Gustavo Villamizar Durán
En la semana que ahora termina hemos conocido de paros y grandes movilizaciones en cuatro países del continente, en protesta contra las medidas políticas, económicas y sociales impuestas por los gobernantes de turno. Un paro general en Argentina contra el desastre creado por la gestión de Mauricio Macri, protestas en Chile contra el sistema de salud, pensiones y jubilaciones, así como contra la privatización de la educación adelantada por Sebastián Piñera, huelgas de trabajadores y educadores en Brasil contra la disminución de salarios y la eliminación por Jair Bolsonaro de las políticas sociales aplicadas por los gobiernos de Lula y Dilma, huelga de maestros y del sistema de salud en Honduras contra las políticas salariales y de protección social aprobadas por Juan Hernández. En días recientes similares protestas ocurrieron en Perú contra las políticas de “austeridad” impuestas por Martín Vizcarra y el FMI y también en Colombia, donde educadores, indígenas, campesinos, afrodescendientes y centrales sindicales protestaron contra la política económica y la defensa de la educación pública contra la privatización impulsada por Iván Duque.
En medio de la conmoción que aqueja al continente y sobre todo a los países en los que se ha aplicado los formatos del Fondo Monetario Internacional –FMI- aparece, sin duda, un elemento transversalizando las protestas continentales: la educación. En las naciones mencionadas y otras con similares padecimientos el sistema educativo ha sido sometido a grandes reducciones presupuestarias con la consabida historia de disminuir el gasto social como única vía de equilibrar los colosales entuertos de su economía. Ello ha conducido a graves problemas salariales, reducción o supresión de beneficios adicionales y protección social, eliminación o rebaja de los programas de alimentación escolar, paralización de la dotación y mantenimiento de escuelas, baja en la calidad de la educación, muestras del abandono de la responsabilidad gubernamental con la formación de los ciudadanos. De la misma manera, estos recortes, se van convirtiendo en los abre caminos a la privatización de la educación de sus naciones, aupando la presencia de los grandes conglomerados multinacionales de la educación, cuyos capitales proceden fundamentalmente de la banca, que ha conseguido el tesoro escondido en el negocio de la educación.
A este respecto, la empresa multinacional de origen británico Pearson PLC, fundada en 1999, estimada como la de mayor inversión en el ámbito educativo en el mundo y asentada en más de 70 países, calculó en 2015 un potencial mercado educativo mundial, montante a la inmensa suma de entre 6 y 7 trillones de dólares. Esta cifra, impresionante si se compara con otros sectores de la economía tradicionalmente más lucrativos, convierte a la educación en el filón más atractivo del mercado mundial para los próximos años. Esa enorme cantidad de dinero es, a qué dudar, la que ha despertado la avaricia de los grandes conglomerados financieros, los cuales comienzan a realizar inversiones que les permitan participar del reparto de esta nueva veta inexplotada. Son innumerables las ofertas de estos oligopolios de la educación globalizada, los cuales van desde la instalación de estudios presenciales, mediante la absorción de pequeñas instituciones incorporándolas a sistemas de franquicia que ofrecen opciones casi “a la carta” en cualquier nivel educativo y las certifican desde países complacientes, que igualmente participan del negocio. Así también, presentan estudios a distancia en disímiles opciones profesionales, softwear educativo de todo tipo, nivel y área, equipos tecnológicos e insumos diversos. Todo esto empacado en un modelo educativo supuestamente universal, separado de las realidades y necesidades de las naciones, libre de cualquier control o supervisión del estado y la sociedad, al rumbo de los mandatos del mercado.
¿Será cierto que solo la privatización puede salvar los procesos educativos de nuestras naciones? La respuesta puede hallarse fácilmente en naciones que se empeñan en modelos sociales de justicia alternativos al capitalismo, como Cuba, brutalmente bloqueada durante 60 años por los EEUU; Venezuela, víctima igualmente de un bloqueo feroz; Nicaragua, sancionada y con el proceso de bloqueo norteamericano andando; o Bolivia, amenazada y hostilizada por el hegemón del norte, las cuales han consolidado y ampliado su sistema de educación pública y gratuita hasta el nivel universitario, hacen esfuerzos por mantener modelos de calidad, sostienen programas de alimentación escolar, entrega de computadoras portátiles, uniformes, calzado, libros, útiles, morrales y hace rato que vencieron el analfabetismo.