Opinión

Julio García Jarpa: un revolucionario en el cielo

22 de abril de 2023

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Jorge Valero

Además de las numerosas reuniones políticas que sosteníamos en Valera, al ser militantes de un mismo ideario, también me encontraba con Julio García Jarpa en las fiestas del Chimbanguele de San Benito, que se celebran anualmente en la población trujillana de Betijoque, los días 25 y 26 de diciembre de cada año.

Entonces, tiempo no había para pláticas comunes pues Julio, y quien esto escribe, participábamos con frenesí devocional en aquella celebración que congrega a miles de devotos del «Santo Negro». Él, portando un sombrero de cogollo, bailaba ensimismado al ritmo embriagante de los chimbangueleros, y quien esto escribe ejecutando el tambor La Requinta, que conforma el elenco de los siete tambores que confluyen en el concierto musical del Chimbanguele.

Julio, un mirandino de juvenil sonrisa y valiente determinación, nacido en los Teques, el 6 de marzo de 1946, se estableció en el Estado Trujillo siguiendo instrucciones de la Dirección Nacional de la Juventud Comunista y de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), dado que en las montañas del Guaramacal y sus proximidades operaba el Frente Guerrillero Simón Bolívar, comandando por Fabricio Ojeda, Juan Vicente Cabezas, Argimiro Gabaldón y Argelia Laya.

Necesario era, por tanto, activar las guerrillas urbanas para apalancar la corajuda lucha que en el campo se desplegaba. Llegó Julio al estado Trujillo investido con el título de Comandante de Unidad Táctica de Combate (UTC), que operaba en el ámbito urbano.

Gracias a mi amigo y camarada de luchas Francisco «Chico» Simancas, un revolucionario histórico de armas a tomar, también oriundo de Valera, logré forjar con Julio extraordinarios lazos de camaradería.

El joven revolucionario se inscribió en el colegio privado Cecilio Acosta, ubicado en la población de Carvajal, para «legalizar» su presencia, y se desplazaba por todo el territorio regional cumpliendo con sus tareas revolucionarias. Durante su permanencia en el Estado Trujillo se convirtió en un devoto de san Benito, dado que vivió «enconchado» en la casa de su tío Raúl, en la población de Betijoque, razón por la cual era un asiduo concurrente a las fiestas decembrinas que se rinden en su honor, en esa población. Hizo la promesa al Santo de que todos los años iría a rendirle tributo. Tradición en la que involucró a su familia, que le acompañaba en sus predicamentos y creencias.

Lo conocí a comienzos de la década del 60 del pasado siglo, pues residió en mi ciudad natal, Valera, desde la cual desplegábamos actividades políticas revolucionarias,

Con él compartí varias «tareas» en el ámbito de la lucha armada, pues también comandaba una UTC utilizando el seudónimo de Damián.

En una de esas quijotescas incursiones insurgentes, en Valera, en el año 1962, fue capturado por la Dirección General de la Policía (DIGEPOL), permaneciendo en la cárcel de la ciudad de Trujillo.

Al salir de la prisión se fue al exilio en Chile durante los años 1963-1969, donde conservaba raíces familiares, dado que su abuela, Ana Jarpa Correa, tenía esa nacionalidad.

En Santiago obtuvo el título de fisioterapeuta; y al producirse el golpe de Estado Pinochetista, regresó a Venezuela. Inmediatamente se presentó al Partido Comunista de Venezuela y fue incorporado a la Comisión Internacional, bajo la jefatura del mítico líder Eduardo Gallegos Mancerda. Decidió, posteriormente, establecerse en la ciudad de San Cristóbal.

Cuando insurge el Comandante Supremo Hugo Chávez en contra de la IV República decide acompañarlo en la Fundación del MVR, junto a Luis Tascón, Iris Varela, Ricardo Sanguino, Gustavo Pérez Iza, José Gregorio Zambrano, Samuel López, Leonardo Salcedo, General García Hernández y mi hermano, José Rosario González «Chayo». Después se convirtió en dirigente del PSUV, junto a otros líderes de su generación.

Siendo dirigente fundamental del PSUV en el Táchira fue electo diputado a la Asamblea Nacional, donde ejerció por dos periodos parlamentarios (2000-2010). En la Asamblea Nacional se ocupó, principalmente, de los temas ambientales, pues era un ecosocialista de conocimientos enjundiosos.

Julio atesoró amplios conocimientos en diferentes ámbitos del saber humanístico. Obtuvo un Magister en Docencia Universitaria en la Universidad Simón Bolívar, y un Doctorado en la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada.

En vida Julio pidió a su familia, cuando la penosa enfermedad que se instaló en su cuerpo avanzaba, que sus cenizas fueran esparcidas en la ciudad de Betijoque, por la que tuvo reverencial recordación. Allí se congregaban él y su familia para rendirle tributo, cada año, al Santo de los pobres, menesterosos y afrovenezolanos, san Benito de Palermo.

Julio era un marxista de acendrada formación teórica y, de suyo, profesante del materialismo histórico y dialéctico. El confesaba, sin embargo, que el único santo en el cual creía era san Benito. Aún lo veo bailando Chimbanguele esgrimiendo la esperanza como alternativa de vida. En las romerías en las cuales participábamos se escuchaban las coplas que allí se cantaban, algunas de las cuales aún están plantadas en mi memoria:

«San Benito es negro

pero delicáo

el que lo desprecia

téngale cuidao»

«San Benito tiene

lo que ha trabajao

una mula e’ silla

y un hato e’ ganao»

Durante sus últimos años Julio se desempeñó brillantemente como Ministro Consejero en la Embajada de Venezuela en España, donde puso muy en alto la Patria de Bolívar. Su carrera diplomática concluyó con el ejercicio de una importante responsabilidad en el Despacho del Viceministro para Europa de la Cancillería Venezolana.

Julio consagró su existencia con amor y pasión a las causas justas del pueblo venezolano y de la humanidad. Por su digno proceder está en el cielo, desde el 28 de marzo de este año, porque, como proclamó poéticamente Edgar Allan Poe «…el cielo no otorga su gracia a quienes no escuchan el pálpito de sus corazones».

Vayan para sus hijos e hijas, el diputado Julio José García Zerpa, Ivy Valentina García Uribe, Fernando Raúl García Zerpa, Yuliana García Zerpa y Diana Valentina García Chacón, así como para sus compañeras de vida, Ivonne Uribe, Libia Zerpa Arias y Mayerlin Chacón, mis sentimientos más profundos de solidaridad, en estas infaustas horas de su partida hacia la eternidad.

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