Luis Fernando Ibarra
Fray Bartolomé de las Casas, despiadado detractor de los españoles en los reinos de América, fue un autor conveniente al surgimiento de la leyenda negra. Nacido español en 1474, dedicó sus 92 años de existencia a divulgar iracunda y elocuente propaganda contra la obra de mayor trascendencia humana: descubrimiento y conquista de América. Aunque se popularicen inventivas alegando que los nórdicos, vikingos o asiáticos llegaron primero al novel continente, tales infundios solo pretenden arrebatar a España la gloria del descubrimiento del nuevo mundo. La estricta verdad es: “quien descubre es quien registra y revela al mundo el acontecimiento”. Y solo España compartió tan inconmensurable hazaña. Una gesta heroica sin precedentes que permitió a los humanos descubrir la completa dimensión de su planeta-hogar; además de potenciar la genética de la especie humana a través del mestizaje.
Corresponde a la primera potencia del mundo de 1492, asechada por sus vecinos europeos, globalizar un planeta de límites desconocidos y dar inicio al prodigio civilizador que solo fue posible desde los valores humanos de la misma estirpe que salvó a Europa, al detener el peligroso avance dominador musulmán contra occidente; otrora frenado por la valentía española al sur de la península, y luego en Lepanto. Hoy de nuevo, la amenaza silente invasora parece regresar a la comunidad europea a través de los vientres de la inmigración mora.
Las Casas, ingresó a la orden dominica a sus 49 años, luego de disfrutar de la comodidad de hacer trabajar a sus indios en los campos y minas. Es más recordado por vilipendiar la conquista española de América, que por su oficio de encomendero, ejercido en la isla de La Española, hoy Santo Domingo/Haití. Luego se mudó a Cuba, bajo órdenes de su gobernador Velásquez, donde recibió una encomienda mayor a la que gozaba en La Española.
Es curioso que el fraile divulgue su campaña de descrédito contra España cuatro años antes del comienzo de la conquista de tierra firme. Por esos tiempos, la presencia española inicialmente asentada en islas no había pisado el continente. Aún se desconocía la presencia azteca y su imperialismo dominante sobre el resto de etnias arraigadas en Mesoamérica. Este encomendero solo conocía a los indios isleños taínos de cultura y costumbres muy diferentes a los antropófagos caribes antillanos. Los taínos eran indígenas de carácter apacible y dócil, considerados por algunos vigorosos castellanos como afeminados. El monje se alineó en un discurso contra el trabajo de los indios, en su pureza e indefensión, seres en estado de absoluta inocencia, acusando a sus paisanos de trato cruel e inhumano. España siempre ha sido apuñalada por su propia sangre. Por entonces, Las Casas, exigió importar esclavos negros africanos y no exigir trabajo a los isleños. Cumplió su parte porque se deshizo de sus indios de la encomienda, y se dedicó a pregonar su causa contra el atropello indígena. Evidente incoherencia porque mientras abogaba por los indígenas, recomendaba la cacería de negros en África para trabajar como esclavos en América. Curiosamente, en la universidad de Salamanca, al monje de Las Casas se le observó un joven esclavo indio a su servicio, del cual se vio forzado a desprenderse.
La conquista de tan vastos territorios requirió ingente mano de obra para realizar faenas de arado de la tierra, siembra, recolección y transporte que beneficiaba a todos. Además, explotar bienes esenciales y obras civiles para desarrollar los virreinatos. Con intención de apoyar el desarrollo se crearon las encomiendas, cuya finalidad era aprovechar ordenadamente el único recurso humano disponible que beneficiaba a todos. Hacer España en América costó mucho oro y plata. Defender los puertos de ataques piratas ingleses, descaradamente patrocinados por la corona inglesa, requería de gigantescas inversiones.
Siempre ingleses y franceses vivieron conspirando y espiando a España. Se conoce que la política oficial anglosajona buscaba expulsar a España de sus nuevos territorios. Por ejemplo, el último intento militar inglés contra Cartagena ocurrió el 20 de abril de 1741. La sobrehumana resistencia bajo el comando del insigne Blas de Lezo lo impidió. Cartagena, protegida por su costosa estructura amurallada, derrotó y humilló a la mayor flota naval inglesa que han visto los mares de América. La heroica y Lezo, detuvieron la planificada avaricia inglesa, presta a controlar el portal más rico de la región. El coraje hispano cartagenero salvó al mestizaje redentor. Los ingleses debieron maniobrar durante otro siglo para finalmente subordinar comercial y económicamente a las nuevas endeudadas e “independientes” repúblicas. Siempre la codicia de otras naciones europeas obligó a España a defender la América virreinal del intento colonialista europeo. En septiembre, 1631, en las costas del actual Brasil, la escuadra española bajo comando del también héroe castellano Antonio de Oquendo, pese a ser significativamente más pequeña, derrotó a la flota holandesa que intentó apoderarse de esa parte del continente. Más al sur, Los corajudos bonaerenses tuvieron que enfrentar en repetidas ocasiones las intentonas de la bárbara apetencia anglo por hacerse de Buenos Aires y el río de la Plata. Aun les despojan de las islas Malvinas.
Los castellanos no vinieron a colonizar la América al estilo inglés, francés, holandés, belga, alemán o portugués. Mientras el resto de europeos impusieron un coloniaje genocida, depredador, exterminador de aborígenes, escudado en colonos esclavistas de negros; la monarquía española, pionera en derechos humanos y basada en valores salamanquinos, creó España en América. Se acota que la sensibilidad de Las Casas proviene de su grado en derecho y teología, obtenido en la universidad de Salamanca, con todo, asombra su habilidad para sobredimensionar y torcer maliciosamente los hechos de la conquista.
Innegable que durante tres siglos ocurrieron abusos de diversa índole, cometidos por algunos españoles codiciosos de riquezas. Como en toda ocupación y en cualquier organización humana siempre aparece un porcentaje de individuos cargados de malignidad y voracidad. Pero la política de estado español fue proteger al indígena, impulsar oficialmente el mestizaje para garantizar que los españoles nacidos en el nuevo territorio fuesen amados por sus padres reconociendo su descendencia híbrida. “Cásense españolas con indios y españoles con indias”, pregonaba la reina Isabel la católica. Amancebamiento cero. También hubo provocaciones de indios quienes no eran muy aficionados al trabajo sobre todo en las regiones más calurosas. Razón por la que el encomendero estaba obligado a reprender. Lo cierto es que la corona española prohibió la esclavitud indígena, y hasta el mismo Colón y su hermano fueron apresados, por Francisco de Bobadilla juez pesquisidor de La Española, trasladados a España a responder ante la corte por incurrir, entre otros cargos, en venta de esclavos. Incluso, vale recordar que España, aunque negoció negros para aliviar el trabajo de los indios, a diferencia de sus vecinos europeos, sus barcos no viajaban a África a cazar sus habitantes como esclavos. Asimismo, en ocasiones el señor encomendero se veía obligado a actuar, cuando uno que otro indígena se resistía a la evangelización y pretendía seguir con sus creencias, e insistía en saborearse el muslo de su congénere.
Aunque sobre esto de merendarse a otros, conviene hacer un paréntesis. Los terrícolas hoy reprobamos el canibalismo. En consecuencia, lo rechazamos por ser parte de la historia Azteca. Sin embargo, si entráramos en contacto con una civilización de seres tecnológicamente bien avanzados, nos catalogarían de salvajes desalmados por satisfacer nuestra necesidad proteica inmolando tiernos conejos, pollos, cerdos, vacas, peces y hasta perros. Una civilización avanzada y espiritual, tiene que poseer la capacidad de producir, en sustitución animal, suculentas proteínas sintéticas; además de reconocer el derecho de otras especies a ser excluidas de la cadena alimenticia humana.
Hubo dos enfoques diferentes de conquista: colonia versus virreinato. Quien hoy sostenga, que en la América española hubo colonias, es un mentiroso ignorante, un corsario que vocifera como loro siniestro la infamia negro legendaria pagada y divulgada por holandeses, ingleses, belgas y franceses contra España. Hubo historiadores mercenarios a sueldo de su majestad británica. Aún el British Council financia cuanta pezuña virtual esté dispuesta a enfilar contra España.
Esta guerra de desvalorización logró enfocarse en España y esconder las comprobables masacres cometidas por el resto de europeos durante su absoluto dominio depredador en África, Asia, Oceanía y América. Una referencia inolvidable merece la desfachatez del reino Belga encabezado por Leopoldo II, responsable de tal vez el mayor genocidio cometido en África a principios del siglo XX. Es decir, casi apenas hace un siglo. Hoy Bruselas se erige como el paladín garantista de derechos humanos, ofreciendo refugio a separatistas, golpistas catalanes y hasta terroristas de ETA. Resulta obvio que los negro legendarios han sido muy exitosos en culpar a España y asombrosamente esconder muy bien su inclinación voraz. Igual ocurrió con la persecución religiosa cuando las tinieblas se adueñaron de la iglesia en los siglos XII al XIX. Aunque se inició lejos de la península ibérica, a España le acuñaron la inquisición, al punto que cuando se trata de inquisición el sinónimo es España; y nadie se fija que en otros países europeos como Francia, Alemania o Inglaterra, donde además de darse con saña, las victimas visiblemente superan las cifras de los españoles.
Las Casas dedicó casi 50 años de su vida acusando a España de trato cruel a los indígenas. Este empecinado dominico viajó muchas veces a España para deshonrar y mal poner la gestión española en América. Se sospecha que pudo haber sido contactado por los ingleses, dueños de las imprentas y libros destinados a desprestigiar a España. Su habilidad para exagerar cualquier desmán español es impresionante. Infló la cantidad de indios oprimidos y los castigos infringidos. Por ejemplo, en cuanto a habitantes asumió más de 40 millones. Aunque no hay precisión sobre la población indígena, la lógica indica que los pobladores originarios en todo el continente no podían alcanzar tantos millones. Las hambrunas que pasaban los aborígenes debieron ser recurrentes. Sobre todo en épocas de mal tiempo. No usaron bestias de carga. Cerca del 100 % vivían aislados y en debiluchas chozas, sus conocimientos agrícolas eran muy limitados. Solo dos comunidades minoritarias: incas y aztecas, erróneamente denominadas imperios, controlaban parte de su vecindario. Realmente fueron ciudades estado o reinos pero no califican para denominarles imperios. Como elemento de utilidad mecánica no conocían la rueda, ni el arado. Su mayor fuente proteica provenía de los sacrificios y la antropofagia de sus sometidos congéneres. Salvo excepciones de cultivo en terrazas andinas, no tuvieron capacidad para cultivar y procesar grandes extensiones, ni producir cantidades masivas de alimentos, imprescindibles para alimentar tantos millones.
Las narraciones y descripciones de Bartolomé de las Casas son muy vagas o erróneas. El indigenismo acomoda hechos para justificar la leyenda. Cuando un cronista español, como Bernal Díaz del Castillo, refiere que en un enfrentamiento murieron 5 indios, el indigenismo lo califica de masacre; pero si la matanza se dio porque estaban sacrificando 50 nativos aliados de Cortés, entonces dicen que es un dato falso. Las Casas sostuvo que La Española era territorialmente mayor a España. Invenciones falsas verificables, porque Haití y República Dominicana solo ocupan unos 76 mil km2, y ambas caben casi 7 veces en el actual territorio español. Sin embargo, con sus repeticiones y magnificaciones de las reales o supuestas acciones de crueldad española, Las Casas convenció a Carlos V de detener la conquista durante casi 5 años, con el propósito de dilucidar si era moral y apegada a derecho; y evaluar si se debía continuar con la titánica tarea de sacar el nuevo continente de la edad de piedra. Durante ese lapso, la corona española auspició profundos debates de Las Casas con los mejores filósofos cristianos. Discusiones solo posibles a lo interno de un imperio humano incluyente, que permitió el primer negro o mujer como profesores universitarios, y dio ciudadanía española a todos los nacidos en sus territorios virreinales.
Muy a pesar de los ocasionales desvíos o desacatos a las instrucciones de respeto dadas desde un reino a más de 7 mil kilómetros, con travesías superiores a tres meses en incomodas naves, España siempre valoró y respetó a los aislados pueblos indígenas. No les arrebató sus tierras. Les reconoció sus estructuras jerárquicas y de nobleza, al extremo de estimular el cruce de la realeza española con las soberanías incas y aztecas. Les permitió mantener sus dominios, cacicazgos y autogobierno. Ni siquiera posterior a la independencia los libertadores respetaron el derecho de los indígenas a sus tierras. Los amerindios lo intuían, y por eso lucharon contra las tropas libertadoras en batallas donde la mayoría de los combatientes independentistas eran mercenarios británicos y no precisamente indios o mestizos. Nuestros aborígenes, en acato a la verdad, pelearon bajo la bandera monárquica al grito “Por Dios, la Patria y el Rey de España”. Se sabe que los goajiros combatieron contra Bolívar.
La persistente diatriba del clérigo acusando a castellanos de cometer atrocidades en América, fue aprovechada por los países rivales enemigos de España para difundir la campaña de degradación más grande y vilipendiosa de la historia. En su lucha de control geopolítico, ingleses, holandeses, franceses, belgas, daneses, alemanes e italianos crearon una estrategia global de daño a la identidad española, que logró convencer hasta a los propios ciudadanos españoles, quienes al día de hoy se auto deshonran confundidos y desinformados de la grandeza heroica de su valiente linaje civilizador.
La estrategia comunicacional y de mercenarios intelectuales desplegada desde Inglaterra, logró posicionar la opinión mundial que estigmatizó a los españoles como enemigos de los valores de la civilización occidental, acusándolos de haber destruido América, cuando fue todo lo contrario. Solo España construía. Tan difamante desinformación logró esconder interesadamente los genocidios cometidos por el resto de europeos quienes, se demuestra, convirtieron en factorías cada región foránea que pisaron; destacando los ingleses para quienes el mejor nativo era el nativo muerto.
Cualquier turista que por casualidad vea un descendiente indio en la América anglosajona, debe saber que es sucesor de los indios que habitaron territorios del virreinato de la Nueva España, porque en sus 13 colonias fundacionales, luego USA, los ingleses los exterminaron casi a todos; al igual que en Canadá, Australia, Nueva Zelanda. Basta detenerse en Ciudad México, Lima, Quito, Santiago, Bogotá, Tegucigalpa o Ciudad de Guatemala para observar los millones de descendientes de los antiguos habitantes de la América hispana. Si ese viajero, en esas ciudades observase pobreza, debemos recordarle que el retroceso económico y la subordinación a los nuevos imperialismos llegaron a la América española luego de las independencias. Porque la América hispana exhibía niveles de vida superiores a los de cualquier país europeo. Está documentado y se demuestra que los virreinatos de la Nueva España y del Perú eran junto a China las regiones más ricas del planeta.
Aunque ingleses y franceses siempre rivalizaron, se juntaron para endilgar a España las atrocidades inhumanas que tanto anglos como galos y otros cometieron. Esta maniobra propagandista es lo que se denomina como leyenda negra. Logró su objetivo de crear un estereotipo de España y de los españoles como gestores del mal. Esa muy interesada narrativa desconoce que durante 300 años, España mantuvo un continente próspero y estable, construyendo ciudades y costosas infraestructuras para proteger la América hispana de la rapacidad del resto de europeos. Una obra colosal tangible, comprobable, innegable y de bien que no puede mostrar ningún otro país europeo en ningún territorio conquistado.
Resulta muy difícil a España rescatar su honor civilizador. Luchar contra las trasnacionales de la información deformadoras del desempeño castellano en América es quijotesco. Los contenidos distorsionadores de las enciclopedias de Google y lo expuesto por la mal llamada Inteligencia Artificial, junto a las películas de Hollywood, han logrado oscurecer la luminosidad hispana en América. Las fuentes que alimentan esos canales informativos provienen de repeticiones sórdidas de hechos infundados, algunos avalados por historiadores carentes de formación científica, quienes ni siquiera basan sus escritos en documentos o fuentes confiables. Por ejemplo, se observa en programas sobre supuestos alienígenas ancestrales sugerencias manipuladoras, haciendo creer que los habitantes precolombinos manejaban tecnología extraterrestre. Como si los prehispánicos de América, tan dispersos en cientos de etnias, quienes vivían aislados e incomunicados por existir cientos de lenguas; además en endebles ranchos de paja, comiéndose unos a otros, dizque eran tan avanzados en matemáticas, astronomía, ciencias naturales, arquitectura o medicina, sosteniendo que lograron niveles iguales o superiores al europeo.
La verdad es que no hay prueba de alguna contribución científica que demuestre tal pretensión. No existen restos de tales avances en los yacimientos arqueológicos precolombinos. Si habían alcanzado algunos adelantos, pero estaban muy por debajo de los logros europeos. Lograron calendarios pero algo imprecisos. En matemática no aportaron ningún principio matemático. En medicina, más allá de chamanismos yerbateros en malestares de bajo impacto, nunca superaron el conocimiento que llegó con la conquista. En la actualidad se puede observar en las selvas amazónicas apartadas tribus, que fielmente aproximan condiciones de pobreza muy similares a las que vivía la mayoría de los habitantes de la América hispana al tiempo del arribo castellano.
Aunque las leyes de esa época permitían que el país conquistador esclavizara a los moradores de los territorios logrados, la corona decidió reconocerlos como ciudadanos españoles, fundar ciudades y proveer infraestructura de la que disfrutaron indios, mestizos, criollos y una minoría de españoles peninsulares quienes dirigieron la creación de España en América. España incorporó un continente al mundo y en vez de explotarlo exterminando a sus habitantes, la monarquía escogió protegerlo, evangelizarlo y sacarlo de su aborigen oscurantismo. ¡Nada menos que gloria a España hacedora de civilización y cultura!