Gustavo Villamizar Durán
El uso de la mentira como arma de guerra no es nuevo y tampoco desapareció con los procesos globalizantes y las ciberculturas presentes. Por el contrario, las modernas tecnologías de la comunicación y la información han potenciado de manera avasallante el uso de arma tan peligrosa. Se miente con intensidad para sacar provecho político, militar y social, conducente a crear las condiciones de asalto a las naciones, contando con que desde unos años para acá, se recurre a ella en dos sentidos: el primero, dirigido a crear miedo y confusión basada en un desborde informativo falso –fake news- para atacar al “enemigo” mediante la desestabilización a través de calumnias, acusaciones a los gobernantes de prácticas delictivas, maximizar errores o fallas, atribuir falsas responsabilidades en acciones de sabotaje, desvirtuar la imagen de los países, crear permanentes campañas de desasosiego para mantener en angustia a los ciudadanos y muchísimos artilugios más, para generar el caos a que se aspira. El segundo, se miente hacia adentro, estos es, hacia sus partidarios, anunciando el triunfo cercano, creando falsas ilusiones, ocultando fracasos, divulgando éxitos inexistentes, proponiendo vanas acciones y todo lo que conduzca a mantener vivos espejismos y quimeras, en ocasiones a niveles de euforia con desvanecimiento inmediato. Todo ello, como es práctica sempiterna, matizado con una alta dosis de miedo, terror y angustia.
Con miras a dilucidar la canallesca situación y entender los ciclos emocionales de una buena cantidad de militantes de la oposición venezolana, sobre manera activistas de las redes sociales en la tarea de difundir falsedades, consultamos varios especialistas y hallamos interesantes investigaciones de la Dra. Elizabeth Klúber-Ross, psiquiatra y psicóloga de origen suizo, con muchos años de residencia en EEUU, hasta su fallecimiento en 2004. Especialista en cosas de la vida y la muerte, como afirmaba, dejó para la humanidad un interesante trabajo titulado “Las cinco etapas de la Aflicción”. En él describe una amplia investigación en torno al tema de la aflicción, el cual según sus aseveraciones causa serios inconvenientes y afecciones mentales entre la población europea y norteamericana.
La aflicción, la tristeza profunda, el abatimiento, son causantes de agudos sufrimientos y un buen número de fallecimientos de gente mayor, tanto como de suicidios en los jóvenes, manifiesta la investigadora. Esa depresión extrema, producto de múltiples causas, que lleva a las personas a situaciones de fatiga crónica o surmenage, como se denomina en Francia, se caracteriza por un elevado estrés y la imposibilidad de controlarlo, la cual conduce a un rechazo a todo lo que significa la cotidianidad y la vida. Se manifiesta en cuadros de postración, a los cuales, lógicamente, no se llega directamente o en pocas horas. Alcanzar el estado de aflicción supone un proceso regularmente largo en el que se van atravesando diversas etapas, cuyas manifestaciones se aparecen cada vez más intensas, hasta que, sin asistencia y solos, sucumben a la muerte.
Veamos ahora, cómo se cumplen los pasos del ciclo descrito por Kluber-Ross y qué ocurre con la oposición extremista criolla y las constantes fases de euforia desbordada: “Ahora sí”, “Falta poco”, “Le quedan pocas horas”, ¿”Dónde se irán a esconder? Al tropezar con el fracaso, inician el ciclo de la aflicción tal cual lo describe la psiquiatra suiza: 1) Negación. “Eso es mentira”, “Es falso”, “Es un montaje”, “No se nada”. 2) Ira. insultos de alto calibre, Madrazos al por mayor, amenazas, “Me voy de esta m…”. 3) Negociación. “Bueno, al final todos son iguales”, “No se sabe en quien creer”, “Hay que cuidar la familia”. 4) Depresión/Retirada. “Conmigo no cuenten”, “Búsquense otro pendejo”, “Esto se lo llevó el demonio”, cadenas y twiter de oraciones, mensajes de meditación, desgano, abatimiento y postración. Hay una 5° fase que la psiquiatra denomina la aceptación, la cual puede ser la base para una salida del ciclo perverso, cosa que no ocurre, porque pronto aparece una nueva ilusión, otra “quimera fugaz”, un nuevo engaño, con el cual se reinicia el morboso ciclo de la aflicción cada vez más agudo y con menos oportunidades de superarlo.