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18 de junio de 2025
Mario Valero Martínez
A veces relatadas como vórtices que reflejan crudos eventos, las imágenes literarias acercan también a la compresión de indeseables y rudas realidades sociales y políticas. En sus lecturas afloran sensibilidades y solidaridades; antídoto contra fanatismos, fundamentalismos y los bulos que tanto proliferan en las redes sociales digitalizadas, algunos disfrazados de notas informativas. Esas imágenes, al formar parte de los escenarios frecuentes en historias literarias, advierten el enraizamiento de los eventos que afectan a los seres humanos en sus lugares del hábitat; sucede en nuestro patio y en sociedades del entorno limítrofe. En este caso, nos referimos a la vecina Colombia, la violencia y el conflicto armado, revivido en estos días con alta intensidad e incertidumbre. Al navegar por esa literatura colombiana, afloran libros como “El olvido que seremos” y “La Oculta” de Héctor Abad Faciolince, “El ruido de las cosas al caer”, de Juan Gabriel Vásquez, “El desbarrancadero” de Fernando Vallejo, “Leopardo del Sol” de Laura Restrepo, “Los Ejércitos” de Evelio Rosero. Son unos pocos pero significativos textos que, en sus estilos literarios y personales, sus tendencias políticas y posiciones ante el conflicto, nos han permitido explorar, en cierto modo, la sociedad colombiana incluso más allá de la conflictividad.
Desde otro vértice, estudios geográficos muestran otras cartografías de la situación colombiana. En el año 2023, los geógrafos Jhon Williams Montoya y Luis Gabriel Salas, editores del libro titulado “Crimen Organizado, Conflicto Armado e impacto territorial”, junto a un grupo multidisciplinario, presentan una evaluación de las trayectorias territoriales del denominado postconflicto en Colombia; patrocinado por el Centro Nacional de Memoria histórica y editado por La Universidad Nacional de Colombia, como parte del proyecto Territorio y conflicto, un atlas histórico del conflicto armando en Colombia, 1964-2017. En cinco densos capítulos, se despliegan el abordaje de esta problemática en todas sus magnitudes, dimensiones espaciales y escalas territoriales, proponiendo metodologías de estudio, dinámicas regionales, analizando, asimismo, el despliegue de actores armados ilegales y estatales, impactos territoriales, contextos geopolíticos, incidencias fronterizas, entre otros aspectos. Resulta interesante el examen temprano que se hace de estos escenarios después de la firma del Acuerdo de Paz alcanzado en el año 2016 entre el Gobierno de Colombia y una facción de las FARC-EP. Es un tema particularmente significativo a la luz de la violencia acentuada en los últimos tiempos en el vecino país.
Una tercera lectura se ofrece en el lamentable y repudiable atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, no solo porque expresa un punto álgido del recrudecimiento del conflicto, observado en medio del ofrecimiento gubernamental de la paz total, también por la desatada furia expresada en el discurso del odio, radicalizado en bandos extremos que se replica sin compasión en las redes sociales digitalizadas, incluyendo mensajes adicionales carentes de toda compasión humana. Nada detiene a esas tropas digitales, no tienen límites, su deshumanización e ignorancia la convierten en sus virtudes. Es lo que leemos en ese trasfondo de la mensajería instantánea que tanto avalan y alardean algunos, o tal vez muchos, que también les gustaría ser “influencers”.
La cuarta lectura sobre Colombia la hacemos, no sólo como vecinos fronterizos afectados por ese conflicto, también por la necesidad humana de la solidaridad y el deseo que siempre hemos manifestado para que alcancen la paz. Hoy sabemos que no está a la vuelta de la esquina. @mvalerom
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