Francisco Corsica
Por mis escritos anteriores, seguramente ya se fijaron que sigo noticias del mundo del entretenimiento. No presto atención a la farándula, pero sí al futuro del séptimo arte aunque no todos sus estrenos llamen mi atención. Al igual que yo, deben notar que el cine antiguo contaba mejores historias por el simple hecho de no cuidar demasiado herir susceptibilidades. Su función era entretener —y lo lograba—, no tratar de complacer a todos.
Y vuelve el burro al trigo. Desde 2018 se emite una serie llamada Muppets Babies, la versión para preescolares de Los Muppets, la exitosa franquicia del fallecido marionetista Jim Henson. Los que hayan visto la original —no me cuento, pues no era mi preferida— recordarán a Gonzo, un alienígena azul con la nariz curva. ¿Qué pensarían si les dijera que, en la nueva versión, se vistió en un capítulo como una princesa para “no hacer lo que siempre se ha hecho, sino para ser él mismo”?
Hablamos de la denominada «inclusión forzada», que consiste en cambiar características de los personajes reconocidos para incorporar una narrativa políticamente correcta aunque la historia no cumpla con las expectativas ni justifique este cambio drástico en su elenco. Actualmente todo debe ser así, inclusivo y promover la tolerancia. Según parece, Gonzo era excéntrico —ya es bastante decirlo de una marioneta en un universo repleto de ellas— y hasta tenía una novia gallina. Me cuesta imaginar qué harán con ese pasado ahora que cambiaron al personaje.
Dispensen si me torno reiterativo. Lo cierto es que no soy yo, son los grandes del entretenimiento quienes insisten en inculcarnos algo que no necesariamente les estamos pidiendo ni contribuye a enriquecer al personaje. Simplemente me limito, como parte de su vasta audiencia, a reaccionar.
Las producciones para un público adulto no están exentas de este tipo de contenidos. De hecho, abundan más que las infantiles. Recuerdo una polémica hace un par de años por una producción de Netflix con un Jesucristo homosexual como protagonista. Cálmense, fanáticos religiosos y demás. No me meteré en el terreno de la fe en estas líneas. Por lo pronto, me quedaré con Gonzo y su «género fluido».
Ciertamente, vivimos en un mundo con grandes injusticias y muchos se ven obligados a luchar por sus propias causas. Mi intención no es juzgar ni restarle importancia a sus demandas. Pero creo que involucrar a los niños en problemas exclusivos de los adultos sí es reprochable. El mismo Walt Disney lo decía, “No hago películas para niños. Las hago para el niño que todos llevamos dentro, sea de 6 o de 60 años”. Su frase confirma, en primer término, que pensaba en un público general a la hora de producir una cinta, y segundo, que trabajaba en función de alejar aunque sea por un par de horas a los adultos de sus propios problemas. Loable labor, ¿no creen?
Tomando en consideración estas grandilocuentes palabras, lo más sensato es dejar a los infantes crecer y, al hacerlo, que cada uno forme su propio criterio al respecto. Sin forzar puntos de vista específicos desde la niñez. Entre gustos y colores no han escrito los autores, como reza la sabiduría popular. Fíjense: ninguno de nosotros creció viendo a Gonzo mostrando su género fluido y eso no impidió a cada quien asumir su sexualidad. Para ese entonces, no hacía falta inmiscuirse en esos detalles para hacer capítulos divertidos.
Si alguien tiene ciertas preferencias sexuales o es diferente en algo, es asunto suyo. No deben ser víctimas de discriminación. Lo que digo es, no les estropeen a los niños la diversión con simples prejuicios ajenos a ellos. Déjenlos disfrutar tranquilos su infancia, que se ocupen de eso cuando cuenten con conocimiento de causa. Comprendo perfectamente que quieran inculcar la tolerancia a los más pequeños, pero incluso eso hay que saber hacerlo. Se les debe enseñar que las minorías deben ser respetadas por el simple hecho de tratarse de seres humanos como todos los demás, no por cualquier condición particular.
Finalmente, si van a incorporar la diversidad, procuren que sea con personajes nuevos e interesantes que compitan con los tradicionales. Si van a alterar a estos últimos, procuren justificarlos muy bien. Eviten ser objetados por su audiencia. Aplica para todo tipo de producciones. Es simple respeto por quienes admiran a los clásicos y no se identifican con cualquier cambio que se les haga.