Opinión

La frontera caliente 3.0

5 de diciembre de 2019

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Alfredo Monsalve López

Definitivamente, si a los señores que están en el poder en Venezuela se les ocurriera “abrir” la frontera con Colombia, nuestro país se quedaría como paseo de novios: solo. Si hoy, que está “cerrada” (dos contenedores atravesados sobre el puente Simón Bolívar), el éxodo y la migración hacia el hermano país sobrepasan, según dicen, el millón de compatriotas, imagínese usted abierta para vehículos. Pienso que esa es la razón por la cual Maduro y sus asesores cerraron la frontera hacia Cúcuta. No hay otra explicación contundente. Eso de que los paramilitares (nunca mencionan a la guerrilla) tomaron por asalto las ciudades de Ureña, San Antonio y sus múltiples “trochas”, y que cerrándola evitarían la inseguridad, el “desangre” del contrabando de combustible, de gas y otros rubros, hoy se quintuplicó. Todos los días, de 6 a.m. a 9 p.m., el cruce hacia el Norte de Santander es constante: miles de compatriotas venezolanos, como hormigas, “invaden” las calles de La Parada, el centro y sus adyacencias de Cúcuta para hacerse de algún bien. Sobre todo comida. Vemos a jóvenes caleteros y carretilleros cruzar el puente Simón Bolívar y algunas trochas, cargados de bultos o cajas repletas de alimentos y bienes.

Precisamente, entre el viernes 29, llamado por el imperio del Norte “Black Friday” (viernes negro), y el mismísimo sábado 30, la policía debió cerrar algunas calles del centro de Cúcuta para que el río humano de venezolanos pudiera desplazarse. ¡No cabía un alma! Me comentaba un comerciante (yo estuve el sábado), que “era una lástima cómo Venezuela dejaba de percibir sus divisas por una mala economía”. Y para no entrar en detalle le respondí: tiene usted razón, pero cambiemos de tema. El comentario del amigo colombiano se refería a las transacciones en dólares por pesos (ya en algunas casas de cambio no reciben bolívares). Sin embargo, las colas en esas entidades se perdían de vista. ¡Qué tal! Y le argumenté: así andamos desde hace algunos años. Y me retiré a ver unas manzanas del tamaño de un coco. Que por cierto, han desaparecido de nuestra nación.

Me trajo a la memoria que casi todos los días, en cadena nacional, a Maduro se le ocurre decir que “…pronto tendremos una economía productiva”. Además señala, a todo pulmón, que “…tenemos una Venezuela bella y próspera…”. Pero lo más sorprendente es ver a gente que le aplaude a rabiar sus peroratas. Pido mil disculpas por salirme del tema sobre la frontera, pero ningún venezolano en su pleno juicio puede soportar la gigantesca desgracia que padecemos. Gracias a la pésima gestión del régimen. No es invento. Y concluyo, a pesar del zumbido penetrante en mis oídos, la amarga ironía de Nicolás, me quedé mirando con mucha tristeza, cómo el venezolano, con su natural idiosincrasia, y a pesar de las múltiples dificultades que tenemos, calienta, día y noche, la frontera con Colombia. Es un ir y venir. Sin tregua. Sin mirar atrás. Sin pasado y sin futuro. Solo las ansias de conseguir algo que le satisfaga y que en Venezuela no lo puede conseguir. Se abre el debate pues.

(Alfredo Monsalve López) /

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