Venezuela en la dinámica geopolítica del poder
20 de septiembre de 2024
Néstor Melani-Orozco
Hubo de corridas en Antonio Gil «El Táriba» de Luis Segura bostezando en los medios de la plaza. Y muy grande Enrique Calvo sabiendo del Arte en el color de los encantos. Cuántos de la fiesta taurina de aquella ciudad tan vieja dueña de la cal de purísima doncella de campanarios eternos. Del significado taurino desde 1620 hasta la eternidad por fin de un Cristo Viejo… Donde de tantas fiestas siempre en la romería de la banda de músicos donde se sintió el mundo de la otra Andalucía. Para recordar algún día a Bernardo Valencia y entender la pureza verdadera de Fabio Castañeda. Y en cada recuerdo de contemplar a Pepe Camargo con el traje de luces de Ángel Moncada. Y las madrinas con serpentinas y caravanas…
Entonces me vi inmerso en 1971 en aquellas fiestas con el liderazgo bendito del reverendo Padre Otto de los Cárdenas de Táriba. Dicho entre reinas y el solemne magisterio de la Municipalidad. Donde iban los señores con corbatas doradas y pañuelos del color de las esmeraldas. Para divisar un capote rojo que llevaba grabado el nombre de «Gitanillo de Triana». Cosas que vinieron con el soñador muchacho desde la Plaza de la Maestranza de Aragua. Y en lo alto del terreno del dichoso Seminario Eudista francés, celebraron el retorno de las corridas de toros a la ciudad. Entonces desde casi los tres vientos fue irme una noche de relicario a la esquina de la callejuela cinco, porque en el frente de la casa de Graciliano, el barbero del Liceo Militar, estaban las gradas; y allí, como un acto teatral, había una corrida de toros. Casi imaginaria, entre el sudor de los jóvenes y las mujeres vecinas cantando.
Los muchachos de Romelia asistiendo al ruedo y con algarabía José Luis montaba a su pequeño hermano para fungir de picador y desde un tocadiscos sonaba «El Gato Montes» o algún paso doble de Agustín Lara. Y allí, José Luis Quiroz. Recién venido de la escuela taurina de Maracay y con sus trastes de torero, invitó a sus hermanos y vecinos, quién a través de la luz del poste de la compañía eléctrica se iniciara la faena taurina, con los muchachos como un ritual de la fiesta. Más era la feria de La Grita. Mezzinger el húngaro, alemán y tornero, desde el balcón reía al ver la faena. Mientras Doña Flor aplaudía la Capea como una ceremonia de los siglos. Fue contemplar la rueda de una bicicleta convertida en un toro con una cabeza de un novillo y de risas los vecinos de la carrera siete y la callejuela cinco, más la calle cuatro; abrir una corrida de toros con los muchachos y la gracia de José Luis con traje de torero.
Hasta los Cárdenas en callejuela cinco, recién llegados de Monte Grande, corrían para presenciar el rodeo. Mientras Rudy hacía de Alguacilillo, y Jaime ya universitario desde el aposento se leía «El por quién doblan las campanas» para rememorar a Hemingway en la fiesta de navarra de San Fermín. Fue el hijo del barbero: José Luis, celebrando sus ilusiones de novillero y en lo alto de la casa gris, la abuela alemana celebrando el escenario y degustando cervezas como en la Bavaria. Esa noche de luna del 19 de agosto de 1971. Se armonizaban los templetes y en la Calle de la Parada, «La Carrera Cinco» celebraban uno en homenaje a Antonio Aragón, «El Niño del Hospicio» y en el Llano del Padre Melesio García se hablaba de Maura, la más hermosa de los Pineda para competir con Marvelia Mora. Desde el Calvario al llano con claveles rojos. Pero entre tanta algarabía la Fiesta de Los Quiroz en la esquina de las gradas fue un acto bucólico a los encantos de los imaginarios toreros. Los años pasaron y el tornero mecánico Mezinger recordó junto a Horvan aquella esencia real de España taurina en una esquina tenue y melancólica de la eterna ciudad de La Grita. Hablaron los recuerdos y más de un lienzo pintado desde aquella capea.
Entre muchachos, queriendo ser toreros y majas dibujadas en los cuadernos de Hugo Rangel. Entre leyendas de Macario Sandoval describiendo las ceremonias. Y «El Buda» como se hacia nombrar José Luis, quién se marchó a San Juan de Colón después de haber sido secretario de la prefectura y de dejar guardadas las zapatillas toreras en préstamo a un museo. Ayer crucé la esquina del torero y aún en lo alto está el cactus con sus frutos y se deja ver el espejo donde de adornos estuvo el retrato de Manolete, más allá de los relatos de Cupertino y el sombrero del peluquero adorando los sueños… por tantos recuerdos , asentados en las imágenes viejas. Un día de viajes encontré al diestro Segura en una taberna de Mérida, brindaba por Sevilla. Y al «Táriba» de caporal, en un cortijo en La Fría con medio siglo de torero. Mientras a Enrique Calvo alternando de glorias en Madrid, donde se podía llegar al cielo. Mientras de nazareno y plata Bernardo Valencia me trajo un traje de luces venido de México con la eternidad de las fiestas taurinas de la ciudad Primogénita. Y diciéndome: «Guárdelo, me lo regaló Silverio en Cuernavaca»… ¡Aún con los recuerdos! Y los muchachos se volvieron tan viejos. Y las reinas aquellas hermosas, convertidas en abuelas . . . ______________
*Artista Nacional. *Cronista de La Grita. *Presidente de la Comisión Taurina de La Grita. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró 1986. Barcelona. España. *Miembro Honorario de la Sociedad Bolivariana de New York. *Premio Nacional del Libro 2021. *Honrado con un salón en su honor en la Gobernación del Táchira. 2022. *La Feria Internacional del Libro 2023 se realizó en su nombre, a su labor de escritor y dramaturgo. *Por decreto del Gobernador del Táchira se erigió la Estampilla Fiscal con sus obras bolivarianas. 2024.
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