Opinión

La Esperanza

9 de febrero de 2019

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La Esperanza es lo último que se pierde. Es un hecho evidente que muchos venezolanos hemos sentido renacer nuestras esperanzas en los primeros días de este nuevo año. El año pasado se desaprovechó una gran oportunidad para lograr un cambio electoral, democrático y pacífico. Este año se habla de nuevo de retomar la ruta electoral, esa ruta que produjo la notable victoria de la Alternativa Democrática en las elecciones parlamentarias de diciembre del año 2015.

Siento renovada mi esperanza cuando observo que en los predios opositores se dedica un esfuerzo muy meritorio a presentar un “plan país”, una visión de la Venezuela que viene, una propuesta de cambio atractiva e ilusionante. Así como Lenin decía que “no hay acción revolucionaria sin teoría revolucionaria”, yo me atrevo a decir que “no hay acción política seria y fecunda si ella no está precedida por la presentación de una visión que interprete el anhelo de cambio de la población”

El “Plan País” al que me refiero nace de un esfuerzo muy amplio de compatriotas comprometidos con el ideal democrático que representa a distintos factores políticos, sociales, económicos, académicos entre otros sectores de la sociedad civil. Un esfuerzo de amplitud, de unidad y de consultar a gente competente para trabajar por darle a Venezuela y a los venezolanos un ideal  por el que valga la pena luchar.

El Plan País tiene un mérito adicional y es que ha sido consultado con todas las regiones que componen la geografía nacional. No se trata de una propuesta elaborada desde el centro para la periferia. Se trata más bien de una propuesta elaborada desde la periferia hacia el centro.

El cambio que los venezolanos anhelamos es un cambio a favor de la democracia. Queremos vivir en una nación moderna con más y mejor democracia. Queremos un gobierno sometido a la primacía de la Constitución y respetuoso del estado de derecho. Queremos un país sin presos políticos, sin venezolanos exiliados, sin partidos políticos inhabilitados. Queremos un gobierno que respete la independencia y la autonomía de las diferentes ramas del poder público. La Asamblea Nacional como organismo legislativo debe ser autónoma e independiente y la administración de justicia también.

Necesitamos un gobierno que haga realidad la descentralización política y administrativa que se inició con tanta timidez en 1989 y que se interrumpió abruptamente con la llegada del Socialismo del Siglo XXI.

Hoy declaro que me siento más optimista y más esperanzado que lo que me sentía en diciembre del año pasado. Vendrán tiempos mejores.

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández

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