César Pérez Vivas
La semana ha cerrado con un mensaje muy claro y directo del Papa Francisco.
En su viaje de regreso de una visita Pastoral por Asía y Oceania, el obispo de Roma en una conversación con los periodistas que la cubrían, expresó, refiriéndose a la tensa situación que vivimos los venezolanos con ocasión de la elección presidencial del pasado 28 de julio, lo siguiente: “el mensaje que le daría al Gobierno es: dialoguen y hagan la paz. Una dictadura no sirve a nadie y termina mal, tarde o temprano.” Acto seguido agregó: “No logro dar una opinión política porque no conozco los detalles, pero sé que los obispos han hablado y su mensaje es bueno.”
Si bien el Santo Padre expresó no conocer los detalles de la situación política habló claramente de la existencia, de una dictadura, y asumió como suyo “el mensaje de los obispos” calificándolo como “bueno”.
De modo que la palabra de los obispos venezolanos es la palabra que asume el Vaticano.
Veamos entoces cuál es el mensaje de nuestros obispos respecto de la situación que vivimos luego de la elección presidencial. En el comunicado del 7 de agosto del 2024 el mensaje fue claro: “1.- Reiteramos nuestro llamado a respetar la soberanía del pueblo expresada a través del voto el pasado 28 de julio. Desconocer la voluntad popular es ilegal y éticamente inaceptable.”. Nuestra iglesia, y por ende la Santa Sede, ha considerado que no se respetó el voto, vale decir que se ha producido un fraude. De ahí la recomendación del Papa de “buscar el diálogo” y la advertencia a Maduro de que las dictaduras siempre terminan muy mal, para todos los sectores de una sociedad.
Esa conclusión tan contundente del sumo pontífice tiene su base en el punto N: 3 de nuestra Conferencia Episcopal en la que se expresa lo siguiente: “3.- Rechazamos, por ser contrarias a los derechos humanos, el uso de la violencia en las manifestaciones públicas, la presencia y actuación junto a cuerpos policiales de civiles armados como mecanismo para disuadir la realización de la protesta pacífica ciudadana, las restricciones a la libertad de expresión y movilización, las detenciones o allanamientos arbitrarios, el encarcelamiento de personas, muchas de ellas menores de edad, sin el debido proceso, el uso de la descalificación, el amedrentamiento de la población y la delación como métodos para enfrentar las diferencias de opiniones políticas.”
En ese párrafo, nuestros obispos, han descrito con magistral precisión los elementos que revelan la existencia de la dictadura y por lo tanto de una demencial violencia de estado, a la cual se refirió el Papa Francisco. En efecto cuando él expresa la frase “hagan La Paz” está diciendo que están haciendo la guerra, y ¿ contra quien es la guerra?, no hay duda contra nosotros los ciudadanos.
Lo importancia del mensaje papal está en centrar la atención de la opinión pública mundial en la caracterización de nuestra tragedia y en visibilizar el mensaje de nuestra Conferencia Episcopal, que con certeza y mesura, ha denunciado la deriva autoritaria y violenta en la que estamos.
La cúpula gobernante venezolana no se ha caracterizado por estar constituida por personas con valores espirituales y religiosos destacados, más allá de expresiones formuladas en ciertos momentos políticos, lo que más se aprecia de ellos es su apego al poder por el poder mismo y su permanente distanciamiento de los sectores religiosos de nuestra sociedad. No obstante, esperamos que este mensaje papal pueda tocar a alguna mente en la camarilla roja, capaz de comprender el nivel de rechazo alcanzado en el mundo occidental por el gobierno de Maduro, debido a su brutal y burdo comportamiento y a su determinación de desconocer el voto ciudadano emitido el pasado 28 de julio. Pero también es importante para nosotros los ciudadanos venezolanos, porque el mensaje del papa y los obispos nos indican claramente que nuestra lucha es también de la iglesia universal y ello tiene una importancia fundamental en la búsqueda de construir una sociedad fraterna y solidaria, con pleno respeto a la dignidad de la persona humana; ello solo es posible en una sociedad democrática.
El acompañamiento de nuestros obispos, y por lo tanto de la iglesia universal, es un aliciente para continuar buscando el restablecimiento de la democracia. Esa es la razón de nuestra lucha de estos tiempos