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Inicio/Opinión/La Agenda 2030: Un desafío oculto para los valores occidentales y la fe católica

Opinión
La Agenda 2030: Un desafío oculto para los valores occidentales y la fe católica

sábado 8 noviembre, 2025

La Agenda 2030: Un desafío oculto para los valores occidentales y la fe católica

Carlos Casanova Leal

Tema impostergable que debemos asumir y reflexionar mirando lo que está sucediendo en los países occidentales solamente como consecuencia de su cumplimiento. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada por la ONU en 2015, se presenta públicamente como un plan global para erradicar la pobreza, proteger el medio ambiente y fomentar sociedades más justas. Sin embargo, detrás de ese discurso oficial, existe un cuestionamiento serio sobre sus verdaderas intenciones y consecuencias, sobre todo para las sociedades occidentales, herederas de valores cristianos y democráticos que han cimentado la libertad, la dignidad humana y la soberanía nacional.

Esta Agenda 2030 intenta modificar no solo cómo producimos y consumimos, hacernos dependientes del dueño de la tecnología que procesa los alimentos tecnológicos que sustituyen el producto natural y a sus productores, sino también nuestra forma de vida actual, mediante políticas que restringen la movilidad, el control social por vía digital, el uso energético y hasta las libertades individuales. Por ejemplo, iniciativas como las “ciudades de 15 minutos” en las que se busca limitar los desplazamientos fuera de ciertos perímetros urbanos, y el control digital de la moneda, son mecanismos que, bajo la excusa ambiental, recortan la autonomía personal y familiar.

Nos direccionan a convertirnos en una sociedad en la cual los ciudadanos pasamos a ser números, personas reguladas, donde la información y el comportamiento quedan sujetos a vigilancia y sanciones por desviar el “camino sostenible”. Todo ello agravado por una narrativa constante de emergencia climática que instala temor, predisponiendo a aceptar estas reglas.

Europa es el botón de muestra: Harina de insectos, carne 3D, apagones, expropiaciones forzosas, euro digital, ideología de género. Los integrantes de la Unión Europea funcionan como un gobierno que no presenta cuenta al ciudadano, ya que éste no los elige, y desde esas posiciones imponen una agenda a los europeos y así Europa muere.

Las consecuencias para las economías occidentales son visibles y graves: La desindustrialización y la pérdida de competitividad aumentan debido al encarecimiento energético por leyes que penalizan el uso de combustibles fósiles sin ofrecer alternativas reales y asequibles. Países como Alemania y Francia enfrentan crisis industriales con despidos masivos y envejecimiento forzado de la población laboral, mientras las potencias emergentes, como China o India, no se ven sujetas a las mismas imposiciones, perpetuando así una inequidad global.

¿A dónde nos lleva esta situación? Nos conduce a un empobrecimiento de la clase media, la reducción y pérdida de libertades, el control creciente del poder económico y político por parte de actores globales, que se constituyen en Estados Corporativos sustituyendo al Estado Nación. Esta Agenda 2030 no solo no cumple sus promesas, sino que impulsa desde la ONU para lograr la transformación social que atenta contra las instituciones y los valores occidentales. Solo los valores occidentales; no se produce en otras sociedades.

Para los católicos, pilares como la dignidad humana, la libertad y la soberanía son irrenunciables. La Agenda 2030, en su afán por reconfigurar la sociedad hacia un modelo tecnocrático y regulatorio, entra en conflicto con esos valores. Limitando y liquidando la libertad personal promoviendo modelos de vida impuestos desde cúpulas internacionales, desvirtuando principios esenciales de la fe: el respeto al libre albedrío, la familia como núcleo natural y la protección de la vida en todas sus etapas.

Por otro lado, en varios de sus objetivos, la agenda impulsa agendas que la Iglesia Católica cuestiona, como la redefinición del concepto de familia, la educación con enfoques ideológicos y de género integral y la limitación de derechos fundamentales bajo la excusa de la sostenibilidad.

Es fundamental que la sociedad occidental de la que formamos parte los venezolanos despierte ante esta realidad que se presenta bajo un manto aparentemente benévolo. La Agenda 2030 implica no solo un cambio en políticas públicas sino una revolución cultural que redefine los valores, la identidad y la manera de vivir.

Desde una perspectiva cristiana, debe promoverse una defensa firme de la dignidad humana integral, la libertad personal y la justicia social verdadera, que no dependa de imposiciones globales desvinculadas de las realidades nacionales y culturales.

El compromiso urgente es con la verdad, la transparencia y la participación ciudadana auténtica, cuestionando cualquier programa que deseche la persona a favor de intereses económicos o ideológicos globales.

Dios con nosotros, fe y más fe.

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