Monseñor Roberto Luckert León *
Hace unos días, la consternación, el dolor y la impotencia, se apoderaron del estado Carabobo y del país entero, cuando se conoció en la ciudad de Valencia que un niño de apenas cuatro años, fue golpeado brutal y salvajemente. Hecho totalmente terrible y fuera de la mano de Dios.
Estamos en un tiempo en el que el mundo insiste en hablarnos de distintas maneras. El mensaje cada vez es más claro: Necesitamos una mejor humanidad, más respeto a nuestros hermanos y a la naturaleza, mucho amor, más compasión. Y es que en medio de esta pandemia que detuvo el planeta, siguen surgiendo los grandes males que tenemos que cambiar urgentemente.
Lo bueno es que hay demostraciones importantes de que se pueden hacer las cosas bien. Es esperanzador ver a los buenos samaritanos, siempre dispuestos a ayudar. Como con el niño valenciano, quien recibió buena atención médica desde que llegó al centro de salud al que asistió. Un personal profesional, de gran vocación, que con dedicación y esmero, logró hacerle frente a tanto maltrato y desconsuelo.
Es un alivio saber que el niño está bien, se está recuperando, ha evolucionado positivamente. Sigue recibiendo la atención física, emocional y moral. Tengo la fe puesta en que pronto volverá a jugar, retomará una vida normal, crecerá, borrará este episodio de su memoria y se rodeará de personas amorosas en un ambiente familiar sano, con valores espirituales. Así debe ser.
El niño ha recibido el apoyo de la mano benefactora de la Fundación Frigilux. Sin duda, las empresas y el sector privado, a través de sus fundaciones, han elevado su compromiso y su función social en momentos como estos. Son ángeles para muchas vidas, sobre todo las más vulnerables, las de niños inocentes. Dios los aplaude y nosotros, sus hijos, lo agradecemos.
Cada quien debe aportar lo que está en sus manos y si es posible más. Por eso veo con los mejores ojos que en este caso cada organismo cumpla al pie de la letra sus tareas, al tiempo de recuperarse la salud del niño.
La unidad familiar es una piedra angular para quienes creemos en Dios, y romper el vínculo entre padres e hijos causa un trauma, esto está científicamente probado. Vamos a atender los mensajes, vamos a actuar a favor de Dios y sus mandamientos, allí está nuestra verdadera salvación.
Vaya para los buenos samaritanos una bendición muy especial, de igual manera para los hombres que prestan asistencia a los más necesitados y por supuesto al personal que integra la Fundación Frigilux por hacer realidad sus preceptos.
*Arzobispo Emérito de Coro