Gustavo Villamizar Durán
La creación de ejércitos mercenarios no es reciente y menos, desconocida por el gobierno norteamericano y los países agrupados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte -OTAN-. Desde los años 80 del siglo anterior, se hizo presente esta modalidad de hacer la guerra sin mostrar la cara, la cual consiste en reclutar, entrenar y financiar contingentes de “rebeldes” conformados por veteranos de guerra, ex efectivos de las fuerzas armadas, hampones o de organizaciones paramilitares, los cuales reciben entrenamiento, pertrechos, salarios y bonificaciones, para cumplir la tarea de atacar países supuestamente peligrosos, invadirlos, fragmentarlos asesinando a millares de ciudadanos, para luego entregar los territorios a los jefes de la conspiración, es decir, los gobiernos que en nombre de la “paz”, urdieron los planes y financiaron las acciones.
Nicaragua vivió de cerca durante la década de los 80 del siglo anterior, el dolor de una guerra por encargo de la llamada “Contra”, reclutada, entrenada y financiada por el gobierno norteamericano de Ronald Reagan, mediante negociaciones oscuras con el narcotráfico, utilizando para ello el territorio de Honduras, cedido por su gobierno lacayo para desde allí hostigar, asesinar “nicas” e impedir la construcción de la paz después de la victoria Sandinista.
Utilizando ese mismo guión, ocuparon, regaron de sangre y destrozaron Afganistan, con el cuento de perseguir a un “peligrosísimo” sujeto que pocos días atrás fue su mejor aliado para enfrentar al ejército soviético, tomar posesión del territorio afgano y controlar el jugosísimo negocio del tráfico de heroína. Logrado el objetivo, comenzó la persecución al más “terrible asesino” hasta que lo dieron de baja, lo mostraron como trofeo y ahora, siguen disfrutando los suculentos frutos del extracto de la amapola.
Lo de Libia fue una muestra fehaciente de esta modalidad macabra de destruir las naciones para robarse sus riquezas. En Siria, la muy pizpireta señora Clinton, creó, financió y supervisó la constitución del mortífero Isis, contingente sanguinario con todo y apoyo, no pudo lograr el objetivo ordenado y entonces, lo convirtieron en enemigo a destruir, para impedir en todo momento se sepan las verdades que circulan a torrentes en el mundo entero.
En Venezuela, después del fracaso del intento de magnicidio, el golpe de estado terminado en platanazo y el fiasco de la invasión mercenaria del 3 de mayo reciente, gestado y entrenado en territorio colombiano, el gobierno norteamericano decidió enviar a Colombia tropas de la Brigada de Asistencia de Fuerzas de Seguridad – SFABs, por sus siglas en inglés-, una unidad integrada por contingentes de 800 efectivos, para asumir directamente la tarea de conformar un ejército mercenario para atacar nuevamente a Venezuela. Advertidos de tal acción, como resultado de protestas por la actitud lacaya del gobierno uribista neogranadino, un grupo de senadores convocó a debate sobre tan vil propósito, el cual se realizó el pasado miércoles 10 del presente mes. En él estuvieron presentes el ministro de la Defensa y el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, con la misión de defender la conducta servil del gobierno, argumentando que se trata de una simple asesoría a las fuerzas militares colombianas en la muy loable lucha contra el narcotráfico. Los senadores de la oposición dieron el debate, develaron el macabro plan del gobierno de la casa blanca, denunciaron la postura lacaya del gobierno de Bogotá y además, hicieron público el manual correspondiente a esta misión, emanado del Departament of the Army en Washington, DC, el 2 de mayo de 2018.
En este manual de guerra se establece que la Brigada de Asistencia de Fuerzas de Seguridad, presente en suelo colombiano, “debe no solo preparar a las fuerzas locales sino trabajar lado a lado con ellos y participar en enfrentamientos en terreno con el enemigo”. En él se indica que las “fuerzas locales” pueden organizarse con efectivos militares, fuerzas irregulares y elementos del paramilitarismo. Pero, como si fuera poco, los apartes 1-7 y 1-9, así como en el capítulo 8, numeral 8-9, queda claro que deben acercarse a fuerzas paramilitares para el entrenamiento y cumplimiento de la misión.
De manera tal, que dada la ineptitud e ineficiencia de la banda de extrema derecha que dirige la oposición venezolana, el propio imperio ha decidido, con la genuflexa ayuda del narcogobierno colombiano, asumir directamente la preparación del ataque militar a Venezuela, mediante la estrategia de los “ejércitos mercenarios”, los cuales, para felicidad de la patria, han resultado fallidos en sus últimos intentos. Listos y pendientes. No pasarán, nosotros venceremos.