su autoría: Por quién doblan las campanas y El viejo y el mar. El primer libro sobre la Guerra Civil Española, una historia que da placer leerla, con unos personajes bien hechos, con una soltura en las ideas, esquemas y estructura del libro. En ese libro Hemingway es mujer, es soldado, es montaña y geografía, es gitano, es animal, es estratega, es pólvora para explotar y derrumbar un puente.
Con el mismo David Colina, conversamos y hablamos un día sobre la simplicidad compleja en lo artístico, sobre todo en lo literario, puntualmente sobre ese libro de Hemingway. ¿Cómo puede llegar un escritor a narrar una historia tan fascinante, con tan buenos diálogos y descripciones, con una escritura suelta y clara, y que cualquier lector pueda digerir sin complicaciones? Bueno eso lo logró Hemingway. Parece fácil pero realmente no lo es. Recuerdo que comparamos e hicimos otro ejercicio sobre la simplicidad compleja con el álbum The dark side of the moon de Pink Floyd, banda británica. Luego de salir el álbum, fue una obra maestra del rock, sigue estando entre los mejores discos de todos los tiempos, y sus mejores canciones, algunas, solo tiene dos o tres acordes. Nadie se les ocurrió solo a ellos, eso sí, luego de muchos ensayos.
El viejo y el mar, sin duda de los mejores libros que he leído en mi vida. Un libro de pocas páginas, pero con un nivel literario, narrativo, existencial, impresionante. Escrito en Cuba, y el mar que se narra también es cubano. Porque como verán este escritor estadounidense escribió sobre otros lugares del mundo que no fuera su país y origen. Hombre de mundo, compró un terreno en Cuba que se llamó Finca Vigía, amigo de Fidel Castro. Este libro publicado en 1952 fue merecedor al año siguiente del Premio Pulitzer y meses después obtuvo el Premio Nobel de Literatura por su obra completa.
A Hemingway le gustaba mucho las mujeres. Se casó con cuatro y tuvo varias amantes. Tuvo varios hijos. Dedicaba sus novelas a ellas, la mujer que estaba en ese momento en su vida. Su fama de bebedor de whisky también es conocida, incluso, en La Habana, hay una estatua de Hemingway en la barra del bar El Floridita. En el cine han personificado su vida en diferentes películas. Tratan de reflejar lo que él era o representaba. Hace poco hablaba con el poeta Freddy Araque y le decía sobre mis intenciones de escribir sobre Hemingway. Solo me recomendó que me leyera “Las nieves del Kilimanjaro” un cuento corto de Hemingway que se sitúa en África. Debo leerlo.
Durante su vida el escritor americano tuvo varios accidentes, en la guerra con la Cruz Roja, como cazador en un safari, en las noches de bohemia o en las mañanas disociadas, creando conflictos entre su salud física y mental, que fueron acumulando durante los años. Vivió profundas crisis personales entre sus grandes alegrías. Su papá se suicida a los 57 años de edad, algo que años después haría el mismo Ernest Hemingway con la mente y el cuerpo enfermo, era el 2 de julio de 1961. He vuelto a leer al escritor por una revista que actualmente leo que pertenece a la Hemeroteca Estadal “Pedro Pablo Paredes”, revista Imagen, en sus páginas, hacen un especial sobre el laureado escritor. Consulto y redescubro. Gesto y acción curiosa que me impulsa a buscar nuevas obras no leídas de Hemingway.
Lic. Comunicación Social
Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio del Táchira
Locutor de La Nación Radio