Opinión
La Navidad en la vivencia venezolana
lunes 22 diciembre, 2025
Hogan Vega y Dorli Silva
En Venezuela, la Navidad suena a gaita, aguinaldos, huele a hallaca, pan de jamón, ensalada de gallina, dulce de lechosa y se siente en el aire la hospitalidad del venezolano. Esa capacidad de compartir lo poco como si fuera mucho es la máxima expresión de la fe de los hogares venezolanos. Es decir, cada hogar está repleto de la fe divina y familiarizada con la expresión: “Confío tanto en que Dios proveerá, que puedo ser generoso hoy mismo”. De ahí que, celebrar la Navidad bajo la óptica de la gratitud y la apertura, especialmente con el matiz tan particular de la vivencia venezolana, transforme la festividad en un ejercicio de resiliencia espiritual.
Por lo tanto, en Venezuela, la Navidad no es solo una fecha en el calendario; es un estado de ánimo que se resiste a las dificultades, pero con la llegada de la Navidad como acto de resiliencia, esperanza y vivir en gratitud, significa que, a pesar de las carencias o la distancia (tan presente en las familias venezolanas hoy), se elige agradecer por “lo que hay”: la salud, el plato de comida compartido, el abrazo que reconforta. Esta gratitud abre la puerta a que lleguen más bendiciones, sobre todo, al mantener el corazón abierto, la Navidad deja de ser una repetición de ritos y se convierte en una renovación de votos con la vida. Es creer que el año que viene traerá esa “lluvia de oportunidades” que tanto deseas.
Lo más importante, en el contexto de la fe en Dios, es que los deseos de logros materiales y personales (trabajo, viajes, bienestar) no son superficiales, sino que se entienden como herramientas para vivir una vida plena, agradeciendo el tener un trabajo como bendición, por lo que se pide éxito no por vanidad, sino para proveer, para ser útil a la sociedad y para honrar los talentos que Dios nos dio. Al mismo tiempo, pedir por los viajes como estímulo por el esfuerzo, representa el deseo de conocer el mundo, de reencontrarse con seres queridos o de abrir nuevos horizontes de crecimiento. Además, de gozar de buena salud como símbolo de ser consciente de la importancia de estar sano, es el regalo fundamental que permite disfrutar de todo lo anterior. Sin salud, el éxito no tiene donde reposar.
Sin embargo, el toque venezolano, alegría pese a todo con un alto altruismo espiritual, pedir por el prójimo, establecida culturalmente como una forma noble de celebrar. Cuando pides bendiciones para los demás, ocurre un fenómeno hermoso, iniciando por la descentralización del ego, cuando dejas de preocuparte solo por tus problemas y te conectas con la necesidad del otro. Ante todo, en la espera del efecto búmeran, que nos enseña que, a través de la fe, lo que deseas de corazón para el prójimo, Dios lo multiplica en tu propia vida. Al pedir salud y éxito para tu hermano, estás sembrando esa misma semilla en tu camino. En otras palabras, que esta Navidad sea el puente hacia un 2026 donde cada petición de protección se convierta en un escudo real, y cada deseo de éxito se materialice en puertas abiertas y caminos despejados.
En este sentido se comprende; el motivo de celebrar la Navidad es un fenómeno que se vive de formas muy distintas según la perspectiva de cada persona. Por ejemplo, la Navidad como refugio emocional (familia y amigos). Para muchos, la familia es el ancla. La Navidad es el momento de volver a las raíces, de recordar a los que ya no están y de fortalecer los lazos con los que se quedan. Es un alto en el camino, frente al ajetreo del año. Hoy en día, mucha gente celebra con amigos. Se considera una evolución de la tradición donde el vínculo no es la sangre, sino la afinidad y el apoyo mutuo. Es una forma de decir: “Estoy aquí porque quiero estar, no solo por compromiso”.
Cabe considerar, por otra parte, el intercambio de regalos, como el lenguaje del amor, considerado para algunos, una herramienta de comunicación. No se trata del objeto, sino del tiempo invertido en pensar: “¿Qué le haría feliz a esta persona?”. Es una materialización del afecto. Existe también la opinión de que el regalo se ha vuelto una carga económica o una obligación. Por eso, muchas personas están optando por regalos “con sentido” (experiencias, algo hecho a mano o donaciones en nombre de otro) para recuperar la esencia de la generosidad.
Siendo las cosas así, resulta claro el porqué de las felicitaciones y bendiciones, basados en el poder de la palabra, con frases como: “A Dios le pido que te bendiga…” tiene un impacto psicológico poderoso. Recibir un deseo de bienestar activa sentimientos de pertenencia y seguridad. Es un recordatorio de que somos valiosos para alguien más. Queremos con ello significar, la espiritualidad versus la religión; independientemente de las creencias específicas, estas felicitaciones representan el deseo universal de que al “otro” le vaya bien. Es un ejercicio de empatía pura: Desearle a otra persona lo mejor simplemente porque “lo merece”. De hecho, con la frecuencia de los deseos, la mayoría coincide en que es preferible un exceso de buenos deseos a la indiferencia. Es el “ruido blanco” del cariño social y en la Navidad es, en última instancia, un espejo. Si uno la vive con gratitud y apertura, se convierte en una oportunidad para renovar la esperanza. Si se vive con cinismo, se siente vacía. Tu enfoque de pedir protección y bendiciones para los demás es quizás la forma más noble de celebrar, porque quita el foco de “uno mismo” y lo pone en el bienestar del prójimo.
Dentro de esta misma idea, en el compartir de la cena de Navidad se recomienda realizar una oración y reflexión, con el sentimiento y la fe que caracteriza al corazón del venezolano, uniendo la espiritualidad con el deseo genuino de prosperidad y bienestar para los seres queridos, pidiendo a todos un momento de silencio y unión. A continuación, un modelo de oración de Navidad, basada en gratitud, esperanza y bendición. Iniciando con una introducción: “Amada familia y amigos, esta noche no solo nos reúne el hambre de compartir este plato, sino el hambre de gratitud. Antes de comenzar, pongamos nuestro corazón en sintonía con Dios para agradecer y bendecir nuestro camino”.
Por tal motivo, un modelo de oración: “Padre Amado, hoy te damos gracias por el milagro de estar aquí, porque tu protección ha sido nuestro escudo y tu amor nuestro sustento. En esta mesa, donde el aroma de nuestra tierra nos abraza, te pedimos que tu bendición descienda sobre cada uno de los presentes y también sobre aquellos que, aunque lejos, llevamos en el alma.
Señor, hoy quitamos el foco de nuestras propias preocupaciones para pedirte por el bienestar del prójimo. Te pedimos que derrames una lluvia de oportunidades sobre nosotros. Que en el año que viene, el trabajo sea digno y fructífero, que los éxitos sean el fruto de nuestra constancia y que nunca nos falte la creatividad para vencer los retos.
Te pedimos salud, que es nuestro tesoro más grande, para que nuestros cuerpos tengan la fuerza de alcanzar nuestros sueños. Bendice nuestros viajes y proyectos; que cada camino que emprendamos nos lleve a lugares de crecimiento, reencuentro y alegría.
Que esta Navidad renueve nuestra esperanza. Que entendamos que dar es la mejor forma de recibir y que, al desearle lo mejor al que tenemos al lado, estamos preparando el terreno para nuestra propia prosperidad.
Gracias, Dios, por la vida, por esta familia y por la certeza de que lo mejor está por venir.
Amén”.
En síntesis, la Navidad venezolana es sinónimo de unión familiar, calidez, identidad cultural y esperanza, transformando las casas y llenándolas de luces, música y aromas desde temprano en diciembre, más allá de los regalos materiales, enfocándose en la fe y el amor compartido. En consecuencia, es una fiesta vibrante de fe, familia y tradición, marcada por la alegría, música (gaitas y aguinaldos), y platos típicos, como hallacas y pan de jamón; comienza con las Misas de Aguinaldo en diciembre y culmina con la Misa de Gallo, destacando el pesebre, las parrandas, las “patinadas” (niños patinando) y la entrega de regalos por el Niño Jesús en Nochebuena, uniendo a la gente en celebración, baile y compartir.
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