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Inicio/Opinión/La academia, una vanguardia global en la próxima frontera del desarrollo humano

Opinión
La academia, una vanguardia global en la próxima frontera del desarrollo humano

lunes 24 noviembre, 2025

La academia, una vanguardia global en la próxima frontera del desarrollo humano

Hogan Vega y Dorli Silva

La palabra Academia, en el Diccionario de la Lengua Española (DLE) de la Real Academia Española (RAE), se encuentra definida, en su primera acepción, como: Sociedad científica, literaria o artística establecida con autoridad pública. La quinta acepción indica: Establecimiento docente, público o privado, de carácter profesional, artístico, técnico o simplemente práctico. Los sinónimos de la palabra academia, en el mismo diccionario, son: Corporación, institución, sociedad, agrupación, colegio, escuela, instituto. Por ello se hace necesario entender a la academia como una potencia intelectual y filosófica, una vanguardia global en la próxima frontera del desarrollo humano, con una visión audaz y ambiciosa, que la posiciona no solo como un centro de aprendizaje, sino como el motor principal de la evolución civilizatoria.
Por consiguiente, la academia como potencia intelectual y vanguardia global, es una declaración que propone una academia que trasciende sus funciones tradicionales de docencia, extensión e investigación, para asumir un papel de liderazgo proactivo en el diseño del futuro. En primer lugar, como potencia intelectual y filosófica (El fundamento), significa dominar y definir el pensamiento en las áreas clave, de liderazgo epistémico, mediante lo cual implica generar el conocimiento más avanzado y disruptivo en ciencias, tecnología y humanidades, superando a otras instituciones globalmente. La academia se convierte en el lugar donde se formulan las “grandes preguntas” de la humanidad.
Por lo tanto, su fundamento filosófico es crucial para asegurar que el avance intelectual tenga una brújula ética. Esto significa desarrollar nuevos marcos morales, ontológicos y existenciales para guiar el desarrollo humano. Por ejemplo, ética de la Inteligencia Artificial (IA): ¿Cómo debe una sociedad definir la conciencia y los derechos en la era de la IA avanzada? Otro ejemplo en filosofía de la sostenibilidad: ¿Cuál es la relación ética de la humanidad con el planeta en el contexto de la crisis climática? Y como objetivo, asegurar que la academia no solo sabe hacer (tecnología), sino que sabe por qué y para qué hacer (filosofía).
En segundo lugar, como vanguardia global en la próxima frontera del desarrollo humano, considerando cómo estar a la cabeza, explorando territorios aún no definidos. La “próxima frontera del desarrollo humano” puede interpretarse en varios niveles, iniciando por la frontera biológica y física en áreas de enfoque de la academia, tales como: Biotecnología, neurociencia, genética, ingeniería de tejidos con impacto en el desarrollo humano en la extensión y mejora de la vida, mediante la superación de enfermedades, aumento de las capacidades físicas y cognitivas. Otra frontera, es la cognitiva/digital, a través de la IA, computación cuántica, realidad extendida (XR), brain-computer interfaces (BCI), entre otros, pero que impacta en la revolución del conocimiento y la percepción, donde la transformación de cómo aprendemos, trabajamos e interactuamos con la realidad.
Además por explorar tenemos la frontera social/sistémica, con modelos de gobernanza global, economía circular, psicología social del cambio climático, con el impacto en los nuevos sistemas de convivencia, mediante la creación de estructuras sociales y económicas más justas, resilientes y equitativas. Para pasar de la aspiración a la realidad, la academia debe adoptar un modelo proactivo que supere las barreras institucionales, por lo que tenemos en tercer lugar, la proyección (cómo lograrlo), iniciando, con la interdisciplinariedad radical, al permitir derribar los celos tradicionales entre facultades, pueden surgir en contextos cuando alguien percibe una amenaza por el éxito o atención recibida por otro. La próxima frontera exige la colaboración constante entre filósofos, ingenieros, biólogos y sociólogos. Por otra parte, al evaluar la influencia global activa, mediante la participación directa en la formulación de políticas públicas internacionales y en los debates de organismos multilaterales (ONU, UNESCO, OMS), traduciendo el conocimiento en acción política. Adicionalmente, con la formación de líderes transformadores, al educar a la próxima generación no solo en habilidades técnicas, sino en el pensamiento crítico y la responsabilidad ética global, preparándolos para ser los agentes del cambio de esta vanguardia, con una visión en la academia, donde la misma, sea el laboratorio y el faro moral del futuro de la humanidad.
Para que una academia se proyecte como una potencia intelectual, filosófica y una vanguardia global, debe desarrollar y consolidar capacidades que superan el modelo tradicional de la enseñanza, extensión y la investigación. Estas capacidades se centran en la innovación sistémica, la influencia ética y la agilidad estructural. Lo más importante, iniciar con capacidades de investigación disruptiva (potencia intelectual), requiere ir más allá de la investigación incremental para generar conocimiento que cambie paradigmas. Sobre todo, interdisciplinariedad radical, conocida como la capacidad de desmantelar las fronteras entre disciplinas tradicionales (ejemplo: Biología y filosofía; ingeniería y sociología) para abordar problemas complejos de la próxima frontera (como la ética de la IA o el diseño de ciudades sostenibles). Esto requiere estructuras de financiación y evaluación flexibles que premien la colaboración. En lugar de investigación impulsada únicamente por la curiosidad individual, la academia debe desarrollar la capacidad de organizar grandes equipos para enfocarse en misiones globales, por ejemplo, siguiendo modelos similares al de la innovación orientada por misiones de Mariana Mazzucato, donde el propósito es que el Estado movilice a múltiples actores (Gobierno, sector privado, academia y sociedad civil) para lograr objetivos sociales ambiciosos y de largo plazo, como el cambio climático o la salud, como lograr la fusión nuclear o curar enfermedades neurodegenerativas. Mientras, con la gestión de datos a gran escala (Big Data), definida como la capacidad de manejar, analizar y generar perspectivas (insights) a partir de volúmenes masivos de datos para acelerar el descubrimiento científico y social. Esto incluye la infraestructura (supercomputación) y el talento humano (científicos de datos).
A continuación, con las capacidades de liderazgo ético y filosófico (vanguardia moral), se debe alcanzar a ser una potencia filosófica, para liderar el debate sobre el “deber ser” del desarrollo humano. Iniciando con la anticipación normativa, conocida como la capacidad de prever los dilemas éticos y sociales que surgirán de las nuevas tecnologías (Ej., la edición genética, la automatización masiva) antes de que estas tecnologías se implementen. Esto requiere la integración de humanistas y filósofos en todas las etapas de la investigación científica. Sobre todo, la traducción del conocimiento a la política pública, a través de la capacidad de sintetizar hallazgos complejos en recomendaciones de política claras y accionables para gobiernos y organizaciones internacionales. Esto implica desarrollar un rol de grupo de expertos (think tank) global para influir en la legislación y la gobernanza. Finalmente, lograr un diálogo global y transcultural, para liderar conversaciones que respeten y aborden las diferencias culturales y éticas en la aplicación de los avances. La vanguardia debe ser inclusiva, no impositiva.
Al mismo tiempo, la academia debe transformarse internamente para ser un agente de cambio externo, iniciando con la pedagogía para la transformación, al desarrollar programas que no solo transmitan conocimiento, sino que cultiven el pensamiento crítico, la creatividad y la inteligencia emocional/social en los estudiantes, preparándolos como futuros líderes de la vanguardia. Esto es la maximización del potencial cognitivo orientada a la acción. Algo semejante ocurre con el ecosistema de innovación abierta, para interactuar fluidamente con el sector privado, el gobierno y la sociedad civil. Esto incluye la gestión ágil de patentes, derivados (spin-offs) y la transferencia de tecnología, asegurando que las innovaciones académicas lleguen a la sociedad rápidamente. Además, atracción y retención de talento global, como un polo de atracción para los mejores investigadores y estudiantes del mundo, creando un ambiente inclusivo y altamente colaborativo que fomente la excelencia sin límites geográficos.
En otras palabras, en la actualidad los casos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y la Universidad de Stanford son los modelos de cómo una institución académica se transforma en una vanguardia global que impulsa el desarrollo humano a través de la innovación y la capacidad intelectual. Ambas universidades han logrado proyectarse como potencias al integrar sus capacidades académicas con un ecosistema regional de emprendimiento y capital de riesgo, creando instituciones académicas que trabajan en un sector o industria específica para fomentar la innovación, la competitividad y el desarrollo económico a través de la cooperación y la competencia. En consecuencia, mediante la interdisciplinariedad radical y el enfoque en misiones, donde la clave es que la investigación no está aislada, sino orientada a resolver problemas de la próxima frontera, con los resultados, ya conocidos y exitosos del mundo, tales como: Silicon Valley, en el caso de Stanford; y el área de Boston/Cambridge, en el caso del MIT.
En síntesis, estos modelos ejemplifican cómo una academia puede ejercer una vanguardia global al transformar el conocimiento en capital intelectual, social y económico, redefiniendo activamente el futuro. Es decir, la transformación ideal ocurre cuando la academia vanguardista forma individuos con un potencial cognitivo maximizado (el “Saber Hacer”) y una conciencia humanista arraigada (el “Deber Ser”), capacitándolos para ser los líderes autónomos y racionales que impulsarán el desarrollo humano en su próxima frontera. El autor Herbert Spencer lo expresa con su frase: “El aprendizaje es un tesoro que sigue a su propietario durante toda la vida”.

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