Alfredo Monsalve López
“No mijo, para ese virus tome jarabe de piña”. Me dijo una señora cuando se enteró de mi dolencia en las cuerdas vocales. Es decir, me recetó un remedio casero. Explicó en qué consistía el bendito brebaje: “piña licuada con miel de abeja, y ya”. Una amiga profesora, igualmente me indicó que para la enfermedad que tenía se curaba con “dos dientes de ajo, amarrados con hilo, (tipo hallacas), lo dejas hervir por unos cinco minutos, reposar y luego te lo colocas en cada agujero de la nariz. Santo remedio”. ¿Pero qué tiene que ver mi problema de la voz con la nariz? “Bueno, eso me decía mi abuela y me curaba cada vez que tenía ronquera”. Fue la respuesta de la susodicha. Un amigo me explicó que debía “mascar jengibre puro por unos cinco días”. Una señora conocida por sus recetas caseras, me reveló que la pérdida de voz se curaba con “media cebolla morada, una penca de sábila, un toque de bicarbonato, una tasa de miel de abeja y un diente de ajo. Lo licuas y haces gárgara, con la nariz tapada, durante tres noches antes de acostarte”. Uno de mis vecinos, un poco más preciso, me recetó: “agarras un envase, le colocas una tasa de ron, una cucharada de azúcar negra o miel de abeja, le pones una clara de huevo de pica tierra y lo viertes en una licuadora; ah, para que sea más efectivo, le colocas media cebolla. Te lo tomas durante cuatro noches antes de acostarte y se acabó el malestar por el resto de tus días”. Luego, para convencerme, remató su fórmula: “eso hacen todos los cantantes líricos”. Y me dije, asombrado (aunque ya hemos perdido esa capacidad): carajo. Una locura pues. Ni hablar de las miles de recetas en las redes sociales.
Estimados amigos, en verdad me quedé aturdido con tantas recetas caseras. Muy originales. Incluso, impensables. No obstante, acepté aquella que menos me afectara, por ejemplo “masticar jengibre”, y después de una semana, aún sentía malestar en mi garganta. Además, el jengibre es tan picante, que afecta hasta en las orejas. Opté por visitar a un especialista. Me dio algunas orientaciones, que a mi modo de ver, fueron efectivas. Por ejemplo, no hablar demasiado. Si lo hacía, debía ser en voz baja. Tomar bebida ambiente. Masajear la parte externa de la garganta con crema mentolada. Guardar reposo. Es decir, no forzar la voz. Porque, a decir del experto en su diagnóstico, “es una gripe mal curada, hay que dejar que ella fluya con las respectivas indicaciones médicas”.
Ahora, la desesperación por salir de cualquier mal que nos afecte, nos vamos por los atajos. Acudimos a los remedios caseros. Claro, hay quienes aciertan. Incluso, algunos son seguros. Por ejemplo, una quemada con aceite caliente en el cuerpo, se cura en breve tiempo, pasándose un cacho de sábila por la zona afectada. Ahora, me comentaba alguien, que la cuestión es también de fe. Porque como dice el colectivo: “la fe mueve montañas”. Aclaro que con estos comentarios no es para que usted salga, a pie juntillas, a seguir las instrucciones que me han dado las personas para que erradique el mal que sentí durante más de una semana. No señor. Usted es dueño o dueña de sus actos y sabe, a la hora de decidir, qué es lo más conveniente para aliviar un malestar. Pero, lo único cierto es que el ser humano, actúa de acuerdo a sus necesidades. Y éstas, estamos saciados de citarlas.
Y aquí va mi reflexión: para la diabólica peste (COVID-19) que hoy azota el planeta, no hay remedio casero alguno. Solo hay que utilizar la responsabilidad (en mayúscula), el sentido común, tanto de los gobiernos como de los ciudadanos, y ver las cosas con “cabeza fría”. Las acciones de las personas en el mundo nos llevan a la penosa cifra de contagiados y fallecidos. No hay otra forma de parar el mal que nos corroe. La pandemia no es juego de naipes. El cumplimiento de la cuarentena es justo y es necesario. Punto. Aquí tampoco hay debate. Aprovecho el momento para desearle mucho éxito a los nuevos bachilleres que egresaron del llamado bachillerato del atípico año académico 2019-2020 que acaba de concluir. Y como siempre les he dicho: a cuidarse pues. Chao chao.
@monsalvel