Eduardo Marapacuto *
Hoy, viernes 14 de febrero, amanecimos celebrando el Día de los Enamorados, una fecha espectacular que nos invita a respirar profundo sobre el amor en todas sus formas; es decir el amor romántico, el amor familiar, el amor por la amistad y, por supuesto, el amor por nuestra madre Patria. Y como dice la canción de moda del Heredero “suave que no resisto cariño, no me apapaches tanto, corazoncito; no me hagas cucharita en la madrugada, si después me enamoro, no digas nada”. Los revolucionarios y revolucionarios también tenemos nuestro corazoncito y precisamente, en este mundo de hoy que se tiende asociar la revolución con la lucha y el conflicto, es fundamental recordar que los revolucionarios y revolucionarias también se enamoran. La revolución no es solo un acto de resistencia; también es un acto de amor profundo por la justicia, la libertad y la dignidad humana.
Si mis camaradas, el amor es una fuerza poderosa que nos mueve a actuar, nos impulsa a luchar por un ideal: por mundo mejor, donde todos tengan acceso a oportunidades y a la participación en todas sus manifestaciones. Los revolucionarios, en su esencia, somos personas que hemos decidido amar a nuestro pueblo, a nuestra familia, a nuestra Patria, dedicando nuestro esfuerzo a la construcción de una gran Nación. Este amor se traduce en acciones concretas, en la defensa de los derechos humanos, en la búsqueda de la igualdad social y en la promoción de la solidaridad entre los pueblos.
Cuando hablamos de revolución, también hablamos de transformar las estructuras del Estado y avanzar hacia las grandes transformaciones (7T). Se trata de un proceso que requiere de una profunda conexión emocional con nuestra comunidad y un compromiso inquebrantable con el bienestar colectivo. Los revolucionarios no solo luchamos por ideales abstractos, sino que también luchamos porque amamos a nuestra esposa, a nuestros hijos e hijas, a la familia, a los vecinos y vecinas. En este sentido, la revolución es una manifestación de amor en acción y en latencia-tendencia.
Además, el amor nos enseña sobre la empatía y el compartir, nos recuerda que detrás de cada lucha hay historias hermosas de sueños y esperanzas. En un contexto revolucionario, es vital recordar que cada persona tiene su propia historia, sus propias luchas y sus propias aspiraciones. Al enamorarnos de nuestra causa, aprendemos a escuchar y a valorar las voces de aquellos que han sido silenciados. Esta conexión emocional nos fortalece y nos une en la búsqueda de un cambio profundo
En este Día de los Enamorados, invito a todos los revolucionarios y revolucionarias a celebrar no solo el amor romántico, sino también el amor por nuestras convicciones y por nuestro pueblo. Sigamos adelante, que cada acto de lucha sea un acto de victoria y de amor. Así y solo así, estaremos expresando nuestro amor más profundo por nuestra amada Patria
La revolución es amor porque nos impulsa a soñar con una Venezuela pujante, digna, solidaria y de respeto, enlazada por el hilo conductor de nuestras acciones asertivas. Así como celebramos el amor entre parejas, también debemos celebrar el amor por nuestra Patria, por nuestros ideales y por cada uno de nuestros compañeros y compañeras en esta lucha.
Ya para finalizar, les recuerdo que yo no soy poeta, ni tampoco escritor, pero si me sale del alma expresar los sentimientos más nobles de amor, por la verdad y por lo que creo y lo que pienso. Espero que en este amanecer respiren profundo y se inspiren en el amor más sublime y digan ¡Feliz Día de los Enamorados!
*Politólogo, MSc. en Ciencias Políticas. MSc. en Seguridad de la Nación.