Opinión

La neuroeducación y la Inteligencia Artificial (IA) en la educación

30 de junio de 2025

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Hogan Vega y Dorli Silva

La neuroeducación, al estudiar cómo funciona el cerebro durante el aprendizaje, ofrece una base invaluable para mejorar la enseñanza. De ahí que, si se combina con la IA, su influencia se potencia, al abrir posibilidades nuevas y emocionantes. Sin embargo, si se desea, por ejemplo, estudiar la historia con la IA, de qué manera influye la neuroeducación.

En primer lugar, la personalización del aprendizaje de la historia con la neuroeducación, al reconocer que cada cerebro es único y aprende de manera diferente. Esto implica que los métodos de enseñanza deben adaptarse, a las necesidades individuales de los estudiantes. Por su parte, con el apoyo de la IA, se pueden analizar grandes volúmenes de datos sobre el rendimiento, las preferencias y los patrones de aprendizaje de cada estudiante. Con esta información, la IA puede crear rutas de aprendizaje personalizadas, así como recomendar recursos, actividades y niveles de dificultad específicos, para optimizar la retención y comprensión de los conceptos históricos. Esto va desde la adaptación del ritmo hasta la selección de materiales visuales, auditivos o interactivos, según las inclinaciones cognitivas del alumno.

En segundo lugar, se logra la optimización de la memoria y la retención con la neuroeducación, basada en principios como la importancia de la emoción, la repetición espaciada y el aprendizaje multisensorial, para la consolidación de la memoria a largo plazo. En el estudio de la historia, esto se traduce en la búsqueda de maneras que hagan a los eventos históricos, más significativos y vivos. Mientras tanto, con la IA se pueden diseñar sistemas de repaso inteligentes, que presenten información histórica en intervalos óptimos, para la consolidación de la memoria. También puede generar actividades interactivas (simulaciones, juegos de rol, reconstrucciones en tercera dimensión de eventos históricos) que involucren sentidos múltiples y generen una conexión emocional con el contenido, al aprovechar el poder de la narración, para mejorar la retención.

En tercer lugar, se alcanza el fomento de la motivación y el compromiso, con la neuroeducación, al destacar que la emoción y la curiosidad son motores fundamentales del aprendizaje. Un entorno de aprendizaje positivo y estimulante, donde el error se vea como una oportunidad de crecimiento, es crucial. A este respecto, con la IA se pueden crear experiencias de aprendizaje de la historia más inmersivas y gamificadas. Los chatbots históricos pueden permitir, a los estudiantes, el diálogo con personajes históricos o las recreaciones virtuales; estos transportarán a los estudiantes, a épocas diferentes. Esto aumenta el interés, la curiosidad y la motivación intrínseca, y hace que el estudio de la historia sea menos una tarea memorística y más, una aventura de descubrimiento.

En cuarto lugar, hay un desarrollo del pensamiento crítico y análisis histórico con la neuroeducación, pero es necesario tener claro que la memorización es parte del aprendizaje; la neuroeducación enfatiza la comprensión profunda y la capacidad de aplicar conocimientos. En historia, esto significa ir más allá de los hechos y analizar causas, consecuencias, perspectivas diversas y el contexto. Mientras que, con la IA se pueden presentar a los estudiantes fuentes históricas diferentes, incluso contradictorias, y guiarlos a través de procesos de análisis crítico. Los sistemas de IA pueden ayudar a identificar sesgos, a formular preguntas pertinentes y a construir argumentos basados en la evidencia, al desarrollar habilidades de pensamiento crítico esenciales para el estudio de la historia.

En quinto lugar, la identificación y apoyo de dificultades de aprendizaje con la neuroeducación. Ésta proporciona conocimientos sobre cómo las diferencias neurológicas pueden afectar al aprendizaje, al identificar y abordar problemas específicos. En efecto con la IA se puede detectar patrones en el rendimiento de un estudiante, que sugieran dificultades de aprendizaje. Al identificar estas dificultades, de manera temprana, la IA sugerirá estrategias de apoyo personalizadas, materiales adaptados o, incluso, derivar al estudiante hacia recursos adicionales, que optimicen el proceso de aprendizaje para todos.

En realidad, la neuroeducación proporciona por qué y cómo el cerebro aprende historia, mientras que la IA ofrece las herramientas y la capacidad de procesamiento, para aplicar estos principios a gran escala y de manera altamente personalizada. La sinergia entre ambas disciplinas promete revolucionar la forma en que las futuras generaciones exploren y comprendan el pasado. A diferencia, ¿qué es lo que se encuentra en un aula de clase? A un estudiante que no le gusta leer, no valora la educación y no muestra interés por la neuroeducación.

En otras palabras, es un reto para los docentes, la generación de estrategias que cambien el enfoque y encuentren rutas alternativas, que conecten al estudiante con sus intereses y motivaciones. Incluso si no son las tradicionales, al tener en cuenta que cada estudiante es diferente y se necesitará probar estrategias muy particulares, tales como la conexión del aprendizaje con intereses reales y experiencias directas. Dado que la lectura no es su fuerte y la teoría no le atrae, el punto de partida debe ser su mundo, a partir de sus pasiones ¿Qué le interesa? ¿Videojuegos? ¿Deportes? ¿Música? ¿Redes sociales? Se deben usar esos intereses como trampolín; por ejemplo, si le gustan los videojuegos, se podría analizar la lógica detrás de un juego, la estrategia, o incluso la narrativa. Esto desarrolla habilidades de análisis y resolución de problemas, sin que se sienta que es una obligación estudiantil.

Es decir, se trabaja con problemas del mundo real, donde se presenten situaciones o problemas cotidianos que lo afecten directamente o que sean relevantes en su entorno. Se le preguntará: ¿Qué piensas de esto? ¿Por qué crees que pasa esto? ¿Cómo lo solucionarías? Esto lo obliga a evaluar información y a proponer soluciones. O sea que se evaluarán experiencias prácticas y proyectos, en lugar de leer sobre un tema; se involucrará en un proyecto, donde tenga que investigar (no necesariamente con la lectura de textos largos, sino con la búsqueda de información en videos, entrevistas, etc.). Se planificará, ejecutará y presentarán resultados. Esto fomenta la toma de decisiones y la argumentación.

Además, se requiere impulsar, al estudiante, hacia el uso de formatos alternativos a la lectura tradicional, siempre con la interpretación de que la lectura es una barrera. Hay otras maneras de acceder a la información y estimular el cerebro con la ayuda de contenido audiovisual, tales como videos, documentales, podcasts, Ted Talks cortos. Después de verlos o escucharlos, se podrán hacer preguntas abiertas que estimulen la reflexión: ¿Cuáles ideas le parecieron más interesantes? ¿Está de acuerdo con lo que se dijo? ¿Por qué sí o por qué no?”. Adicionalmente, con la ayuda de los debates y discusiones guiadas, se creará un ambiente seguro, donde pueda expresar sus ideas sin temor a ser juzgado. Presente un tema polémico y anímelo a que argumente su postura, pero también a que escuche y considere otras perspectivas. Otros, como los juegos y simulaciones de mesa o digitales que requieren pensamiento estratégico, evaluación de riesgos y toma de decisiones. Estos pueden ser una forma lúdica para desarrollar el pensamiento crítico.

Asimismo, el fomento de la curiosidad y la pregunta, en la búsqueda del pensamiento crítico, para que comience con la capacidad de cuestionar, con el arte de la pregunta, a cambio de darle respuestas, que le animen a formular sus propias preguntas. Cuando el estudiante exprese una opinión, pregúntele: ¿Cómo llegó a esa conclusión? ¿Qué le hace pensar eso? ¿Hay otras formas de ver la situación? Con el objeto de exponerlo a perspectivas diversas, sin la imposición de la lectura, busque la forma de que vea puntos de vista diferentes sobre un mismo tema. Por ejemplo, si le gusta el deporte, muéstrele análisis de partidos, desde la perspectiva de comentaristas o entrenadores diferentes. Esto le ayudará a identificar sesgos y a formar su propia opinión informada. Para que pueda desafiar sus ideas propias, con suavidad, muéstrele que éstas pueden tener puntos débiles o que hay otras maneras de pensar. Esto no es para invalidarlo, sino para enseñarle a autoevaluar su pensamiento propio.

De igual manera, que entienda la realidad actual para establecer metas realistas y reconozca el esfuerzo, así como que los cambios no ocurren de la noche a la mañana. Se sugiere la búsqueda de pequeños logros, para que, de esta forma, también celebre los pequeños avances. Si logra articular una idea de forma más clara, o si hace una pregunta perspicaz, reconózcaselo. Esto refuerza su autoestima y lo motiva a seguir intentándolo. Otra tarea prioritaria es darle consciencia de la relevancia de la educación (desde otra óptica), en lugar de hablar de la importancia de la educación, en abstracto, vincule el conocimiento y las habilidades (como el pensamiento crítico) con sus aspiraciones futuras, por muy básicas que sean. Si quiere tener un buen trabajo, jugar mejor, o entender mejor algo que le apasiona, explíquele cómo el pensamiento crítico lo ayudará a lograrlo. De igual manera, con paciencia y persistencia, darle a entender que es un proceso lento, donde habrá momentos de frustración. Mantenga una actitud de apoyo y comprensión.

En síntesis, como docente dé un paso gigante en el mundo de la educación, al aplicar principios neuroeducativos que busquen formas de enganchar su cerebro de manera diferente. Busque rutas neuronales que sí estén activas y motivadas. Recuerde que el pensamiento crítico no solo se desarrolla con la lectura; se desarrolla con el cuestionamiento, el análisis, el debate, la resolución de problemas y la experimentación. David Sousa señala: “El cerebro no está diseñado para memorizar, sino para aprender”.

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