Néstor Melani Orozco *
«Tenía malvas la ventana por donde se atrevía la luna a dibujar las sábanas blancas. Mientras de llantos esperé los viajes eternos. Y las malvas se hicieron morados recuerdos»… Venía vestida de blanco casi con sus zapatillas francesas y desde sus ojos tristes como ventanas al alba; el reminiscente de su tío Diógenes Escalante. Hablaba el inglés británico y recordaba con amor las calles sagradas de París. Vio La Haya de los holandeses y se robó de amor las promesas de los tulipanes. Profesora de idiomas de la época de oro del portentoso Liceo Militar Jáuregui, junto a su esposo, Charles Anton Tesser, «Tony». Con el clamor del pasado de la Segunda Guerra Mundial y entre sus versos escribía sus recuerdos y de su alma: los viajes en las dichas de las embajadas y su preciosa formación de ser periodista. De ser educadora.
Con el amanecer en Londres y el sentir de New York estudiando con Jakeline Keneddy. Hablando los años, siempre la Profesora Tesser como le solían decir sus alumnos, y ella inmensa y única entre los también fundadores del Liceo Civil junto al místico maestro Pedro Soto Ortiz. Con una copa de vino y del mundo la promesa romana entre las escalas del azul y el perdurable encanto de ser verdaderamente poetisa. Una noche fresca en San Vicente de 1977.
Tuve la dicha en casa del profesor Segundo Nieto de oírla narrar los caminos de Europa, de haber sentido los sueños en los cafés, en los museos y en el despertar inmenso de los teatros. Sonreía como una encantadora doncella para convertirse en alondra. Y sobre las copas me brindó las voluntades de irme a España. El coronel Zamudio Ferreti me ofrecía que dictara clases de Arte a los alumnos del Liceo Militar y ella se emocionó diciéndome: «Acepte las buenas tareas de profesor, esto llenará tus sueños»… Me invitó muchas veces a sus libros, pues su biblioteca guardaba testimonios desde Alejo Carpentier hasta del cine de Visconti. De Rafael Alberti, Octavio Paz hasta las palabras de gallegos. En un tiempo regaló su colección de libros al Centro Experimental de Arte. Lloró las ingratitudes de los profesores traidores al humanista José Laurencio Gallardo Vega… el autor de la novela: «Temple de Madrugada». Era el reclamo de la periodista de El Nacional de los tiempos de Miguel Otero Silva, cuando Ana María Mazey y Cecilia Dulcey experimentaban las narrativas. Más de sufrimiento de saber las conspiraciones a su tío el diplomático, quien iba a ser candidato presidencial. Aquellos anhelos de su devoción por las lealtades.
Pasaron los años benditos de Hildamar Escalante de Tesser. Siempre la vi en aquella ventana frente a la plaza del padre Jáuregui como si de pertenencias de la vida estuviese mirando los inviernos de Amsterdan o leyéndose la presentación de Gloria Stolh para «Las Facetas Literarias de Isaura». Yo me fui a Europa, me habían inscrito en la Llotja de Barcelona, el ministerio de la Defensa. Le escribí algunas cartas y ella me envió sus voluntades de escritora. Muy tiempo después al fundar la «Revista Cimarronera» le invitamos a escribir allí, junto a Luis Felipe Ramón y Rivera, Arturo Croce, Ramón J. Velázquez, Ramón Parra, Hugo Colmenares, Macario Sandoval y el mismo Felipe Quintanilla Ponce. Una tarde de los albores de mayo se le murió su compañero holandés, el profesor Tony Tesser, y desde los crisantemos lloró la vida. Invitó a la logia de las presencias y con el corazón adentro firmó las pertenencias de tantos recuerdos. Quince días después falleció con su libro de encantos y sus lecciones de idiomas. Mientras muchas mariposas se fueron con el aroma de los siglos… Y como un sentimiento de dignidad, ahora se deberá enaltecer su memoria de mujer sabia y educadora entre los méritos de hacer vivir su eternidad. Para que La Grita entienda sus otras verdades…
*Artista Nacional. *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró 1986. Barcelona. España. *Miembro Honorario de la Sociedad Bolivariana de New York. *Cronista de La Grita. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte.