Carlos Casanova Leal
La revolución socialista comporta un cambio del modelo político, económico y social, requiere acabar el modelo anterior para instaurar el nuevo modelo, pero ese modelo nuevo pasa por sustituir los valores de la democracia por los valores socialistas, y para hacerlo requiere destruir los anteriores valores sociales por los que trae la revolución cultural.
Aquí es donde la corrupción juega un factor importante en la destrucción de valores como la ética, honestidad y dignidad, en todas las esferas de la vida, fundamentalmente en el sector militar y político, de ambos lados, del oficialista y del opositor.
Así, las medidas de destrucción de la economía crearon mercados de segundo piso, mercados negros para la especulación, el contrabando se hizo una práctica de vida con el llamado “bachaqueo”, y el ciudadano fue llevado a asumir conductas que en condiciones normales jamás habría asumido o hecho. El Gobierno llevó al venezolano a la comisión del acto por el cual luego lo señalaría, lo acusó de cadivista, contrabandista, etc.
Su objetivo estaba claro, eliminar valores esenciales, fracturar la familia, desaparecer sus costumbres y acabar la tradición, de esta forma cambió hábitos y con ello los valores ciudadanos que acompañaron a la sociedad a lo largo de su historia.
Al cambiarte los valores, te cambió tu destino, de ahí la razón por la que siempre sostengo que la tarea más importante de la sociedad democrática es la organización de base, para romper el habituamiento, que es el que cambia definitivamente tus valores.
La revolución es profundamente corrupta y corruptora, sus adversarios tienen que estar construidos desde una sólida posición incorruptible, apegada a la moral y la ética, hecho este indispensable para en la mesa del ajedrez político nunca negociar principios, cuando se hace se pierde. Nada que sea negociar principios trae ganancias, todo lo contrario.
Siempre escuché, y así lo aprendí, que si levantas las banderas de la lucha anticorrupción debes estar dispuesto a meter preso a tus amigos; si no lo estás, no puedes asumir ese compromiso.
Gabriela Mirabal, es una venezolana, testigo que ayudó a condenar en Estados Unidos al extesorero de Venezuela, Alejandro Andrade, y a su clan. Hija de un exgobernador del tiempo de la democracia, que vio cómo su hermano Gustavo Mirabal cambió muy rápidamente de estatus económico, le preguntó: ¿de dónde sacaste la plata para comprarte un Maserati, un apartamento en el Trump Plaza, en Nueva York, tres apartamentos en Florida, caballerizas, otro apartamento en París, una casa en La Moraleja en España, y cuatro apartamentos en Dubái, cada uno de ellos con un valor de nueve millones de dólares?, si hace seis meses te presté cien mil bolívares.
El hermano de esta heroína venezolana (Gabriela Mirabal), por supuesto enredó a buena parte de su familia e hijos, de los cuales recibió agresiones y amenazas.
Familia opositora, pero lo hecho no se correspondía con su formación, y sabía que la corrupción de pocos es la miseria de muchos, y decidió en consecuencia iniciar sus propias investigaciones, entregó las pruebas de las empresas fantasmas de los testaferros, de su familia, que lo fueron de Alejandro Andrade, guardaespaldas y extesorero de Chávez, y se presentó al juicio a declarar y explicar cómo funcionó el entramado de corrupción.
Ella, una mujer de sólida convicción; él un opositor de convicción no sólida tocado por el chavismo.
La conducta de Gabriela Mirabal es la que se exige de los dirigentes de oposición, ella denunció a su propia familia, en beneficio de la gran familia venezolana; los dirigentes de oposición tienen que sacar de sus filas a los corruptos señalados, a los entornos financieros y, fundamentalmente, deben presentar cuentas, declaración de bienes y medios de vida, los que están aquí, los que están por fuera, los que están en el parlamento, donde se encuentren.
Los que están en Citgo y los que están en empresas en otras latitudes.
Eso tienen que hacer, se requiere una sólida fuerza moral para derrotar al chavismo, de lo contrario siempre ofrecerán perdón por dineros robados, por estar en ello personas de los dos lados.
Sin pedírselo, los políticos en cargos deben hacerlo.
Mientras eso sucede, creo le debemos a esta mujer, Gabriela Mirabal, un aplauso de pie.
Dios los bendiga.