Opinión

La cultura rosa

25 de abril de 2024

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Rocío Márquez

Rocío Márquez *

¿Quién recuerda (o fue capaz de olvidar) a la Pantera Rosa? Ese fantástico personaje de la famosa serie animada que lleva el mismo nombre, y cuyo icónico tema musical seguramente usted está tarareando en este momento: The Pink Panther Theme, compuesta por Henry Mancini.

El personaje rosa, su color favorito: el rosa, y su mundo color rosa son difíciles de olvidar.

Si a usted, estimado lector, no le interesa leer sobre la Pantera Rosa, pero sí conocer nuestra forma-de-hacer-las-cosas como sociedad y cómo nuestras tecnologías de conversación tienen que ver con ello, este texto es para usted. Así que sigamos leyendo y tarareando The Pink Panther Theme.

¿Por qué cultura rosa?

Primero, debemos aclarar que el título de este texto nada tiene que ver con la percepción del color rosa exclusivamente asociado a lo femenino.

El psicólogo Gianluca Francia (2021) señala que “en Occidente, el significado del color rosa evoca un sentido de tranquilidad y optimismo”, y que “en la simbología cristiana indica alegría y felicidad”.

De esta forma, entendemos la cultura rosa como aquella que se muestra optimista en los medios, a pesar del contexto de guerras y caos en el cual vive; que favorece los mensajes positivos; que construye en sus instrumentos de conversación una identidad que le provoque tranquilidad consigo misma y que le haga sentirse más optimista, basada en la representación que hace de sí en las redes sociales, tal cual espejo de Narciso.

Es una sociedad que se pasea brevemente por la realidad fragmentada en vídeos de 30 segundos o de un minuto, máximo, y que prefiere distraerse de su entorno a través del scrolling infinito, desplazando el dedo en la pantalla para leer, escuchar o visualizar el siguiente contenido, deambulando sin rumbo en la abundancia de las redes —Facebook, Instagram, Twitter, Tik Tok, Pinterest…— hasta encontrar algo que sí llame su atención.

¿Cómo se manifiesta esta cultura rosa en nuestros instrumentos de conversación? Más que manifestarse en ellos, la cultura rosa y sus tecnologías de conversación están estrechamente unidos. En principio, al definir la cultura rosa, hemos planteado algunos aspectos que la caracterizan; así que en este texto precisaremos parte de ellos.

La pantalla ¿rosa?: el espejo de Narciso

Las pantallas invaden a la sociedad de la cultura rosa. Están ahí al comenzar y al terminar el día.

En una sociedad hiperconectada, donde se desdibuja el límite entre lo virtual y lo real, entre lo privado y lo público, con las pantallas al alcance de la mano, el mundo se vuelve más complejo.

En el espejo público de las redes sociales, la civilización de la cultura rosa ha aprendido a crear su otro yo. Uno que, más que tomar en cuenta su yo real, construye lo que quiere que otros vean. Y, aunque el yo siempre se construye a partir de la otredad, “el otro” se superpone al yo en las redes sociales digitales. ¿La intención? La aprobación de quienes comparten este espejo público y que hacen lo mismo con sus propias identidades.

Entonces la identidad se desdobla, y el sujeto de la cultura rosa se aleja de lo que es en la realidad off line, porque incluso ahora quiere parecerse más lo que ha construido en lo virtual. 

Se trata de una realidad trasfigurada para ganar likes y comentarios, una imagen ilusoria hecha con filtros y espacios instagrameables, creados para generar fotografías perfectas con un juego de luces y sombras que potencian la belleza de la escena.

La dualidad del sujeto que posa para la fotografía forma parte de la cultura rosa. Se trata de un doble yo que construye una nueva realidad —distinta a su realidad íntima y verdadera— en las redes sociales.

La dictadura rosa: bajo el gobierno del like

La cultura rosa vive bajo la dictadura del like o del me gusta. Lola Morón (2018), psiquiatra y articulista del diario El País (España), asegura que “a todos nos gusta gustar. Pero con las redes sociales, esta pulsión puede magnificarse hasta convertirse en obsesión. La necesidad de recibir estímulos positivos engancha”.

Nuestros contenidos en las redes sociales están hechos no solo para gustar, sino para gustar cada vez a más personas. Por tanto, se necesita de seguidores.

De esta forma, ser influencer es uno de los sueños de los miembros de la cultura rosa. Es ahora tan válido como querer ser médico, ingeniero, astronauta, etc. Para ello, quienes persiguen ese propósito —bloggers, youtubers, instagramers, tiktokers— generan contenidos que puedan ser compartidos, guardables y, sobre todo, que obtengan likes, muchos likes.

La realidad fragmentada rosa

En nuestro texto anterior, titulado “Nuestros instrumentos de conversación: El sentido de la presencia”, hablamos de lo que Scolari llama la “Cultura Snack”, donde abundan los contenidos breves, fragmentados, que se imponen sobre la información completa y extensa.

La inmediatez, la gran cantidad de información y los formatos de las redes sociales a los que estamos expuestos privilegian más el entretenimiento que estar realmente informados. Lo que se nos proporciona son pequeños bocadillos de contenido, con los cuales quedamos completamente saciados. Y con ellos, todos pensamos que sabemos de todo.

Redes sociales y emociones rosa

Una investigación de Pew Research, cuyos resultados se detallan en Laboratorio de Periodismo (2022), evidencia las razones por las cuales los jóvenes de la cultura rosa prefieren las redes sociales a los medios tradicionales:

  • Se sienten más conectados con las vidas de sus amigos.
  • Las consideran un espacio para hablar de su familia, mostrar sus logros, y expresar sus emociones y sentimientos.
  • Con ellas sienten diferentes emociones y viven diversas experiencias, momentos saludables y felices.

María Solano Altaba, decana de la Facultad de Humanidades y Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, e Ignacio Blanco-Alfonso, catedrático de Periodismo de la misma Universidad (España), subrayan que la apelación a las emociones es un recurso para captar la atención del público. “No es necesariamente nociva, excepto si se utiliza de manera excesiva y provoca que no se preste atención a lo relevante”.

Entonces, ¿cuál es el riesgo para la cultura rosa? En medio de contenidos que apelan a las emociones de manera exagerada, los miembros de la cultura rosa están expuestos a lo “anecdótico y lo frívolo de un acontecimiento”. Y aquí vamos con otra de las características de la cultura rosa: como aumenta el gusto por el entretenimiento, disminuye el sentido crítico y se pierde lo esencial de los hechos.

*Doctora en Ciencias Humanas. Directora de la Escuela de Comunicación Social, ULA Táchira.

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