Opinión

La Esquina de Filisco

19 de agosto de 2020

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Néstor Melani-Orozco*


San Cristóbal guarda heridas en sus calles y en su vientre, como si de piedras agonizaron los legados de sus años o de gritos el silencio de sus deudos.

Cuánto amor perdido de su interés; de su identidad, si de campanarios las losas del tiempo y de huellas aquellos ladrillos rotos (?)

Caminé desde la plaza del obispo Sanmiguel, hasta emprender la cuesta que me llevaría a la esquina de Filisco. La Luna dejó sombras y me pareció escuchar los clarines de la emancipación.

Aquella esquina abandonada, con paredes descarnadas, como si fuese un paredón de fusilamiento.

Y  me dije:

¡Dios mío!

¡Cuánta penuria!

Si en este lugar de amor de patria verdadera, hace 200 años, una mujer andina con la piel bien puesta recibió al Libertador de la América. (?)

¡Dios Mío!

Y entre las huellas de aquel 16 de abril de 1813. María del Carmen Ramírez de Briceño ofrendaba flores, armas, pertrechos, caballos y dinero al joven brigadier general Simón Bolívar para la causa de la Campaña Admirable de 1813. Y de gritos hermosos, San Cristóbal, el pueblo, contemplaba con magnificencia al Brigadier General con su Estado Mayor y el inmenso Ejército de la Unión; junto a Bolívar, sus leales: Atanacio Girardot, Antonio Ricaurte, José Félix Ribas y hasta Rafael Urdaneta. Gloria sublime de independencia, en la ruta sagrada de  los Andes y en la eternidad de América.

Y ahora solo casi de abandonos la talla sagrada, patrimonial y eterna del libro inmenso de la historia nacional (?) Y Filisco, la esquina de las horas inmensas, casi una destruida alameda sin recuerdos y sin la moral ciudadana (?)

Todo un abandono. Hasta la antigua placa se la robaron y los llamados defensores de la identidad en grandes reposos.

Mientras esta noche, en el lugar de las proclamaciones de 1813, pareciera que los muros y tapias lloran. Ladran los perros y ni una rosa roja de amor está allí para la otra esperanza.

Y San Cristóbal, aún de auyamales, solo duerme su letargia. Ve morir su arquitectura y pareciera que esconde sus adobes de siglos meritorios. Y Bolívar grita desde el horizonte, porque siente en sus venas la sangre de la heroína, mientras el lugar de Filisco agoniza.

Así caminé esta noche por los albores de la ciudad vieja, perdida, convertida en infragantes vasallos. Quiénes no recordarán la verdadera historia. Y las semillas del tiempo se han ido cubriendo de libros cerrados, de maestros indiferentes y de ideas, olvidando a aquellos lugares que son el ejemplo del tiempo. Voz de Bolívar y la esencia de un pueblo.

Y Filisco de 1813. Donde vio levantar la espada redentora se desmorona. Aún sin apreciaciones restauradoras y sin los defensores del patrimonio…

Y San Cristóbal, la de la vena de agua del río Magdalena, como lo afirmaban los viejos abuelos que era La Bermeja.

San Cristóbal del rojo Torbes, aún guardando una estrella, esperando conciencias, para que desde su Filisco la rosa blanca un día deje volar mil palomas de paz a la dignidad en su verdadera historia.

Filisco cada día nos espera…


*Narrador, Artista Plástico, Escritor, Dramaturgo.

Premio Internacional de Dibujo “Juan Miro” en Barcelona–España 1987.

 

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